En una situación internacional que se torna cada vez más compleja, la 80ª Asamblea General de las Naciones Unidas cobra una relevancia especial. Los principales líderes del mundo marcarán posiciones sobre los conflictos que mantienen al mundo en vilo: la guerra entre Rusia y Ucrania y el conflicto entre Israel y Gaza.
Este encuentro diplomático global llegó precedido por los esfuerzos del presidente estadounidense, Donald Trump por alcanzar acuerdos significativos con Rusia y China. Sin embargo, en ambos casos, las conversaciones no arrojaron resultados concretos.
Desencuentros
En agosto de 2025 Trump y Putin se reunieron en la base militar Joint Base Elmendorf‑Richardson en Alaska. El tema central a tratar fue la guerra en Ucrania. Tras el encuentro, Trump insinuó que para lograr la paz, Ucrania podría tener que ceder territorios a Rusia, una posición que implícitamente valida algunas de las demandas del Kremlin.
Lejos de contribuir a la desescalada, la postura estadounidense pareció envalentonar a Moscú, luego de la reunión, Rusia intensificó sus ataques en Ucrania, realizando incursiones de drones sobre territorio polaco y lanzando misiles contra objetivos vinculados con Europa Occidental. Con estas acciones, el gobierno de Putin sugiere una “débil determinación” tanto de Trump como de sus aliados europeos.
Si bien el presidente estadounidense advirtió que habría “consecuencias muy severas”, lo cierto es que Estados Unidos ha mostrado reticencia —o lentitud— a la hora de imponer nuevas sanciones significativas, lo cual en parte se debe a la falta de consenso entre los aliados europeos, algo que está lejos de resolverse.
China
En lo que respecta a China, Trump y Xi Jinping han mantenido comunicaciones diplomáticas en las últimas semanas en temas como TikTok, aranceles, minerales estratégicos y restricciones tecnológicas. Sin embargo, estos diálogos tampoco han arrojado avances tangibles.
China ha solicitado que EE.UU. no imponga medidas comerciales unilaterales, advirtiendo que esas acciones podrían perjudicar la confianza entre ambas potencias y entorpecer los progresos diplomáticos.
Se especula que Trump intenta recalibrar las relaciones internacionales: por un lado, acercarse a Rusia para distanciarla de China, y por otro, negociar con Pekín para aliviar tensiones económicas y tecnológicas. Sin embargo, la estrategia ha resultado infructuosa hasta ahora.
Consecuencias de la inacción
Si Trump no logra acuerdos relevantes con Putin y Xi en el corto plazo, los riesgos se multiplican:
La guerra en Ucrania podría intensificarse. Crecerían los niveles de destrucción y desplazamiento forzado y Rusia podría aprovechar la falta de sanciones firmes para consolidar posiciones o avanzar en nuevos frentes. En ese sentido el riesgo de extensión del conflicto a países como Polonia, aumenta, especialmente por ataques indirectos o incidentes transfronterizos.
La unidad del bloque occidental podría debilitarse. Varios países europeos han expresado preocupación ante la posibilidad de que Trump haga concesiones que comprometan la soberanía ucraniana.
La alianza Rusia–China podría fortalecerse. Una cooperación más profunda en lo tecnológico, militar y financiero dejaría a Occidente en una posición más vulnerable, especialmente en el plano geoestratégico.
En lo global, el impacto económico sería negativo: las tensiones comerciales, los aranceles y las restricciones tecnológicas terminarían por afectar cadenas de suministro, inversiones y mercados financieros, además, el riesgo de una escalada militar —por provocaciones, sabotajes o ataques mal calculados— se vuelve cada vez más real.
Pérdida de apoyo internacional
A la coyuntura se suma otro factor que debilita la posición internacional de EE.UU: se quedan solos en torno al conflicto israelí-palestino.
En el marco de la Asamblea General de la ONU, países tradicionalmente aliados de Israel —como Reino Unido, Australia y Canadá— anunciaron el reconocimiento oficial del Estado palestino, también se han sumado Portugal y Francia.
El giro diplomático que ocurre tras la visita de Trump a Inglaterra, refuerza la percepción de una pérdida de liderazgo internacional de Estados Unidos; de los 193 países miembros de la ONU, 147 ya han reconocido al Estado palestino.
En su discurso ante la Asamblea, Trump arremetió duramente contra la ONU y los países que han reconocido a Palestina. Aseguró que la decisión constituye “un premio para Hamás” y acusó al organismo de ser ineficaz y confrontativo; se jactó de su historial y reiteró su postura proisraelí.
¿Lobo disfrazado de cordero?
El principal problema que enfrenta Trump es la desconfianza. Como en la fábula de Esopo sobre el caballo, el ciervo y el cazador, ya nadie le cree que quitará las riendas una vez que las ha puesto, e incluso, sus propios socios lo ven como un aliado poco confiable.
Mientras el mundo sigue en una inestabilidad creciente, las oportunidades para acuerdos estratégicos se agotan. Si Trump no logra recomponer su imagen y su efectividad como líder internacional, podría pasar del “bravucón” de la política global a ser un “cordero” que ha perdido toda capacidad de influencia.
X: @diaz_manuel