Un libro de la estadounidense Susan Sontag, de 2003, Ante el dolor de los demás, comienza con una referencia a Virginia Woolf.

Durante la guerra civil española la británica Woolf escribió Tres guineas, obra feminista y antibélica. Dice Sontag que este trabajo surgió como “respuesta a la carta de un eminente abogado de Londres que le había preguntado: ¿cómo hemos de evitar la guerra?”.

La pregunta, según entiendo, la hizo en 1935 el jurista para justificar la petición de un donativo a la escritora: una guinea para apoyar cierta causa pacifista —a precios actuales, esa guinea serían unas 86 libras esterlinas, más o menos 2 mil pesos mexicanos—.

Woolf triplicó el donativo: una guinea para el proyecto del litigante; la segunda para ayudar a las mujeres a ingresar al mundo profesional, y la tercera para la reconstrucción de un colegio con principios educativos feministas.

Sobre la pregunta del abogado de ¿cómo hemos de evitar la guerra?, Virgina Woolf—cito a Susan Sontag— “comienza advirtiendo con aspereza que acaso un diálogo verdadero entre ella y él sea imposible. Pues si bien pertenecen a la misma clase, ‘la clase instruida’, una amplia brecha los separa: el abogado es hombre y ella mujer. Los hombres emprenden la guerra. A los hombres (a la mayoría) les gusta la guerra, pues para ellos hay ‘en la lucha alguna gloria, una necesidad, una satisfacción’ que las mujeres (la mayoría) no siente ni disfruta”.

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Dada semejante “dificultad de comunicación”, Woolf propone que miren juntos fotografías de la guerra de España.Veamos, escribe Woolf, ‘si al mirar las mismas fotografías sentimos lo mismo’... Las fotografías de una atrocidad pueden producir reacciones opuestas. Una llamada a la paz, un grito de venganza. O simplemente la confundida conciencia, repostada sin pausa de información fotográfica, de que suceden cosas terribles”.

Para Sontag, ser espectador de calamidades “es la ofrenda acumulativa de más de siglo y medio de actividad de esos turistas especializados y profesionales llamados periodistas”.

Las fotografías, sostiene Sontag, unen dos atributos contradictorios: son objetivas, y sin embargo siempre expresan el punto de vista de alguien.

Frente a las fotografías de la guerra, el abogado y Woolf vieron lo mismo y, a la vez, vieron cosas diferentes. Para el jurista las imágenes de las atrocidades servían para generar conciencia pacifista: para la escritora, exponer ante el gran público la intimidad de la gente vulnerable con el pretexto —o la sana intención— de provocar efectos morales positivos significaba repetir la lógica belicista, no combatirla.

En resumidas cuentas, para el abogado era válido y socialmente útil considerar las fotos de las víctimas como lección moral; para Woolf eso más bien podía ser simple y sencillamente inmoral.

Las fotos de El Universal

Claudia Sheinbaum criticó una portada del diario de Juan Francisco Ealy Ortiz por haber difundido, sin permiso de las víctimas, fotografías de las personas muertas en el accidente del Tren Interoceánico. Precisión: eran fotos de tales personas mientras estaban vivas.

A la presidenta le pareció una vileza, una falta de pudor periodístico y de humanidad, carente de ética y de solidaridad: una bajeza.

¿El interés público es superior al daño que se puede causar a la gente exhibida? ¿El derecho a informar es más importante que la dignidad de las víctimas? ¿La libertad de prensa no exige responsabilidad? ¿Qué dice la ética periodística?

Si Claudia Sheinbaum y Juan Francisco Ealy Ortiz analizaran juntos la portada de El Universal, ¿qué verían?

El dueño de El Universal defendería la publicación argumentando legítimo interés público por ser el Tren Interoceánico una obra estratégica del Estado, que se descarriló probablemente por fallas en su construcción. Ealy Ortiz diría, además, que mostrar a las víctimas, cuando estaban vivas, humaniza la tragedia porque le pone rostro y esto ayuda a que deje de ser una estadística.

La presidenta de México profundizaría en sus críticas. Diría que la ética periodística exige que, aun con interés público, el uso de imágenes identificables de víctimas debe contar con consentimiento de las familias. No hacerlo es revictimización: convertir a las personas en instrumentos para ataques políticos, ya que si esta no ha sido la intención del periódico, sí lo será de los opositores. Afirmaría la presidenta Sheinbaum, quizá, que tales fotos no informan nada sobre la desgracia, y que por lo tanto son amarillismo puro.

Ealy Ortiz no es ingenuo: sabe él, y saben sus editores, que con las fotos ha proporcionado a los rivales de la 4T armas propagandísticas.

Al propietario de El Universal sus abogados le dirán que la portada es legalmente defendible. Es verdad, pero se trata de un hecho éticamente muy cuestionable.

La peor, infinitamente inmoral fotografía. Entre las imágenes publicadas en El Universal hay una que no tiene defensa: la de la niña de arriba a la derecha. Las leyes exigen no solo protección, sino exceso de protección a los y las menores de edad. Ni siquiera por el mayor interés público se les debe exhibir.

Sheinbaum le diría a Ealy Ortiz, para ganar el debate en definitiva, que en la mejor práctica periodística al menos difuminar los rostros de niños y niñas no es opcional, sino absolutamente obligatorio.

En algún lado leí que ni en el periodismo ni en la política la infancia puede ser un recurso narrativo.

Si El Universal hubiera difuminado el rostro de la menor, el debate habría sido complejo para la presidenta. Pero sus editores no lo hicieron: fue un error ético grave…, y evitable.

Sheinbaum, frente a Ealy, lo avergonzaría con ejemplos de cómo manejan el tema los grandes referentes del periodismo.

Para la BBC, de Reino Unido, el derecho a la privacidad de niños y niñas no se pierde ni siquiera en los eventos de alto impacto, por lo tanto, no se les debe identificar, ni por su rostro ni por su nombre, a menos que exista una razón editorial excepcional, y ética, o que se cuente con el permiso explícito y consciente de sus padres y madres.

The New York Times, de Estados Unidos, prohíbe usar la imagen de una víctima menor de edad para ilustrar una posible falla política (como la supuesta mala planeación del Interoceánico de la nota de El Universal).

El Libro de Estilo de El País, de España, es tajante: aun con permiso del padre y la madre, el rostro de los y las menores debe ser difuminado.

Associated Press (AP): Las fotos de personas fallecidas o en situaciones de vulnerabilidad deben manejarse con “extrema sensibilidad”. Y se difundirán fotos de niños y niñas solo si es esencial para el reportaje y, sobre todo, si se tiene el consentimiento de padres y madres; en cualquier caso tendrá que buscarse un encuadre en el no se distingan.

Una pena que El Universal repruebe en ética.