La combinación es espeluznante, por un lado, un oficialismo que atropella y destruye las instituciones democráticas, la división de poderes y el Estado de derecho y por el otro, las deficiencias internas de una oposición que combina el anzuelo que mandan desde el poder para generar división partidista y la polarización de la sociedad que, junto con la represión institucional, maximiza la ventaja del oficialismo.
La oposición oficial
El presidente del PAN, Jorge Romero, como peón del oficialismo, genera la división interna en el PAN, confronta a la sociedad que apoyó a su partido, descalifica las voces que se oponen y gestiona acciones para controlar y acallar acciones de verdadera oposición.
Lo vimos con la reforma y elección del poder judicial. El PAN ofreció un discurso falso, prometieron una propuesta alternativa a la reforma del oficialismo que nunca llegó.
Prometieron debate, análisis, defensa institucional. Prometieron acompañar a la ciudadanía en las calles. Prometieron resistir. No cumplieron, pero Romero, sí cumplió en confrontar y silenciar a quienes desde su partido intentaron alzar la voz.
Nos quedamos esperando
Esperamos que no dejaran solos a jueces, magistrados y funcionarios que salieron a dar la lucha frente a un régimen que buscaba someter a un poder. Esperamos impugnaciones, propuestas, movilizaciones, estrategia y dignidad.
Pudo ser distinto
La dirigente Adriana Dávila, en las dos ocasiones que buscó la dirigencia del PAN, fue brutalmente aplastada por Marko Cortés y Jorge Romero, quienes con el apoyo del oficialismo y sus millones de pesos en acarreo, se quedaron con la dirigencia y la pusieron a su servicio.
Romero apostó por un falso discurso de unidad y renovación interna y evitó entrar al debate del tema judicial, asegurando que su postura no obedece a la de un “divisor” o “subordinado”.
Valerosamente, desde su trinchera, Adriana impulsó la oposición a la reforma al poder judicial, señaló las trampas de la dirigencia nacional, las divisiones internas y las posibles influencias externas que afectan la coherencia del PAN.
Criticó la falta de acción de su partido e hizo un llamado a no votar en las elecciones del pPoder judicial. Ella supo que era un error dejar pasar esta oportunidad de protesta política, sin embargo, Romero se mantuvo en silencio y sin mover un dedo.
Dávila acusó que Romero tiene nexos con grupos asociados a la reforma, como los Yunes en Veracruz o gente cercana a Morena en Oaxaca y aseguró que su apoyo a estas iniciativas erosionaba la legitimidad del PAN. Romero se defendió diciendo que su liderazgo es auténtico, no un clon ni títere de Morena.
Y lo que vino fue una farsa.
Los panistas intentaron colar candidatos en el opaco y simulado proceso. Los gobernadores de oposición pasaron sus listas y acordeones con el mismo descaro que Morena, la diferencia fue que fracasaron, por una simple razón, no tienen estructura, estrategia, ni convicción y porque bailaron al ritmo que les impuso Morena.
El PAN de Romero calló como momia tras el fraude institucional. Nos quedamos esperando que Romero o su gente mostraran indignación ante un proceso en el que cerca de mil casillas fueron reconocidas como amañadas. Nada, sólo declaraciones tibias. Una vergüenza.
Y en el INE, seis de once consejeros validaron la farsa. Los representantes de la oposición en el Consejo General ni siquiera intentaron evitarlo. No hubo protestas, no hubo llamado a la movilización social. Solamente un silencio cómplice o una pasividad inexcusable.
Pobre país
Frente a un régimen que cada día destruye algo de lo que costó décadas construir, tenemos a los partidos de oposición con dirigentes entregados que generan división y acallan las voces de quienes tienen el valor y la convicción de representar a la sociedad y enarbolar los principios de los partidos.
Frente a la destrucción de las instituciones y la vida democrática, vemos dirigencias desfondadas que simulan resistencia con propaganda y que hacen política con comunicados.
Dirigencias que juegan a no incomodar, a no pelear, a no estorbar, ahí está el PRI irrelevante o Movimiento Ciudadano otro comparsa.
Partidos sin dignidad que no estuvieron cuando más se les necesitaba.
Y voces como las de Adriana Dávila, Guadalupe Acosta Naranjo, José Woldenberg, Enrique de la Madrid y opositores, militantes y ciudadanos que, aunque levanten la voz, no tienen eco o son acallados, censurados, ignorados o peor aún, cuestionados, no sólo por el oficialismo, sino por las dirigencias de los partidos de “oposición”.
X: @diaz_manuel