(Carta abierta al presidente López Obrador, al gobernador Cuitláhuac García Jiménez y al secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández)

La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla, escribió el gran Gabriel García Márquez en su novela Vivir para contarla y la retomo aquí para explicar un poco cómo me siento todos los días.

Vivir para contarla e incluso vivir la vida en un país donde ser mujer y periodista parece un doble riesgo que debemos asumir con valentía y dignidad.

Sabemos que en junio de este año se registraron más de 89 feminicidios y que en el semestre de este año suman una escalofriante cifra de 493 decesos de mujeres, madres, esposas, hijas, todas ellas con algo en común: el agresor cumplió su amenaza y les quitó la vida.

En mi caso la preocupación es doble: Soy mujer y periodista.

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A lo largo de los años que llevo ejerciendo mi profesión he visto morir amigos, colegas, conocidos. Muchos, la mayoría, si no es exagerado decir todos, pidieron ayuda y protección y nadie hizo nada.

En este año son doce los periodistas que han perdido la vida en el ejercicio de su profesión, el último fue Antonio de la Cruz, asesinado el 29 de junio en Ciudad Victoria, Tamaulipas.

Yo podría ser la número 13.

Desde principios de este año he querido ser coartada en mi libertad de expresión de muchas maneras, por supuesto, con amenazas.

En este país, donde vivimos sumergidos en el odio del hombre por el hombre, de la mujer por la mujer, del ser humano por el ser humano, decir lo que se piensa es poco más que una sentencia de muerte.

Familiares y amigos me han pedido, casi suplicado, que deje el país, que deje mi profesión, que me esconda. Yo me pregunto, como pregunto a ustedes públicamente, ¿por qué dejar de llevar tu vida como lo has hecho siempre? ¿Por qué tener miedo a decir la verdad? ¿Por qué vivir con miedo?

Sobre todo, ¿por qué dejar mi país, que tanto amo, mi país, en cuyo gobierno confío porque prometió justicia social y apoyar a quienes estén en peligro?

Me dicen, en escritos anónimos escritos por cobardes, que me van a asesinar, que balearan mis oficinas y pese a que he puesto denuncias y he acudido a las autoridades, nadie me ha protegido.

Aquí, en mi ciudad natal, donde vivo, donde está mi familia y mi empleo, quiero seguir ejerciendo mi profesión como lo he hecho siempre: con valor y honestidad. Por ello, quisiera que mi grito de auxilio llegue a las autoridades y me permitan conservar lo único de valor que poseo: mi vida.

Desde aquí, hago un llamado al presidente Andrés Manuel López Obrador, al gobernador Cuitláhuac García Jiménez, al secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, para que no permitan que quienes desean atentar contra mi vida consigan su propósito.

La súplica la hago como mujer, como periodista y sobre todo, como madre de una señorita cuya seguridad siento vulnerada también porque soy su sostén, su mamá, su amiga.

Señores, mi deseo es ese: vivir para contarla y para conseguirlo necesito de su apoyo, de su protección.

Gracias de antemano por no dejarme sola.