Conste, no propongo cambios en el gabinete, ni en el legal ni en el ampliado. Solo quisiera sugerir a la presidenta Claudia Sheinbaum, respetuosamente, el ensanche de su modelo de toma de decisiones de trabajar por gabinetes; es solo una idea —buena o mala— que anoche flotaba en un vuelo más o menos largo de Aeroméxico—.
Antes de narrar lo ocurrido en el avión, recordaré lo que todo el mundo en el gobierno sabe: que, por costumbre en el presidencialismo mexicano, además de los dos gabinetes exigidos por la Ley Orgánica de la Administración Pública —el legal y el ampliado—, los presidentes, y hoy la presidenta, para la toma de decisiones integran distintos gabinetes especializados: de economía, de seguridad, de relaciones exteriores, de infraestructura, de política social, etcétera. Cada gobernante crea los grupos de trabajo que considera más relevantes dado su momento histórico.
El trabajo por gabinetes no es una invención mexicana, sino de las viejas monarquías europeas. Recomiendo el ensayo “La razón de ser de los gabinetes”, de Manuel Quijano Torres, publicado en la web del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
Es curiosa la etimología de gabinete: Quijano Torres narra que proviene del latín capanna, que significa casa pequeña. Después apareció en el francés medieval gabinet, “que se refiere a la habitación más reducida de la sala donde son recibidas las personas de confianza”.
Pero el “significado político” de gabinete es de origen inglés: “Reunión en una pequeña sala de los más caracterizados miembros del consejo privado que el rey llamaba aparte para discutir los asuntos más importantes”.
Los gabinetes presidenciales son asesorías especializadas: “La división del trabajo propició la aparición de expertos”, que “pronto resultaron parte del proceso de toma de decisiones de reyes, príncipes y militares”.
Los gabinetes actuales están integrados por dos perfiles principales, según entiendo a Quijano Torres: (i) el de individuos que gozan de la plena confianza de quien gobierna, aunque no necesariamente sean capaces, y (ii) gente con capacidad y experiencia, “cuyo desempeño no exige la confianza plena del gobernante”.
El régimen presidencial, en todas las naciones donde existe, “quizás sea la figura que mejor preserva rasgos inherentes a los regímenes monárquicos, aunque dotado de pesos y contrapesos”.
Un gabinete presidencial, más que autónomo en la toma de decisiones, está integrado por “meros ratificadores de las decisiones del presidente —o la presidenta—”. De ahí la enorme importancia de que Claudia Sheinbaum forme los gabinetes que piense más se necesitan y de que, por supuesto, en los mismos participen las personas adecuadas.
Un nuevo gabinete en Aeroméxico
En los viajes largos en avión comercial hay varias opciones para que no resulten tan pesados: (i) dormir, (ii) leer, (iii) ver películas, (iv) trabajar, (v) jugar con el celular, que es mi favorita, o (vi) platicar con la persona de al lado.
Anoche, en un trayecto de cuatro horas, después de haber conversado con quien iba en el asiento vecino al mío, llegué a la conclusión de que se necesita en el gobierno un gabinete y hasta una secretaría para el fomento de las empresas: México ya debe dejar de ser el país cuya economía dominan unos pocos empresarios inmensamente ricos nada innovadores, sino solo hábiles y mañosos para lucrar con concesiones públicas o vendiendo servicios o mercancías al gobierno, lo que suelen hacer con precios inflados y pésima calidad.
Me dirán que ya hay una dependencia encargada del fomento empresarial. La habrá en el papel, pero en los hechos no funciona. Conste, no es que lo haga mal Marcelo Ebrard, titular de Economía: es que no lo hace.
Ebrard es político, muy hábil en su oficio sin duda, pero no entiende ni se emociona con la función empresarial, cuyo objetivo final es generar proyectos innovadores y útiles y no tanto ganar dinero.
Podrá Marcelo ser el ideal para negociar el acuerdo comercial con Canadá y Estados Unidos, algo de lo que no estoy muy convencido, pero no es la persona más confiable para fomentar la creación de nuevas empresas. De cualquier manera tendría que participar en el gabinete empresarial de la presidenta Sheinbaum, que ojalá pronto sea una realidad.
¿Integrantes del gabinete de empresa?
1.- Édgar Amador, de Hacienda. No podría ser el secretario técnico del gabinete de empresa ni su coordinador, ya que es economista, seguramente destacado, pero no ha sido empresario.
2.- Antonio Martínez Dagnino, jefe del Servicio de Administración Tributaria. Este contador público tampoco vibra con la verdadera empresarialidad que la IA de Google define así: “Capacidad creativa que tiene una persona para innovar y desarrollar una idea de negocio que satisfaga una necesidad del mercado, asumiendo los riesgos asociados para lograr un beneficio”. Pero por la importancia de su cargo tendría que opinar en el gabinete empresarial.
3.- Luz Elena González Escobar, secretraria de Energía. Es economista sobresaliente, pero carece de vivencias empresariales, por lo que no sería adecuado que organizara el trabajo en un gabinete empresarial.
4.- Julio Berdegué, de Agricultura. Su perfil es académico, pero tiene la ventaja de que creció en una familia empresarial: su padre fundó el complejo turístico El Cid en Mazatlán. ¿Sería un buen coordinador del gabinete de empresas? Habría que ponerlo a prueba.
5.- Jesús Antonio Esteva, titular de la Secretaría de Infraestructura. Tiene trayectoria empresarial: ingeniero civil con maestría en estructuras, desarrolló su carrera como empresario en los sectores de la construcción, la coordinación y supervisión de obras. Podría ser el coordinador del gabinete empresarial, lo que creo haría muy bien.
6.- Rosaura Ruiz, secretaria de Ciencia. Es científica. No hay en su currículum experiencia empresarial, pero su participación sería relevante.
7.- Josefina Rodríguez, de Turismo. No es empresaria, pero su trabajo se relaciona con una de las actividades económicas más importantes.
8.- Sebastián Ramírez, del Fondo Nacional de Fomento al Turismo. No ha sido empresario, pero también debería tener presencia en el mencionado gabinete.
9.- Iván Escalante, de la Procuraduría Federal del Consumidor y la Consumidora, Profeco. El defensor de las personas más importantes para las empresas, clientes y clientas, no podría faltar en el gabinete.
10.- José Peña Merino, de la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones. Experto en análisis de datos, tiene cierta experiencia como empresario: fundó Data4. También podría coordinar el gabinete empresarial.
11.- Omar García Harfuch, de Seguridad. No es empresario, sino policía, de los buenos, pero mucho puede aportar en la creación de condiciones para el mejor desarrollo de las empresas, que en algunas regiones del país el principal problema que enfrentan es la violencia.
“¿Qué opinas de Altagracia?”
La persona que anoche iba en el asiento de al lado me hizo la pregunta. Contesté preguntando: ¿Qué opinas tú? Me dijo de Altagracia Gómez Sierra: “Creo que es una mujer muy inteligente”. Coincidí: Altagracia, joven abogada y empresaria coordinadora del Consejo Asesor Empresarial de Claudia Sheinbaum, es una de las personas más talentosas entre quienes rodean a la presidenta.
¿Funciona como gabinete el Consejo Asesor Empresarial? De alguna manera sí, pero en una informalidad que le quita eficacia, ya que sus integrantes no cuentan con recursos del gobierno para realizar análisis profundos de ningún tipo: dependen de patrimonios personales, que no conviene mezclar con las tareas públicas.
Me pregunté mientras hacía fila en migración, en el aeropuerto: ¿Y por qué no crea Claudia la Secretaría de las Empresas con Altagracia al frente? Y así, de manera natural, ella coordinaría el gabinete empresarial. ¿Duplicaría actividades de la Secretaría de Economía? No se duplica un trabajo que nadie hace.