Me meto a la polémica de moda. ¿Hay o no hay tiro? Respuesta: siempre hay tiro, los tiros invariablemente dejan tiraderos y el que está tirado a veces se levanta y —al menos en la Biblia— hasta puede ganar.

Goliat parecía, y sin duda era, mucho más fuerte, además tenía consigo lanza y escudo. Pero David, bastante más débil, sorprendió con una tecnología superior: la honda con la que lanzó la piedra que derribó al otro.

Si el duelo se hubiera dado cuerpo a cuerpo, que era lo que Goliat buscaba, este habría aplastado rápidamente a David; pero el físicamente debilucho fue más listo y jamás se acercó al otro, así que lo puso fuera de combate con su arma de largo alcance.

Andrés Manuel fue David en otros tiempos y derrotó a todos los Goliats que enfrentó: al PRI, al PAN, a la clase empresarial, a los grandes medios de comunicación.

Ahora, convertido en el nuevo Goliat de la política mexicana, busca que su partido gane en 2024 las elecciones presidenciales.

Evidentemente López Obrador pretende que con Claudia Sheinbaum su instituto político, Morena, venza a los partidos opositores unidos o a cada uno por separado —PRI, PAN, PRD, MC—.

Claudia tiene todo para triunfar, no hay duda, pero debe tener cuidado.

Sí hay tiro porque ya hay traición en Morena. La ha anunciado Ricardo Monreal al sugerir que la oposición —no lo dijo con tanta claridad, pero obviamente con él como abanderado en 2024— debe ir unida en las presidenciales, sin que Movimiento Ciudadano quede marginado del acuerdo.

No creo que Monreal sea la onda que los Davids de oposición necesiten para acabar con Morena. Pero en tándem con Ebrard puede hacer mucho daño al partido de AMLO.

¿Marcelo Ebrard? Sigue tratando de construir su candidatura en Morena, pero en mi opinión sigue metiendo la pata.

Lo que más ha hecho lucir a Marcelo ha sido representar al presidente López Obrador en cumbres de presidentes.

A Andrés Manuel no le gustan tales eventos y el canciller los ha aprovechado para posar en las selfies con gesto presidencial.

Después de que AMLO anunciara que no acudirá a la Cumbre de las Américas en Los Ángeles, California, el secretario de Relaciones Exterior decidió que él hará dos cosas: (i) convertirse —Marcelo jura— en el gran líder americano poniendo en el centro del debate el tan socorrido bloqueo o embargo a Cuba, (ii) ya actuar como presidente frente a los paisanos californianos llevándoles los programas sociales de la 4T, como el de Jóvenes Construyendo el Futuro.

Ello es un error de Marcelo porque si hay un mexicano que tiene derecho a ser el gran líder de América ese es AMLO, nadie más: a Ebrard no le quedan tales zapatos.

Lo anterior es también una metida de pata del canciller porque este debió haber dejado para una ocasión en que Andrés visitara Estados Unidos, el arranque de sus programas sociales —que son suyos, solo del presidente López Obrador— entre los mexicanos de allá de aquel lado.

Si tales actitudes —así lo pienso— perjudican las aspiraciones presidenciales de Ebrard, este pronto se dará cuenta y terminará por rendirse ante la lealtad y el compromiso con la 4T y con AMLO de la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum.

¿Buscará Marcelo Ebrard en ese momento —el de la candidatura de Claudia— utilizar a la oposición como la honda que pueda derrotar al gigante llamado Morena? Probablemente, sí, sobre todo si en la aventura lo acompaña Ricardo Monreal como candidato a la jefatura de gobierno capitalino.

En resumidas cuentas, siempre existe la posibilidad de un buen tiro. AMLO debe saberlo, Claudia tiene que analizarlo y, llegado el momento, recurrir a la mejor estrategia, que en mi opinión debe partir de no sentirse invencibles: por fuerte que sea la 4T, nunca es aconsejable ir al combate sin analizar el campo de batalla y las virtudes del enemigo.

Es decir, Ebrard y Monreal pueden, desde la traición a AMLO y a Morena, levantar a la oposición actualmente tirada en el suelo.

Si la oposición se levanta el tiro será intenso y dejará un gran tiradero, todavía mayor al que ya había en México cuando AMLO llegó a la presidencia.

En cualquier caso, el reto será, después de 2024, recoger el tiradero y ya hacer avanzar a México por la ruta de la democracia entendida como simple competencia por los votos de la gente, y no como un tiro callejero a chingadazos.