Hace apenas unos días se constituyó, o mejor dicho se dio el nacimiento del Frente Cívico Nacional, a partir de una estructura social y variopinta que provienen de partidos políticos que hoy fungen como oposición.

Lo más inquietante es que, comparado con los demás, el fin común es el mismo, salvo que tenga un interés ciudadano como aseguran que es en los hechos o, realmente, se trata de un experimento de si cuaja o no.

Con este frente o estructura he perdido la cuenta de cuántas alianzas o tipos de contrapeso existen para manufacturar una convergencia social y pelearle cara a cara a Morena en las próximas elecciones. Al menos, esa es la intención de ganar al costo que sea posible en la vida democrática, en otras palabras, sumar a todo aquel que no comulgue con el presidente López Obrador.

En el caso particular del Frente Cívico Nacional hay muy poco que decir; si bien pretende llenar un vacío que dejó desde hace muchos años la oposición para meterse de lleno en las competencias, no hay ninguna novedad: la apuesta sigue siendo, en estos momentos, una idea superflua.

A poco de llegar a los tres años de gobierno del presidente López Obrador, las encuestas hablan de un posicionamiento muy dominante; además, conforme avanza la gestión no se le ve ni por dónde la oposición pueda minarse para canalizar el voto popular.

Es verdad, hay energía y júbilo, pero, porcentualmente, es técnicamente insuficiente, incluso, hasta para la sobrevivencia como partido político. Más bien, el Frente Cívico Nacional se supone que será la plataforma social que ocupe el papel de mediador y, convertirse, en el vehículo estratégico de competencia en 2024.

Salvo que la lógica y los pronósticos den un campanazo, todo apunta que estamos en vísperas de un nuevo fracaso de la oposición. Además de disminuir las posibilidades cada que conforman un bloque o compiten para promover todo lo que sea necesario para ganar terreno, limitan su margen de maniobra, en otras palabras, de tanto que han estirado la liga la van a romper.

Esto significa que, en este sentido, por tratarse de tantas asociaciones, frentes, bloques y demás para afrontar la hegemonía de Morena, el resultado a futuro hablará sin duda de la nula posibilidad, máxime cuando la sociedad sabe perfectamente que detrás de esos grupos hay detractores políticos de AMLO de la derecha.

Esto además de confirmar la decadencia de los partidos políticos tradicionales, habla de la orfandad que dejó a merced a la oposición. A pesar de la creación del Frente Cívico Nacional no hay nada novedoso y, peor aún, si se trata de un objetivo electoral, el asunto es cada vez más difícil.

Mientras el presidente siga en el poder y conserve su popularidad no habrá alianza o tal vez bloque que le compita en su imagen.

Dado que ese poder de convocatoria lo capitaliza Morena por el simple hecho de ser el vehículo o movimiento social que llevó al presidente a Palacio Nacional, hay muchos elementos que lo ligan.

Ese factor se notó en la elección del 2021, donde Morena ganó 11 de 15 estados; ahora, viene en puerta el proceso del 2022 y, el partido guinda es favorito en 5 de 6 entidades. Entonces no es tanto la expresión sino la imagen de López Obrador. Eso es notable; ese éxito se ha fortalecido, gracias al estilo que ha sabido canalizar el mandatario para tener intacta su aprobación.

Por esa razón, el Frente Cívico Nacional está condenado al fracaso, al menos hasta este momento que sigue predominando el poder de convocatoria del presidente López Obrador.

Se trata, entonces, de una señal clara de equilibrar el poder, aunque en la vía de los hechos, será la evidencia que refleja, a grandes rasgos, la decadencia de una oposición desangelada que no ha podido ni meter las manos desde que perdió presencia en 2018, ante una aplanadora suficientemente capaz de canalizar el voto popular.