La semana pasada, mientras se discutían -para su aprobación- la Ley de Aviación Civil y la Ley de Aeropuertos, en la Cámara de Diputados, el presidente de la nación, Andrés Manuel López Obrador hizo un anuncio que fue retomado en plena votación por la diputada Marisól Gasé, quien visiblemente emocionada, antes de emitir su voto a favor de las reformas, anunció a los ahí presentes: “ya se vendió el avión presidencial”.

Por supuesto, antes de que pudiéramos contar tres… dos… uno… hemos visto infinidad de opiniones, tanto en redes sociales como en medios de comunicación sobre esta venta, la mayoría descalificando la transacción: que si se está “regalando” el avión, que se “chamaquearon” a AMLO, que es una “tontería” vendérselo a una dictadura, y muchos se están enterando que tras la caída de la antigua URSS, existe un país llamado Tayikistán.

A mí me tocó -mientras cursaba el primer año de preparatoria- comprar en la papelería un mapa de la antigua Unión Soviética, y por instrucciones de la maestra de historia, dibujar a mano todas y cada una de las nuevas repúblicas independientes; así fue como me aprendí todos estos nuevos países, después de pasar muchas tardes dibujando mapas, porque no habían impreso otros con la nueva configuración política, y no había internet.

Especulo que muchos de los que hacen mordaces comentarios sobre quién es el comprador del TP01, ni siquiera podrían señalar la localización del país en un mapa, y que ignoran que desde el sexenio de Carlos Salinas existen relaciones diplomáticas con ese país, que tiene apenas más kilómetros cuadrados que Durango, pero menos que Coahuila. ¡Ah, pero eso sí!, opinan que es una dictadura y que no entienden para qué demonios andan comprando un avión.

Y después vienen las más emocionantes elucubraciones: que van a pagar con amapola, porque es uno de los países más corruptos y pobres del mundo, y que por comprar el avión van a quitarle el pan de la boca a sus ciudadanos, un equipo que no quiso usar el caprichoso que habita nuestro Palacio Nacional.

Es necesario volver al origen; cuando Felipe Calderón era presidente decidió que sería una buena idea jubilar el Boeing 757 que se usaba como “Avión Presidencial”, así que salió muy afanoso con la tarea de buscar un nuevo equipo que pudiera servirle, no a él, sino al siguiente mandatario, que saldría de un partido diferente al suyo, porque él mejor que nadie sabía que, después de 12 años de panismo, Josefina Vázquez Mota solo podía aspirar a un tercer lugar.

Siempre me ha llamado la atención la adquisición de esa aeronave, porque yo no puedo dar crédito que un aficionado al automovilismo como lo es Calderón Hinojosa, no sepa la diferencia de los “sport prototipos” (automóvil de carreras) y los aviones “prototipo”, equipos que serán sometidos a diferentes -y extremas- pruebas.

En los albores del nuevo milenio, Boeing comenzó la construcción de seis aviones prototipo para después de probarlos, darle banderazo de salida a la fabricación en línea del nuevo modelo B787-8 Dreamliner. Tres de estos aviones están en museos: uno en el Aeropuerto Internacional Chubu Centrair, en Nagoya, Japón; otro está en el Pina Air and Space Museaum en Tucson, Arizona, Estados Unidos; y el tercero en la ciudad de Seattle, en el Museo del Vuelo.

Otros dos equipos de plano están en deshuesaderos de la Boeing, ya que la armadora sabía -y así lo ha hecho saber- que no tenían valor comercial alguno. Sin embargo, eso no fue ningún impedimento para vender el sexto equipo (y con sobreprecio) a un gobierno como México.

Ojo, este modelo de avión, nuevo, recién salido de la fábrica, en el 2012 tuvo un valor de venta entre los 158 y 174 millones de dólares. Pero el gobierno calderoniano adquirió un avión prototipo de este avión por la friolera de 218 millones de dólares. ¿Fue ilegal?, no del todo, porque lo hizo de la mano con la LXI Legislatura del Congreso de la Unión, que autorizó la compra.

Y bueno, se ha creado todo un mito alrededor de que ese alto precio se debe al tipo de configuración, “faraónica” le llama el presidente de esta administración. Pero déjenme decepcionarlos, eso es mentira. Un avión se viste y se desviste con mucha facilidad y sin ese exagerado sobreprecio.

¿Por qué? todo lo que ven como madera y mármol en un avión son acabados aparentes. Seré clara, no cualquier material puede utilizarse dentro de la cabina de pasajeros; la Agencia Federal de Aviación (FAA por sus siglas en inglés) exige materiales que deben cumplir con diversos requisitos técnicos para limitar las consecuencias de un incendio, es por ello que se llevan a cabo diversos procedimientos de ensayo de inflamabilidad (como FAR 25.853).

Así que temo mucho desilusionarlos si creyeron que el interior “lujoso” del TP01 era de verdad. Además de ser ignífugos, debe considerarse el peso de los materiales, para que cumplan a la perfección con los requisitos de la norma FAR 25.853.

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Esa es una de las razones por las que jamás caí en el discurso de AMLO de lo “faraónico del interior”. Es puro oropel, y lo realmente preocupante es que es un avión prototipo, de los 6 que construyó Boeing, solo un equipo se vendió pero sabemos que antes de llegar a tierras mexicanas, ya había sido rechazado por varias aerolíneas, por su inviabilidad.

Aquí el dedo en la llaga es ¿por qué nuestros legisladores aceptaron un avión con evidente sobreprecio?, ¿por qué aceptaron un equipo usado y no esperaron a que la armadora tuviera uno nuevo de línea? ¿por qué si sabía que había sido utilizado como avión de pruebas de la Boeing, aun así siguieron con la adquisición?

Hoy, vemos a personajes que se desgarran las vestiduras, como Vicente Fox, que con cinismo y caradura miente al afirmar en Twitter que la compra del avión presidencial costó 300 millones de dólares (falso, lo compraron con nuestro dinero en 218 millones de dólares), y que se está vendiendo en 92 millones de dólares, alegando: “LOPEZ O ERES MUY SONSO O TE CLAVASTE UNA BUENA LANA. ACLARAR EN LA MAÑANERA PORFA!!”.

Sólo quiero decirle a Vicente Fox, que él en 2005 “regaló” a Compañía Mexicana de Aviación en 135 millones de dólares, cuando la línea aérea tenía un costo de más de mil millones de dólares ¿también es muy zonzo (con “z”) o se clavó una lana?, digo, aplicando su lógica. Y podemos hablar de su sucesor, que “vendió” a Aeroméxico a alguien que estaba imposibilitado para adquirir la aerolínea, José LuisChachoBarraza González, entonces dueño de Banamex, en la cantidad de 265 millones de dólares, aunque estaba valuada en más de mil millones de dólares.

¿Quiénes les han robado a los mexicanos? Al día de hoy, sí señores hasta estas fechas y todavía nos falta, seguimos pagando el rescate de Mexicana y Aeroméxico, que forman parte de la panza del FOBAPROA, hoy llamado Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB).

Tal vez ya se les olvidó que cuando Carlos Salinas de Gortari entró al poder como mandatario, privatizó todo lo que pudo, incluyendo la industria aeronáutica. Entregó a manos privadas la administración tanto de Aeroméxico como de Mexicana de Aviación y después -debido al error de diciembre en 1994-, tuvo que entrar el gobierno a rescatarlas para no quedarnos incomunicados vía aérea en el país.

Y todo esto con dinero del pueblo, rescatando entes privados, porque si no se le ayudaba a los “pobrecitos” empresarios, el pueblo iba a sufrir las consecuencias. Y ahora el grito desesperado es: “Que no se le ocurra a la actual administración malbaratar el TP01″; por favor, señores, es un elefante blanco, que además fue heredado.

Demos de saltos que por fin salió esa chatarra con alas; firmemos una carta responsiva clara y contundente, y lo que haga el gobierno de Tayikistán con él no es de nuestra incumbencia; si lo ponen a volar o no, o lo revenden, o lo ponen en algún museo.

Si tan preocupadas están todas esas voces por un pueblo oprimido por una dictadura cercana a Rusia, pues se están tardando en “llevar la democracia” a esas tierras, porque es muy cómodo defender a un pueblo, que hasta hace una semana, no les importaba para nada.

En los hechos, por fin se vende el TP01, y a mí me da mucho gusto, pues de lo perdido lo recuperado. Incluso, no sería mala idea que los platos rotos los pagaran todos los responsables de la adquisición de ese avión, que desde un principio sabían que no iba a funcionar; no es casualidad que Enrique Peña Nieto, ya como presidente, lo primero que hizo fue solicitar a la consultora británica Ascend” realizara una auditoría al equipo, y esta le recomendó que lo mejor era vender la aeronave, pues era un equipo de pruebas, que afectaba seriamente su valor de venta.

Confío en que esta información les permitirá tener una mejor comprensión sobre todo lo relacionado con la compra y posterior venta del TP01 “José María Morelos y Pavón”; abro este espacio para que comenten si están de acuerdo o no en que los diputados, senadores e incluso el propio Felipe Calderón paguen por el desfalco a la nación que implicó esta compra.

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