En tiempos en que la memoria histórica suele ser utilizada con fines ideológicos, la decisión de la alcaldesa Alessandra Rojo de retirar las estatuas de Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara en la alcaldía Cuauhtémoc merece reconocimiento. Su determinación no es un gesto contra la historia, sino una postura a favor de la pluralidad y del respeto a quienes no se identifican con figuras asociadas a regímenes autoritarios.

Lejos de caer en la tentación de agradar a todos, Alessandra tomó una decisión firme, basada en la convicción de que los espacios públicos deben reflejar valores universales como la libertad, la democracia y los derechos humanos. Este acto envía un mensaje claro: la Cuauhtémoc es un lugar que honra la diversidad de pensamientos y que no está dispuesta a venerar símbolos que dividen y que, para muchos, representan opresión y falta de libertades.

La valentía política de la alcaldesa demuestra que gobernar no es complacer, sino actuar con responsabilidad y visión de futuro. Hoy, Cuauhtémoc da un paso adelante en la construcción de un espacio público más incluyente, y eso es algo que debemos aplaudir.