Qué tiempos para marchar como oposición: sin granaderos como aquellos del primero de septiembre en tiempos del #YoSoy132; sin acoso en redes sociales como en los espacios feministas para mujeres con investigaciones abiertas solo por protestar; qué tiempos para movilizaciones pacíficas sin represión.

La marcha o mitin convocada por el INE fue un éxito en términos de convocatoria: la explanada estaba llena, a las calles aledañas no le cabía un alma. Probablemente, el mayor logro de los convocantes a la marcha ha sido acumular disgustos y lograr su expresión conjunta en un solo espacio, pues contrario al contenido del Plan B electoral que es bastante técnico y no parecía ser totalmente conocido por la multitud, la marea rosada sintetizó las exigencias en el rechazo a López Obrador.

Recordemos que el camino del triunfo no estuvo siempre pavimentado para Morena ni el movimiento obradorista, solo así podemos entender y explicar que la tierra en la que fueron proliferantes las campañas del “peligro para México” están más fértiles que nunca. Lo cual, no tiene nada de malo.

En 2006, el margen que separó a AMLO del primer lugar fue de 236.006 votos; en 2012, la diferencia de votos fue de 3, 329, 785. Entre la cantidad mínima de votos con que perdió y la máxima hay por lo menos unos tres millones que, sin tomar las cifras reales del año donde se acusó el fraude, explican al menos un margen de personas que nunca le ha apoyado eventualmente, y otro que votaron en descontento contra la corrupción en 2018 pero que al mismo tiempo, no le apoyan más o están dispuestas a dejar de hacerlo, a pesar de haber votado por él.

La marcha logró movilizar a las principales ciudades de los Estados, únicamente en el Zócalo rebasaron los 90 000. Si pensamos en aquel margen de votantes no seguros y votantes en su contra, menos del 1% decidió salir a las calles.

Esos votantes en su contra suman a los que apoyaron a Peña Nieto en 2012 que fueron 19.226.784 y los 14.916.927 con los que ganó Calderón.

Los que marcharon y su razón

La relevancia del menos de 1% que salió a marchar es que fueron personas que no habitúan hacerlo, al menos, no como la izquierda obradorista que tantas veces llenó el Zócalo y mantiene entre sus filas a protestantes que han tomado las calles desde 1968, como Pablo Gómez o Elena Poniatowska.

Ahora marcharon quienes se identifican distinto y la pluralidad de la democracia se hizo manifiesta: lentes y gorras con marcas de lujo, camisas costosas y suéteres con valor mayor a tres mil pesos. Pancartas que exigen “Make México Fifi Again” exhiben mucho de a quienes les incomoda que grupos distintos hoy tengan la voz.

Principalmente, se reunieron adultos de clase media y uno que otro grupo feminista. No hubo grandes contingentes de jóvenes, como suele ser en las marchas de la izquierda.

Margarita Zavala declaró a CNN: “Lo que queremos es que todos podamos opinar”, realidad que hoy se vive. Una mujer que parece tener cerca de 60 años declaró que estar en contra del Plan B por ser “católica, apostólica y romana”.

El exministro José Ramón Cossío tomó algo del discurso tradicional obradorista al acusar privilegios pero finalmente, llamó a la Suprema Corte a no validar las 5 reformas que alteran el funcionamiento del INE.

Las masas movilizadas no necesariamente se traducen en una amenaza electoral para el movimiento obradorista, en principio porque no existe un sólo personaje o partido que logre unificarles o representarles.

Lo que sí debe ser atendido por el presidente es que cierta cantidad de manifestantes exclusivamente ciudadanos, emanados de universidades y organizaciones de la sociedad civil, en algún momento le apoyaron. Una protesta que trató de todo, menos del INE, le debe recordar quiénes le hicieron llegar y responderles.

La razón por la que considero que trató de todo, menos del INE, es porque protestaron por puntos que resuelve la reforma, como que son políticos los que integran el Consejo del INE a través de las propuestas de partidos políticos, políticos quienes los aprueban desde la Cámara de Diputados y privilegios los que mantienen fideicomisos millonarios que han permitido los esquemas de arrendamiento de módulos del  INE; sumado a la confusión y desinformación de personajes como Lilly Téllez que acusó a López Obrador de ser la reencarnación de Victoriano Huerta (?). Con todo y eso, no hubo “autócrata represor” o tirano totalitario como algunos han intentado construir en un falso villano que alimente su unión.

Sin contar ni celebrar el despliegue de clasismo en la protesta, grande es la democracia, más viva que nunca, más libre que nunca, más ciudadana que nunca. A los ciudadanos se les infiltraron varios políticos cuestionables, pero a estas alturas, no hay una sola causa que sea ajena a ese tipo de fallas.