En cualquier minuto podría generarse un tiroteo, ninguna nación está exenta de vivirlo. Los extremismos violentos ponen en riesgo el trabajo por la paz, así como las raquíticas políticas públicas que benefician a unos cuantos sectores.
La lucha histórica por el respeto a los derechos humanos continúa, la falta de oportunidades y la discriminación a nivel nacional e internacional prevalecen, vivimos en un mundo con violencia, los gobiernos no logran alcanzar la paz.
La dignidad humana, la igualdad y el respeto pleno a los derechos humanos siguen siendo trastocados por la falta de conocimiento y compromiso de las y los gobernantes, el trabajo que debe realizarse constantemente para impulsar el desarrollo sostenible, para alcanzar la igualdad y la justicia social, es una ilusión que está lejos de cumplirse, el año 2030 no será testigo del bien común a nivel mundial.
Las constantes reuniones de los líderes mundiales para trabajar a favor del desarrollo sostenible y por la paz mundial, son sumamente importantes para avanzar desde cada país, porque el trabajo en conjunto es esencial. La sociedad en general también debe participar en la prevención de los delitos para lograr un bienestar generalizado.
La violencia de individuos o grupos extremistas suele justificarse mediante ideologías religiosas, políticas o nacionalistas, ningún gobierno a nivel mundial ha logrado erradicar la desigualdad, hay poblaciones que siguen en el total abandono por parte de los gobiernos; el desvío de recursos económicos y la corrupción son causas principales para que los programas de gobierno y las políticas públicas no se gestionen e implementen de forma justa para todas y todos.
La falta de educación, alimentos, empleos, la venta de armas a nivel mundial, el crimen organizado, la colusión, la trata de personas, la migración, la violencia de género, la venta y consumo de drogas, la falta de atención a la salud mental, la frustración, resentimiento y sensación de abandono, están ligados a la violencia imperante y a la violación a los derechos humanos de millones de personas.
La discriminación por motivos de origen étnico, religión, género, clase social o nacionalidad alimenta narrativas de odio y polarización. No hay ciudadanos de segunda clase, dejamos en claro a quienes por décadas han atacado a los grupos más necesitados, los clasistas y las clases económicas altas, con su actuar retrógrado solo refuerzan en algunas poblaciones la idea de que la violencia es un medio legítimo para ser escuchados o para “defenderse” de un sistema injusto.
Desde muchos gobiernos con supuesto poder han tratado con desdén a grupos que no son visibles para las autoridades, con su falta de conocimiento han criminalizado la pobreza. La desinformación sigue siendo un grave problema, en México necesitamos más programas de gobierno que se enfoquen en la no violación a los derechos humanos.
Los extremismos violentos no surgen en el vacío, son el reflejo de sociedades marcadas por la desigualdad, la discriminación y la falta de oportunidades, mientras estas condiciones persistan, la violencia seguirá siendo una opción para quienes han sido sistemáticamente excluidos. La violencia nunca será justificada, pero tampoco es justificable que los gobiernos aún no alcancen el bien común.



