Los acontecimientos de estos días dan cuenta del tránsito a la involución democrática. La ley se redacta a modo del régimen y quienes la interpretarán son funcionales a éste. No se requiere de credencial de Morena para someterse a los dictados de quienes gobiernan. Es la conducta y los hechos, los resultados. Dos entidades autónomas, fundamentales para la democracia electoral han perdido autonomía e independencia, el Tribunal Electoral y el INE. Hoy se ha instalado el nuevo poder judicial federal y la Corte, convalidando un cambio ominoso.
El colapso del régimen republicano ocurre sin ruptura y gradualmente. Estos tiempos son testigo de la precaria resistencia y la capacidad del régimen obradorista para ganar consenso en la destrucción de las instituciones, valores y actitudes de la democracia. Así, se ha ido normalizando, ocurre no sólo por la debilidad de la oposición institucional, también por el oportunismo de las élites y la ausencia de una ciudadanía dispuesta a defender su mayor conquista: libertades y elecciones justas. El déficit de equidad social y la venalidad en la política en el régimen anterior ahora resulta caro: eliminar a la república democrática.
La crónica de estos días es apabullante. El régimen cierra filas ante la revelación de que la corrupción se ha generalizado en el obradorismo; los escándalos no aluden a la ausencia de austeridad, manifiesta en el dispendio y la ostentación; lo relevante es lo que subyace: la corrupción magnificada por el pragmatismo amoral del régimen y la destrucción de las instituciones que transparentan el quehacer gubernamental y del Congreso. El escrutinio social para sancionar el abuso del poder ha recibido un fuerte golpe a través de la autocensura y ahora se amenaza con legislar para imponer la verdad oficial y así ahogar la libertad fundamental de la democracia, la de expresión. La libertad de expresión se convalida con su ejercicio y su realidad, no con la falsa prédica de que el gobierno la respeta. Quienes están en los medios, al menos una parte significativa, vive entre el miedo por el crimen y la censura por la política.
El régimen celebra la destrucción de la independencia de la Corte. Una victoria mayor que conduce inevitablemente tanto a la tiranía como a la descomposición institucional. Tienen razón aquellos que afirman que en la nueva etapa de la justicia es un exceso asumir que todos los juzgadores estarán sometidos al régimen; pero el diseño los vuelve vulnerables a la consigna del poder político y a la que deviene del dinero y de la intimidación por los factores resueltos a hacer valer sus intereses mediante la violencia. Se eliminó lo mejor de la justicia, la federal, y se dejó intocado el problema mayor: la justicia local, las policías, las unidades de investigación, el sistema carcelario y los ministerios públicos. Sobre la República resuenan las palabras pendencieras y de venganza de López Obrador: tengan para que aprendan.
En la República del obradorismo no hay espacio institucional para la de por sí reducida oposición. La consigna de no respetar la civilidad parlamentaria reconociendo el derecho de la principal oposición para ocupar la presidencia de la Cámara de Diputados el 1º de septiembre vino de la presidenta Sheinbaum, bajo la convicción de que en el nuevo edificio del régimen político no hay más lugar para la oposición que el que dispensaba una fina persona llamada Gerardo Fernández Noroña. Mensaje inequívoco y ominoso.
La embestida se dirige también a los medios de comunicación independientes del poder. El ataque no se limita al día a día desde que López Obrador llegó al gobierno, que ha hecho marginal el debate social sobre los temas fundamentales de la agenda nacional y que en el segmento informativo de casi todos los medios se reproduce la propaganda gubernamental. La amenaza ahora es mayor y por la vía de la legislación se pretende anular los de por sí estrechos espacios de libertad.
Es difícil prospere la intención del régimen de anular a la pluralidad de la representación política. Requiere los votos en las Cámaras del PVEM y PT, juntos. Aun así, queda el sufragio y a pesar de la intención del régimen de alterar la competencia justa por el poder, como en otros episodios de la vida nacional y sólo por comparar, recientemente en Venezuela, no hay manera de evitar que los ciudadanos hagan valer su dignidad mediante el ejercicio del voto libre.