Ayer una senadora suplente de Morena me recordó que la humanidad hizo muy mal en no crear a tiempo la Real Academia de los Pedos, en inglés Royal Academy About Farting. Era una idea genial de 1781 de Benjamín Franklin, quien aspiraba a que toda la gente se tirara pedos con orgullo. Él, uno de los llamados padres fundadores de Estados Unidos, si no estoy mal informado, fue mucho más creativo y también propuso algo así como un Premio Nobel Pedorro, que se otorgaría al científico capaz de convertir el olor de las asquerosos flatulencias en fragancias tan agradables como los perfumes.

Seguramente en la genialidad de Benjamín Franklin se inspiró la senadora suplente de Morena que, ande peda o no ande peda, exigió respeto a su sagrado y muy pedorro fuero. Otros que han tomado como musa a la Royal Academy About Farting son los y las morenistas que se pedorrean y silencian periodistas, censuran a gente que opina en redes sociales, presumen relojes suizos carísimos, compran ropa de marca, derrochan dinerales en bolsas de lujo, viajan en primera clase —aunque no les alcance con su salario decente para pagar el boleto de avión— y se hospedan en hoteles de cinco estrellas en Madrid y Tokio con desayuno incluido.

La verdad de las cosas es que ya son demasiados pedos de destacados y destacadas morenistas que, por amantes de la ostentación y el abuso, le restan credibilidad a la 4T. La política, para ellos, es una actividad de plano pedorra. Están a la altura del periodismo pedero y pedorro de todos los días en las columnas de los distintos diarios.

Enseguida ejemplos para saber diferenciar el periodismo pedero del pedorro.

Periodista pedero: El que exagera cualquier cosa y la convierte en una crisis espeluznante. Por ejemplo, el escrito de hoy martes 12 de agosto de 2025 de Raymundo Riva Palacio en El Financiero. El columnista leyó un artículo de Caroline Hammer, supuesta experta de la consultora Stratfor en seguridad global —cualquier cosa que eso signifique—, y lo usó para concluir que en el segundo piso de la 4T nadie sabe cómo relacionarse con Donald Trump. Lo expresan Riva Palacio y la especialista en que basa sus opiniones casi al mismo tiempo en que China, tercer socio comercial más importante de Estados Unidos, consiguió un —muy favorable para el país asiático— plazo de 90 días para llegar a un acuerdo sobre aranceles, exactamente lo mismo que casi dos semanas antes había logrado Claudia Sheinbaum. Para no entender al presidente de Estados Unidos es bastante, ejemplo mundial de negociación, lo que consigue la presidenta de México cada vez que hablan por teléfono. Ya quisiera el brasileño Lula, agobiado por las decisiones comerciales de Trump, tener esa habilidad negociadora. Cuánto debe envidiar a Claudia la presidenta suiza, Karin Keller-Sutter, que ha tenido que tragarse aranceles de 39%.

Las columnas más leídas de hoy

Periodista pedorro: Hace lo mismo que el pedero, es decir, escandaliza con cualquier cosa, pero no es original. Un buen ejemplo es la columna de este martes de Héctor Aguilar Camín publicada en Milenio. Repitió, sin mencionarlo, un artículo de la semana pasada de Ciro Gómez Leyva en Excélsior. El amarillismo extremo de Gómez Leyva, apoyado en manipulaciones estadísticas —que México es el país “que mató a sus jóvenes”— merecía que Aguilar Camín lo citara hasta con pedorrísimas letras de oro. Pero el periodismo pedorro lo es precisamente porque se ejerce mediante el absolutamente maloliente plagio. Aguilar Camín se pavonea cuando se presenta a sí mismo como intelectual. Lo será, pero la honestidad, precisamente intelectual, no es lo suyo.

Preguntas finales y conclusión: ¿Qué pedo con nuestra prensa? ¿Qué pedo con nuestra clase política? Ojalá ya nos moderemos porque, dice el refrán, detrás de los pedos viene la mierda, que significa descomposición. Hay periodistas objetivos, ponderados y serios en sus análisis, y desde luego podemos encontrar gente honesta, tolerante y sencilla dedicada a la política. No permitamos que los malos ejemplos todo lo contaminen y lo pudran.