Hemos vivido y se están conociendo hoy, en el mundo post- pandemia (aunque sé que esta no ha terminado pero al menos ya estamos todos fuera) los efectos colaterales de la misma. Seguramente con los meses y años habrán estudios que confirmen que el COVID no solo enfermó físicamente a las personas, sino también de manera emocional. Y creo esta es la parte más grave de este virus, primero por su mortandad que después gracias a la ciencia fue controlada pero luego vino esta serie de secuelas psíquicas que no, de esas todavía no salimos bien librados.
Yo siempre digo que al menos, el COVID lo único bueno que nos trajo fue poder hablar de la salud mental.
Por supuesto, no nos necesitamos esperar años para que estudios confirmen que sí, hay efectos secundarios por haber estado encerrados casi dos años, es un hecho que la salud mental de millones quedó trastocada importantemente.
Si por alguna razón existía ya en las personas antes de la pandemia, la preexistencia de condiciones psicológicas como la depresión, la ansiedad, la ira, con la pandemia estas se detonaron exponencialmente.
Y si habían personas que antes de la pandemia nunca habían vivido situaciones semejantes, ahora desencadenaron una serie de síntomas que tienen que ver con la depresión, la ansiedad y la neurosis.
Hoy en día hablar de salud mental es ya una necesidad y casi una obligación. No podemos quedarnos más callados ante este tema. Ya no debería de ser nunca más algo de lo que es “mejor no hablar, mejor lo callo, mejor me aguanto, mejor finjo que estoy feliz, qué tal que ya no me quieren, qué tal que me corren del trabajo”.
Hoy en día aquel que acepta que está lidiando con sus emociones y que quiere trabajar en ellas, para mí ya es un héroe o heroína. Trabajo con jóvenes. Cada joven que llega a mi consultorio como psicóloga pidiendo ayuda y solicitando a veces ser escuchado y nada más, para mi ya es un héroe. Porque se necesita mucho valor para aceptar ante los demás que necesitas ayuda.
Se necesita mucho valor para aceptar tus errores.
Se necesitan muchos pantalones para pedir perdón.
Para mí aquel o aquella persona que logra hacer eso tiene ciento por ciento mi entera confianza y mi respeto.
Sé que esas personas podrán fallar una o varias veces más en el intento. Pero contarán con mi entera credibilidad y admiración.
Hay mucha gente aún en la vida que prefiere primero estar muerto o estar muerta antes que aceptar que se equivocó.
Esa gente seguirá por la vida dañándose y dañando a otros y equivocándose muchísimas veces más que aquel que tuvo el arrojo de pedir disculpas.
Esa gente que no pide perdón porque no sabe cómo o porque no quiere, aún sabiéndose de sus fallas abiertamente, no tiene ni mi confianza, ni mi respeto, y lo siento tan lejano a mí como a un gran desconocido.
Gracias a aquellos que han sabido expresarse, que han reconocido sus fallas, que han aceptado ayuda, porque gracias a ellos, muchos otros tendrán valor de hablar también de lo que les duele, y también recibir ayuda y así poco a poco podremos ir construyendo un mundo mejor, en donde le demos la mano a aquel que necesita ayuda, pero también donde sepamos pedir ayuda sin vergüenza. Mi hermana, que en paz descanse siempre me decía: “Claudia, pedir no empobrece”. Qué razón tenía. Tengo esperanza en esta humanidad. Todavía hay esperanza. Todavía estás a tiempo de reconstruirte y ser un mejor ser humano. No está mal no saber lidiar con tus emociones . Lo que está mal es no reconocerlo.
Te abrazo a ti que me lees.