Sí. Las mujeres también pueden ejercer violencia política de género. Este martes, mientras el Teatro Metropolitan se abarrotaba de simpatizantes reunidos para ver el documental sobre la historia de Claudia Sheinbaum, la candidata de la oposición desfilaba entre los pasillos de la Universidad Anáhuac en la que días antes, se solicitó a estudiantes y becarios que asistieran de forma obligatoria a escucharla.

En su habitual estilo, intentó bromear con las opciones que se tendrán este 2024 en la boleta. Cabe recalcar que hace menos de una semana, la precandidata aseguraba que, si “agredían a una, agredían a todas” refiriéndose al cancelado Vicente Fox por sus comentarios misóginos sobre Mariana Rodríguez. Sin embargo, la memoria es corta, la congruencia en ella es limitada, casi inexistente y las ocurrencias no dejan espacio a que asesoras -si es que tiene- le prevengan de cometer más faltas electorales.

Según el Protocolo para la Atención de la Violencia Política contra las mujeres en razón de género, la violencia política contra las mujeres comprende todas aquellas acciones u omisiones de personas que se dirigen a una mujer por ser mujer (en razón de género), contemplando en ellas la violencia simbólica y estética. Gálvez y su equipo pensaron que sería simpático mostrar un cartel con un tenis naranja, otro con una caricatura de un gusano y finalmente, su fotografía.

No hay espacio para dudar las alusiones al “fosfo-fosfo” de Mariana Rodríguez ni para pensar que con aquel gusano pretende identificar a la candidata de Morena que le aventaja por más de 20 puntos en las encuestas. Probablemente fue una provocación o tal vez, fue otra simple ocurrencia por la que podría recibir sanciones. Sin embargo, no se puede minimizar el hecho de que una precandidata mostrando o mofándose a través de una caricatura de gusano que alude probablemente a las características físicas de otra precandidata son elementos de violencia estética, entre los que destacan señalamientos estereotípicos por la edad y por la complexión física -delgada- de Sheinbaum.

Lo criticable no es únicamente el nivel de debate al que Gálvez ha pretendido llevar la contienda, sino la idea que tanto ella como su equipo tiene de las juventudes, pintándolos casi al nivel de menores de preescolar que con garabatos podrían ¿convencerse? De que ella es la mejor opción.

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La violencia estética implica atacar a las mujeres por su físico. Nace de los estereotipos que ordenan cómo es que una mujer debería verse. Los mismos que determinan, por ejemplo, que perder juventud es anti-estético o que poseer determinadas características raciales implica ser objeto de burlas. Este texto no pretende victimizar a una candidata presidencial, sino hacer notar que el patriarcado también se viste de mujer y navega con bandera de huipil mientras caricaturiza a una aspirante que además de seria, ha sido respetuosa. De hecho, caricaturizar a mujeres implica la intención machista de ridiculizar, anular la autoridad e incitar el odio simbólico a las mujeres con poder.

La indignación selectiva de la violencia machista y la ofensa a estudiantes de la Anáhuac

Mientras las juventudes son cada vez más feministas, errores como este explican el crecimiento de los negativos en medida en que mayor población conoce a la precandidata de la oposición.

Uno de los peores errores de cualquier adulto es pensar que las personas jóvenes son bobas o poco críticas. Creer que la cultura del meme, la adicción al TikTok, la aceptación lo efímero y banal determina completamente a los menores de 29 implica una ofensa para cualquier casa de estudios universitaria. Por el contrario, las escuelas privadas y aquellos espacios donde las mujeres jóvenes estudian, crecen, aspiran a espacios directivos o a unirse contra la violencia son semilleros críticos, por muy privilegiada o adinerada que sea la clase. A ninguna mujer le hace simpatía que la violenten simbólicamente por ser demasiado flaca o demasiado gorda, demasiado joven o demasiado adulta; de hecho, creer que así se ganan votos es ignorar completamente la experiencia cotidiana en la que un 90 por ciento de mujeres han sido violentadas de alguna manera. Es curiosa la indignación selectiva: las agresiones contra Mariana Rodríguez sí movilizaron a la precandidata y a otros tantos pero las constantes declaraciones discriminatorias y gordofóbicas contra Citlalli Hernández o las propias “caricaturas” contra Claudia Sheinbaum no.

Aun así, las agresiones como la de Xóchitl Gálvez y Vicente Fox ocurren en el momento preciso para demostrar a la opinión pública lo necesaria que es la reglamentación y sanción de la Violencia Política en razón de Género (VPG).

También hace evidente la importancia de que en todo equipo de campaña existan comités o personas especialistas en comunicación no sexista y discurso no violento. Más allá de no cometer este tipo de faltas por las sanciones que amerita, cualquier aspirante a gobernar este país tendría que preocuparse especialmente en construir discursos de paz, en dejar de promover aquellos elementos simbólicos violentos, rancios y estigmatizantes, así como en elevar el discurso y el debate. No se trata de un tenis, un gusano y una empresaria sino de una disputa generacional, de dos modelos de gobierno totalmente distintos: uno definido con un Proyecto de Nación que se sigue construyendo ante otro integrado por ocurrencias en el que ni los derechos más básicos como el derecho a decidir se encuentran definidos. De eso quieren hablar las comunidades universitarias.