Primera frase célebre. “El problema de nuestro tiempo es que el futuro ya no es lo que era”, de Paul Valery.

El terrible problema de Xóchitl Gálvez es que el PAN ya no es lo que fue en la década de los ochenta del siglo XX: una esperanza de democracia, moralidad y eficacia llevadas al gobierno. Tal esperanza se perdió cuando los y las panistas gobernaron México —dos veces lo hicieron, así que evidencia sobra para condenarles—. Al frente de la administración pública resultaron tan lamentables como la gente del PRI a la que reemplazaron.

Es verdad, en una elección ejemplarmente democrática llegó Vicente Fox a la presidencia. Pero el foxista fue un gobierno con una solo virtud: su origen democrático. Sus faltas fueron numerosas y gigantescas: corrupción, ineficacia y al final traición a la democracia, ya que para mantener la presidencia en manos panistas Fox fue el operador principal del fraude electoral de 2006. Recordemos que en el equipo del primer presidente panista participó Xóchitl Gálvez.

Xóchitl cayó en dos de tales faltas y no denunció la tercera. No hizo nada digno de destacarse en su trabajo como directora de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, y violentó la ética que debe caracterizar a quien colabora en el gobierno al alentar a sus empresas a buscar contratos —los consiguió, desde luego— con el sector público. Y jamás denunció, o no con seriedad, el fraude electoral que le quitó la presidencia a AMLO para entregarla a Felipe Calderón.

El segundo presidente del PAN, Calderón, fue todavía peor que el primero. Mencionaré un solo dato: para intentar que se olvidara el fraude electoral que lo llevó a la presidencia, metió a México en la absurda guerra contra el narco que sigue ensangrentando a la nación; el colmo fue que puso al frente de las operaciones bélicas a un subordinado de la mafia de Sinaloa, Genaro García Luna, actualmente en una cárcel de Estados Unidos acusado de haber colaborado con los cárteles de las drogas ilícitas.

Si el PAN ya no es lo que era, desgraciadamente para Xóchitl Gálvez el otro partido que la hizo candidata presidencial, el PRI, está en la situación contraria: sigue siendo lo que siempre ha sido, esto es, el instituto político más corrupto y autoritario.

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Así, con un PAN que se traicionó a sí mismo y abandonó los valores democráticos y se enlodó, y con un despótico y sucio PRI que no ha cambiado, Xóchitl desde el día uno estuvo destinada perder, y va perdiendo —con desventajas muy grandes en las encuestas frente a la líder Claudia Sheinbaum— y naturalmente perderá el 2 de junio.

Segunda frase célebre. “Sólo temo a mis enemigos cuando empiezan a tener razón”, de Jacinto Benavente.

Claudia Sheinbaum va a ganar, inclusive arrasar en las votaciones presidenciales. Triunfará porque es una mujer de pensamiento, pero también de acción; porque ha gobernado muy bien, con honestidad y ejecutividad, las dos veces que ha debido hacerlo, en Tlalpan y en la Ciudad de México; porque la apoya un político extraordinariamente popular, el presidente Andrés Manuel López Obrador, pero también —y sobre todo— porque la sociedad mexicana considera moralmente imposible que vuelvan al poder dos partidos sinónimos de traición a la democracia y corrupción, el PRI y el PAN.

Pero, analicemos las cosas con objetividad, que el PRI y el PAN sean absolutamente autoritarios e inmundos no es algo que le reste racionalidad a algunas de las críticas que han hecho a la 4T personas informadas que por interés o ideología desean un regreso al pasado.

Un gran reto de Claudia será atender los cuestionamientos a la política energética actual, que no ha funcionado del todo en forma correcta en gran medida por excesivamente nacionalista —nacionalista, en efecto, en el más cursi y, por lo tanto, peor sentido de la palabra—.

Otro reto de la presidenta Sheinbaum será decir NO a un proyecto del admirado Andrés Manuel que no es positivo ni puede serlo: una reforma al poder judicial que la abogacía rechaza, sobre todo por la insensatez de pretender designar en elecciones directas a jueces, juezas, magistrados, magistradas, ministros y ministras.

Es un genio el presidente López Obrador, pero no infalible. Nadie lo es. En la irracionalidad del catolicismo se considera infalible al romano pontífice, pero no estamos para alentar tales ridiculeces. AMLO ha hecho grandes cosas, pero no tiene la razón en todo. Nadie la tiene.

Una mujer de ciencia como Sheinbaum está perfectamente consciente de que las verdades son muy frágiles. La próxima presidenta de México debe tener entre sus libros de cabecera La estructura de las revoluciones científicas, de Thomas Kuhn. Este autor argumenta con sabiduría acerca de que el error llega cuando el científico se aferra demasiado a una teoría. Y es que todas las teorías son ciertas... hasta que dejan de serlo.

Los problemas de México solo se van a resolver con menos ideología y más pragmatismo. Es lo que pienso. De todo corazón deseo que la presidenta Sheinbaum reflexione sobre esto.