Si bien se extendió una prórroga de 90 días antes de imponer aranceles, la llamada del pasado jueves entre la presidenta Claudia Sheinbaum y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, derivó en un nuevo acuerdo bilateral: no fue un logro diplomático producto de la pericia mexicana como se apresuraron a presumir los voceros de la 4T, sino una decisión estratégica de Washington mientras avanza su acuerdo con China.

Las negociaciones entre México y Estados Unidos se centran en dos ejes: la desvinculación de México respecto a la economía china; una serie de ajustes profundos al andamiaje institucional mexicano, particularmente en seguridad, combate al crimen organizado, migración y Estado de derecho y, todo parece apuntar, la entrega o aprehensión de figuras clave de la élite de la 4T con presuntos vínculos con el crimen organizado.

El plano comercial

La Secretaría de Economía al mando de Marcelo Ebrard ha intentado operar en el marco del T-MEC y distanciarse de China, al menos eso aseguran algunos funcionarios. Sin embargo, los márgenes de maniobra que le dejaron son mínimos. Ni cuando fue canciller ni ahora, ha tenido capacidad real de negociación. México ha perdido peso en la diplomacia global.

La prórroga de 90 días no fue una victoria mexicana, sino una conveniencia estadounidense. Washington lo necesita mientras cierra flancos con China.

El gobierno mexicano solo reacciona ante las exigencias. Lo que antes se evitaba discutir, ahora es parte del nuevo status quo.

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Avance comercial estadounidense

La administración Trump ya ha alcanzado acuerdos comerciales con Reino Unido, Vietnam, Japón, Indonesia, Filipinas, Corea del Sur y la Unión Europea. En otros casos, como México, se han otorgado prórrogas.

Pero, desde que inició su guerra comercial China ha sido su principal objetivo. En junio pasado, Trump anunció un acuerdo con Beijing por el que EE.UU. tendrá acceso a minerales de tierras raras, a cambio, permitirá, entre otras concesiones, que estudiantes chinos ingresen a universidades estadounidenses.

“Nosotros ponemos un total de 55 % de aranceles, China pone 10%. ¡La relación es excelente!”, escribió Trump en Truth Social.

La “tregua” con China se extiende hasta el 12 de agosto y las delegaciones de ambos países siguen negociando. La semana pasada se reunieron en Suecia, donde el secretario del Tesoro, Scott Bessent, calificó las pláticas como “constructivas”, pero advirtió: “nada está decidido”.

En cuanto a México, Trump ha sido explícito: continuará con los aranceles que ya se aplican y, aunque los productos protegidos por el T-MEC, que constituyen la mayoría, están exentos, la presión persiste.

Narrativa triunfalista

Lejos del relato oficialista, el contenido de la llamada entre los mandatarios revela imposiciones que el gobierno mexicano había evitado por años y contrasta con una realidad donde Estados Unidos dicta las condiciones.

El embajador Esteban Moctezuma, ausente durante meses en la relación bilateral, reapareció para aplaudir la “capacidad negociadora” de la presidenta. A través de un video difundido en redes sociales afirmó que al menos ocho embajadores lo contactaron para conocer el “secreto” de Sheinbaum frente a Trump. Más que diplomacia, parece propaganda.

Las condiciones impuestas por EE.UU. ya se están cumpliendo

Primero, la fulminante salida de Pablo Gómez de la UIF, personaje clave del obradorismo, cuya permanencia servía para blindar a figuras acusadas de lavado de dinero como Alfonso Romo, Adán Augusto López y López Beltrán.

En su lugar llegó Omar Reyes, cercano a García Harfuch y con perfil técnico, no político.

El anuncio de la creación de una Unidad Fronteriza en Sonora para combatir el tráfico ilegal de drogas, armas y personas. El embajador estadounidense en México, Ronald Johnson, presentó el proyecto como un fortalecimiento de la cooperación bilateral, aunque su implementación responde más a los intereses de seguridad de EE.UU. que a una decisión soberana mexicana.

Más allá de la seguridad, las concesiones se expanden a sectores clave de la economía nacional. El National Trade Estimate Report reveló que el litio, que se había declarado estratégico y reservado al Estado, se abrirá al sector privado.

En el sector energético, incluyendo a la CFE, se permitirá la participación privada en generación, importación, distribución y transmisión de energía, rompiendo con el proyecto estatista de AMLO.

En telecomunicaciones y servicios digitales, se autoriza el ingreso de empresas estadounidenses a infraestructura crítica y banca digital. También se abren los pagos electrónicos a proveedores de EE.UU. Lo anterior representa una liberalización total del sector, contraria a la narrativa de “soberanía tecnológica” promovida por el obradorismo.

Sheinbaum enfrenta su primera gran prueba de gobierno: cumplir o no cumplir con lo que se acordó, incluso si eso implica romper con su mentor político y con las estructuras clientelares que sostienen a su partido.

Estados Unidos ha puesto las cartas sobre la mesa. Ya no se trata de diplomacia, sino de obediencia. Las decisiones impuestas revelan, no solo la debilidad de México ante su principal socio comercial, sino el fracaso de la retórica nacionalista y populista.

X: @diaz_manuel