A continuación comparto en este espacio el análisis que un grupo de activistas me hizo llegar sobre el Proyecto Saguaro:

El simple nombre de Proyecto Saguaro, plantea un dilema ético inevitable: ¿ballenas o gas?, generando polémica y tensiones en comunidades, sociedad civil y actores políticos de alto nivel.

Impulsado por México Pacific, –empresa con capital estadounidense– y empresas de fracking de origen estadounidense, la iniciativa ha desatado una movilización masiva por parte de la sociedad civil ante la inminente amenaza a los ecosistemas marinos y la vida que los habita.

La naturaleza técnica del proyecto no es compatible con la vida marina, particularmente con las ballenas, por los mismos principios que sostienen su funcionamiento. Su objetivo principal, basado en vender gas licuado de petróleo (que a fines prácticos, es de los peores contaminantes que existen en el planeta incluyendo metano, CO2, monóxido de carbono, y un gran etcétera), y transportarlo desde Sonora hasta Asia, se realiza a través de la misma ruta por la cual las ballenas y otras especies transitan año con año. Los buques que transportarían este gas son de 300 metros de largo y equivalen al tamaño de 12.5 ballenas azules, el mamífero más grande del planeta que se ve directamente amenazado por el riesgo incrementado de colisiones fatales y contaminación auditiva.

El Proyecto Saguaro responde únicamente a los intereses de la industria del gas fósil, misma que contribuye directamente a las emisiones que México intenta desesperadamente mitigar. Mientras que el país se ha comprometido con la agenda 30x30 y acuerdos internacionales que protegen la biodiversidad como el tratado de High Ambition Coallition, podría considerar proyectos extranjeros en el territorio que promueven todo lo contrario. En una administración que promete poner “a las comunidades en el centro” como parte de su discurso oficial, Proyecto Saguaro pondría en riesgo los recursos que sostienen la vida en la región.

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Si bien este tipo de proyectos prometen desarrollo y bienestar social, el verdadero desarrollo proviene de los múltiples beneficios que el equilibrio ecológico otorga a la sociedad a largo plazo.

La secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Alicia Bárcenas ha reforzado esta postura manifestando sus preocupaciones en relación al proyecto, sin embargo la postura presidencial solo unos días después de esta declaración fue que el proyecto no presenta irregularidades, mientras grupos de la sociedad civil reclaman que estas se encuentran latentes dentro del grupo de expertos que evalúa el proyecto.

Con siete juicios de amparo en su contra por afectaciones ambientales, el proyecto presenta modificaciones y ampliaciones sin una Manifestación de Impacto Ambiental correspondiente, además de la falta de verificación de estudios de línea base y monitoreo. Las organizaciones movilizadas aseguran que existieron violaciones en el proceso de evaluación de impacto ambiental, además de la falta de declaratoria de hábitat crítico y reconocimiento jurídico de ballenas como sujetos de derecho.

“¿Qué le conviene al país? Un proyecto extranjero que va a durar 15 años cuando mucho de gas natural líquido o un proyecto que duraría a perpetuidad como sería proteger el Golfo de California”. Esta declaración de la secretaria Bárcenas expone el principal dilema al que México se enfrenta en la llamada Década de la Restauración.

Si la administración optara por favorecer un proyecto como este, estaría comprometiendo el frágil equilibrio de la naturaleza por una derrama económica que ni siquiera beneficiaría a las y los mexicanos por el origen extranjero del proyecto. Saguaro no es un proyecto aislado. Según organizaciones de la sociedad civil, es el principio de una estrategia industrial que convertirá el mar en un gasoducto flotante.

La pregunta ¿ballenas o gas? remite a la sensibilidad humana de priorizar el bienestar de otros seres, en vez de apostar por la quema de fósiles que acaba con la vida en todos los sentidos.