No me cae mal Carlos Loret de Mola. Las pocas veces que he charlado con él he encontrado a una persona inteligente y con cultura que sabe expresar sus puntos de vista con respeto y sentido del humor. Lo critico nada más porque no me gusta su trabajo actual. Se trata, pues, de diferencias profesionales, no personales.

Creo que Loret de Mola ha podido difundir tantas informaciones sobre personas cercanas a AMLO no por su capacidad para el periodismo de investigación, sino porque amigos suyos con poder —quizá aliados o socios de sus jefes— le han entregado videos, fotografías, anécdotas, etcétera que se consiguieron mediante el espionaje.

Ha caído el señor Loret de Mola en el periodismo de filtraciones, que desde luego benefician a las personas que le proveen los datos para que él, simple y sencillamente, los adorne de tal modo que parezcan investigaciones objetivas realizadas con el único propósito de conocer la verdad.

La alianza de Carlos Loret con la organización fundada por Claudio X. González lo descalifica como periodista que busca la objetividad, ya que Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) claramente opera como grupo político: de derecha y decididamente hostil a la 4T, sobre todo al presidente Andrés Manuel López Obrador.

El periodismo de filtraciones normalmente es un vicio, sin duda, pero tiene excepciones. Muchas veces no hay otra manera de difundir secretos empresariales o de Estado que la sociedad tiene derecho a conocer.

Eso es verdad, por ejemplo, en el reciente caso de Credit Suisse, el banco suizo del que se filtraron los datos relacionados con las fortunas de gente poderosa y corrupta que se ha enriquecido alrededor del mundo violando derechos humanos.

En ese y otros asuntos —como los Pandora Papers o los Panama Papers— benditas filtraciones. Evidentemente han sido buen periodismo porque no se trata de beneficiar a nadie en particular, sino simplemente de obligar al sistema financiero global a actuar con mayor decencia.

Ningún periodista de los muchos que participaron en la publicación de la mencionada información bancaria habría aceptado hacerlo si tal hecho hubiera beneficiado directamente a alguna persona, por ejemplo, metida en el ilegal lavado de dinero.

Las filtraciones a Loret de Mola de ninguna manera pueden ser justificadas por su utilidad social. Más bien, parecen operativos para entorpecer las campañas de combate a la corrupción —que van en serio, por más deficiencias que tengan— del gobierno de la 4T.

A tales productos del espionaje —que Carlos Loret disfraza de periodismo— se les nota la intención: favorecer a empresarios, como los patrocinadores de Latinus, el sitio de internet en el que colabora Loret de Mola, que son hombres de negocios con un origen en la peor política (es el caso de Roberto Madrazo) o en el abastecimiento multimillonario de equipos médicos al sector salud, que es a lo que se dedican el hijo y el yerno de Madrazo, y que en el gobierno de AMLO tienen ganancias bastante menores a las que disfrutaban en anteriores sexenios.

Otra cosa que no es correcta en la forma en que que procede Carlos Loret es la utilización de su columna en El Universal para amenazar, directamente o en forma velada, al presidente de México, a su familia o a sus colaboradores.

Ya amenazó el señor Loret con dar a conocer “algo” —seguramente manipulado y conseguido por espías— sobre el segundo hijo de Andrés Manuel. Hoy, en el diario propiedad de Juan Francisco Ealy Ortiz lanza otra amenaza: “En medio de tanta guerra intestina, ¿será que alguien haya videograbado en ese lujoso departamento de Polanco en donde se recogieron tantas y tan millonarias ‘aportaciones’?”. Es decir, ahora va contra el gabinete o gobernadores de Morena.

¿Es periodístico amenazar? ¿Qué espera Loret de Mola obtener con eso? ¿Está pidiendo que se le deje en paz, ya que el presidente lo cuestiona en las mañaneras? ¿Pretende reactivar contratos de sus jefes? Que Carlos Loret responda.