La devoción a la virgen María, también llamada devoción mariana, es un pilar fundamental de la fe católica. Hace algunos días se celebró la Inmaculada Concepción, léase, la creencia –y dogma de fe de la Iglesia universal- de que la madre de Jesús fue concebida sin pecado original, y hoy México y el mundo cantan las mañanitas a nuestra señora de Guadalupe.
Durante siglos, la Iglesia católica de manos de sus santos padres y de prominentes exegetas, ha desarrollado en su teología dogmática la imagen de María en la vida cristiana. A pesar de las fuertes embestidas por parte de otras confesiones cristianas en relación con la Virgen, la Iglesia se ha mantenido firme en la promoción de la devoción a la madre de Dios.
La Virgen de Guadalupe representa un signo de la nación mexicana. Por un lado, encarna la imagen de una mujer de tez morena, lo que recoge el origen mestizo de los mexicanos, y por el otro, simboliza una fe católica llegada desde España que, tras largos siglos de convivencia, dio origen a un pueblo nuevo.
Cada 12 de diciembre millones de peregrinos nacionales y extranjeros visitan la basílica con el propósito no solo de rendir culto y homenaje a la morena del Tepeyac, sino como una manifestación de una identidad nacional que permanece en el espacio, y que, a pesar de las vicisitudes, continúa firme en el tiempo.
La veneración a la Virgen ha sido objeto de admiración internacional. No cabe duda, en esta tesitura, que la devoción a la guadalupana representa hoy el más importante acto público de la fe católica en el mundo. A pesar de la existencia de santuarios como Lourdes, Pilar y Fátima, entre otros, Guadalupe destaca en términos del número de fieles y de la profunda espiritualidad demostrada por los devotos hacia la patrona del continente americano.
Se ha señalado con razón que no todo México es católico, pero sí guadalupano. A pesar de la contradicción intrínseca de esta expresión, la realidad no la contradice. El papa Juan Pablo II, devoto de la Virgen de Guadalupe, no ocultaba su cariño al pueblo de México y a la morena del Tepeyac.
El papa León XIV, cercano en el corazón a América Latina tras sus años como obispo de Chiclayo, Perú ha manifestado su deseo de visitar el santuario de Guadalupe el año que viene. Según ha trascendido, se espera una invitación formal por parte de la presidenta Sheinbaum.
A pesar de los falsos mensajes que pueden enviarse desde la clase política o desde la Suprema Corte de Justicia con sus ceremonias paganas y lejanas al corazón de los mexicanos, la nación mestiza mexicana no adora a Quetzalcóatl ni a Huitzilopochtli ni a Tláloc ni a ninguna deidad. Tampoco se identifica con los signos prehispánicos. Por el contrario, la fe, la esperanza, la admiración, la veneración y la devoción de la mayoría de los mexicanos está depositada en el hijo de Dios, y de manera sobresaliente, en la reina de América.



