En un momento en el que el país se debate entre la democracia y el autoritarismo, el crecimiento económico y la parálisis, entre combatir la pobreza fuera de discursos o seguir alimentando la concentración del ingreso en una vieja y renovada oligarquía, no es casual la reaparición pública de cuatro expresidentes mexicanos.
Una encrucijada histórica
El desafío central es que la presidenta Claudia Sheinbaum logre distanciarse de su antecesor para reencauzar el rumbo de la nación.
En este contexto, los expresidentes Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto han decidido alzar la voz y, en foros nacionales e internacionales, sus intervenciones coinciden en una preocupación común: el estado actual de la democracia mexicana, el debilitamiento institucional y los desafíos económicos.
Vicente Fox, con un reconocimiento tardío al incremento del salario mínimo, admite implícitamente el fracaso de la política económica de su sexenio hacia los más pobres, pero, al hacerlo, reactiva el debate sobre la forma de medir la pobreza, dejando claro que, sin crecimiento económico sostenido, ningún programa social puede ser suficiente.
Incluso, en entrevistas recientes, Fox ha acusado a López Obrador de fomentar una “polarización peligrosa” y de atacar sistemáticamente a los contrapesos democráticos: “AMLO ha querido destruir todo lo que se construyó en los últimos 20 años. No cree en la democracia plural, sino en el poder absoluto”, afirmó tajantemente.
Enrique Peña Nieto, habitualmente ausente del escenario político, reapareció en un campo de golf y en una intervención grabada en un evento privado, defendió la necesidad de preservar la estabilidad económica y las reformas estructurales impulsadas durante su sexenio.
Aunque evitó mencionar a López Obrador, sus palabras fueron leídas como una crítica velada al giro económico del actual régimen. Su estilo discrecional recuerda al del viejo PRI: su sola presencia política, sin necesidad de grandes declaraciones, genera suspicacias.
Sin embargo, la verdadera nota está en Zedillo y Calderón, cuyas intervenciones ocurren justo cuando Sheinbaum necesita marcar distancia con su predecesor.
La muerte de la democracia
¿Es coincidencia que estas voces reaparezcan mientras la presidenta se ve presionada por un entorno dominado por personajes leales a López Obrador? ¿Se acerca Sheinbaum a los “enemigos” de AMLO o, simplemente, busca establecer su propio proyecto sin pactos de impunidad?
En su más reciente entrevista con el periodista Juan Luis Cebrián para el diario español The Objective, publicada el 13 de septiembre de 2025, Ernesto Zedillo, declaró “la muerte de la democracia en México”.
“Desgraciadamente, esa amenaza se ha materializado más allá de las peores pesadillas que un servidor hubiese tenido. Al final de la presidencia del señor López Obrador se propuso —quizá ya lo tenía planeado—, destruir por completo a la democracia mexicana. Y la verdad, lo logró. Con apoyo de su partido y la complicidad abierta de la ahora presidenta, Claudia Sheinbaum. (…) Destruyeron el Poder Judicial federal y los poderes judiciales estatales, así como los organismos autónomos del Estado que servían como contrapesos. Todo ha sido demolido”.
Felipe Calderón, por su parte, ha centrado sus críticas en el creciente rol de las Fuerzas Armadas. En una conferencia en Europa advirtió sobre la “militarización preocupante de la vida pública” y en la Universidad de Georgetown, en Washington D.C., fue más contundente: “Probablemente, en México ya no habrá elecciones libres”.
Sus palabras encendieron las alertas sobre el riesgo de que los próximos comicios se celebren sin condiciones democráticas plenas.
La presión sobre Sheinbaum
La presidenta enfrenta una doble presión: la de su antecesor, que aún influye en amplios sectores del gobierno y la de un país que exige resultados y decisiones firmes. Recientemente, en una gira por el Estado de México, la presidenta dejó ver esa tensión al declarar: “Si me dejan terminar el sexenio, el salario mínimo aumentará en 2030.” Una frase cargada de sentido político, que deja entrever los obstáculos internos que enfrenta.
Si quiere consolidarse como líder independiente, Sheinbaum tiene tres cartas:
1. Aliarse con perfiles congruentes dentro de su partido, como Alfonso Ramírez Cuéllar, y deslindarse de figuras como Adán Augusto López, Ricardo Monreal, Andrés López Beltrán, Mario Delgado, Alejandro Esquer y Jesús Ramírez Cuevas.
2. Aprovechar el deslinde del Partido Verde con Morena, que le permitiría desmarcarse de narcogobernadores.
3. Reorganizar su gabinete con perfiles que no actúen como tapadera del pasado y, sobre todo, recuperar los principios básicos de la República: garantizar un Poder Judicial independiente, fortalecer al INE y restituir la autonomía de los organismos constitucionales.
Lo que los expresidentes expresan no es nostalgia ni revancha, es reflejo de una legítima preocupación por el rumbo del país. Coinciden en advertir sobre los riesgos de una excesiva concentración de poder y la urgencia de preservar la institucionalidad.
El desafío de Claudia Sheinbaum será demostrar si puede ser la presidenta de todos los mexicanos o limitarse, mientras le sea útil, a simplemente ser una figura decorativa dentro de un proyecto político que se resiste a soltar el poder.
X: @diaz_manuel