El próximo domingo 10 de abril el Instituto Nacional Electoral (INE) llevará a cabo la consulta ciudadana de Revocación de Mandato sobre el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), como parte de un auténtico ejercicio de democracia popular y participativa.

Pese a toda la polémica alrededor de la consulta, debido al choque constante entre consejeros del INE con el propio AMLO e integrantes de su gobierno, el espíritu soberano del ejercicio se mantiene intacto ante cualquier intento de descalificación.

Si este 10 de abril no se vive una jornada histórica de votación con millones de votos en varios estados, no será por una falta de apoyo al presidente o de interés en su gestión, sino por una pobre difusión oficial del evento y, por extraño que parezca, una plena confianza en el rumbo actual de la Cuarta Transformación.

Muchos de los seguidores del presidente AMLO mantienen su optimismo respecto al gobierno y consideran innecesario refrendar su respaldo en pleno Domingo de Ramos.

No obstante, para el presidente AMLO es fundamental cumplir con su palabra de someterse a una revocación de mandato que evalúe los logros alcanzados en la primera mitad de su gobierno. Esto obedece tanto a su voluntad democrática como a su interés en fortalecer nuestro sistema presidencial.

López Obrador no impulsó su propia Revocación de Mandato por una vanidad obsesiva, como algunos piensan, ni con fines electorales rumbo a los comicios del próximo 5 de junio, no.

Lo que el presidente busca es que los ciudadanos sean conscientes de la importancia de ese recurso para los tiempos por venir, que sepan que existe una ruta para despedir a un gobernante deficiente, corrupto, abusivo.

La misión del presidente es fortalecer la soberanía: “el pueblo pone, el pueblo quita”.

AMLO quiere que los ciudadanos sepan que pueden echar al presidente si falta a su palabra o si su gobierno no cumple con las expectativas. No tenemos por qué aguantar 6 años a un líderes fallidos.

Qué distinto hubiera sido el rumbo del país si un recurso como la Revocación de Mandato hubiera existido, en sus términos actuales, en otros gobiernos.

Felipe Calderón lanzó su guerra contra el narco al inicio de su sexenio y hacia la mitad comenzó a expandirse la descomposición social y el pacto entre autoridades y narcotraficantes. Si bien entre 2009 y 2010 diversas encuestas mantenían su nivel de popularidad por encima del 50%, la posibilidad de una Revocación de Mandato hubiera movilizado a millones de ciudadanos para despertar conciencia y valor entre el resto de lo población.

¿Qué hubiera pasado con Peña Nieto en la Revocación de Mandato?

Quien de plano no hubiera librado la Revocación de Mandato es Enrique Peña Nieto, el responsable de convertir al PRI en un partido satélite y elevar al cielo los estándares de un gobierno corrupto.

En diciembre de 2015, la consultora Parametría publicó su encuesta de evaluación de los primeros tres años del gobierno de Enrique Peña Nieto: un 40 por ciento de aprobación contra un 59 por ciento de desaprobación.

Unos meses antes, en julio del mismo año, el periódico Reforma publicó una encuesta realizada dos semanas después de la penosa fuga del “Chapo” Guzmán del penal del Altiplano: un 34 por ciento de aprobación, con un 76 por ciento de opinión “desfavorable” en la lucha contra la corrupción y un 75 por ciento de opinión “desfavorable” en inseguridad. Además, como cereza en el pastel, el 87 por ciento de los encuestados consideró que “El Chapo” Guzmán tuvo ayuda del gobierno de Peña para escapar de la cárcel.

Para no hacerles el cuento de largas, Peña Nieto cerró su gobierno con un 24 por ciento de aprobación entre la ciudadanía. ¿Qué hubiera pasado si el pueblo organizado hubiera contado con los instrumentos necesarios para promover una revocación de mandato en el gobierno de Peña Nieto?

La ley de Revocación de Mandato aún es perfectible y, conforme a lo establecido en la Constitución, al perder Peña Nieto la consulta quien hubiera ascendido al Poder Ejecutivo de manera provisional hubiera sido el entonces presidente de la Cámara de Diputados, Jesús Zambrano; tampoco es que hubiera sido mucho la diferencia...

Pero la trascendencia de una herramienta jurídica para ejercer la soberanía no puede perderse entre las diferencias políticas. Si el INE falló en promover la consulta quedará en la consciencia de sus consejeros; por ahora queda consolidar este instrumento democrático como una costumbre mexicana de someter a revisión a los poderosos que no cumplen.