Al igual que en muchas industrias, dentro de la aviación tenemos un grave problema: el nepotismo; la Real Academia de la Lengua Española define a esta palabra como “Utilización de un cargo para designar a familiares o amigos en determinados empleos o concederles otros tipos de favores, al margen del principio de mérito y capacidad.”
Dentro de mí gremio, el de los sobrecargos de aviación, he sido sumamente vocal al declararme siempre en contra de esta práctica. Y es que en los contratos colectivos de los agremiados a la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación de México (ASSA) ha existido una cláusula, desde mí óptica, perniciosa; por lo menos con los celebrados con Aerovías de México y con Compañía Mexicana de Aviación, hasta su cierre de operaciones.
Hoy por hoy, ASSA solo mantiene vivo un contrato colectivo, el de los sobrecargos de Aeroméxico y en él existe esa norma, y voy a platicarles de qué va. Esta cláusula permite a los sobrecargos que sus familiares tengan preferencia (sobre otras personas) a momento de solicitar trabajo como sobrecargo de aviación.
Para mí, esta prebenda siempre me ha parecido una total incongruencia con el lema del sindicato: “Por la Razón y la Justicia Social”, sobre todo si concebimos a la justicia social como un concepto de igualdad y equidad, o en buen castellano, el piso parejo para todos.
¿Cómo podemos aspirar a valores como la rectitud, imparcialidad, equidad, neutralidad, ecuanimidad, objetividad, honestidad, probidad si se incentiva el nepotismo? Porque lo viví en carne propia, en el cada vez más lejano año 1998; cuando me formé en la fila para dejar mis papeles, me preguntaron sí venía recomendada por alguien, o “venía de la calle”, que es la forma en que llaman a los que no somos familiares de sobrecargos.
Con orgullo puedo decir que entré a volar sin la recomendación de nadie, más que de mí misma; si me abrí camino dentro de la aviación fue gracias a mi trabajo y empeño, no por ser “hija, sobrina (o lo que ustedes gusten) de alguien”.
Sin embargo, hoy -más que nunca- está vigente dicha cláusula en Aeroméxico, y eso limita que muchos jóvenes puedan sumarse a las filas de la aerolínea del caballero águila, pues por contrato, está obligado a darles preferencia a familiares de sobrecargos.
Lo que no está en el CCT ni en los estatutos del gremio es un “candado” que se inventó la actual secretaria general de ASSA, Ada Hermelinda Salazar Loza. Ella está condicionando esta cláusula, y para que un sobrecargo pueda “recomendar” a alguien, no debe tener ningún adeudo con el sindicato.
¿Y por qué los sobrecargos tienen adeudos con ASSA?, la razón es tan simple como triste, estimados lectores: porque no alcanzan a pagarlas con su sueldo, y sus cheques pueden venir “en ceros” después de todos los descuentos (incapacidades, seguro de gastos médicos, INFONAVIT, FONACOT, cuotas sindicales normales y extraordinarias, etc.), es decir, se quedan “sin alcance” y quedan debiendo el seguro de vida, carísimo, por cierto para el salario de los tripulantes que laboran bajo el CCTB.
¿Hay consecuencias de contratar personal únicamente por sus vínculos familiares? Sin duda, pues se han registrado casos de personas que no cumplen con el perfil, y a la larga se convierten en verdaderos dolores de cabeza para la empresa.
Porque una cosa es que tú estes muy contento, echando tu apellido por delante, para que tu pariente entre a trabajar a “la línea”, pero otra muy distinta es que ese recomendado tenga la vocación necesaria para desempeñarse a bordo de un avión.
Lamentablemente, en lugar de ir fortaleciendo la profesión de sobrecargo en nuestro país, este tipo de cláusulas que exudan “nepotismo”, hacen que tengamos una generación de sobrecargos que cree que la labor a bordo de una aeronave es tomarse “selfies” y presumir sus pernoctas en redes sociales.
Y olvídense de que sean trabajadores interesados en mejorar sus condiciones laborales, ¿para qué?, si está más padre subir una foto de tu comida en París. No son todos, por supuesto, y si me apuran son “la minoría”, pero actualmente vemos un claro detrimento en el interés de estas nuevas generaciones en participar de la vida sindical.
Qué les va a importar leer el estatuto, que es la ley interna que nos rige; no cuestionan nada, y dejan que otros decidan, bajo una lógica pavorosa: “mientras a mí no me quiten mi pernocta para irme de shopping, lo demás no importa”.
Lo peor es que, además de toda esta frivolidad, muchos de ellos se auto perciben como “influencers” del aire, y dan consejos y comparten “su vida diaria”, sobre todo en la plataforma de videos cortos, TikTok.
Y dejan a un lado la verdadera labor de un tripulante de cabina; es cierto que en las aerolíneas tradicionales el servicio a los pasajeros es parte del trabajo; pero una parte vital -y ahí no importa si es aerolínea de bajo costo, tradicional e incluso de la aviación privada- de la labor del sobrecargo, es velar por la seguridad de los pasajeros.
Pero si es un sobrecargo recomendado, y está ahí por el peso del apellido más que por vocación, ¿cómo va a actuar en caso de una emergencia? Si no sabe trabajar en equipo porque es “hijo de”, “sobrino de”, “recomendado de”, y cuidadito le hagas el feo porque hasta puedes perder tu empleo.
Podría sacar una larguísima lista de todos los recomendados que han entrado a las filas de Aeroméxico, dejando fuera a cientos de jovencitos que están esperanzados por un lugar, y que no se les da la oportunidad porque no tienen “quien los recomiende”.
Me parece trágico y vergonzoso que haya chicas y chicos que gastaron dinero para estudiar la carrera de sobrecargo, pero se les niega la oportunidad, a pesar de que ya cuentan con licencia vigente y todos los papeles que se requieren en la actualidad para volar. Los “de la calle” suelen ser jóvenes con su vocación bien plantada, y con la ilusión a flor de piel. A veces el sobrecargo recomienda a su familiar porque el aspirante simplemente “ya no quiso seguir estudiando” o porque lleva mucho sin encontrar trabajo.
¡Cuantos casos me tocó ver! La idea de “metete de sobrecargo; no haces mucho y ganas bien”, me revienta el hígado, porque lo que hace es denigrar una profesión que en la Ley Federal del Trabajo está catalogada dentro de los “Trabajos Especiales” por el desgaste que conlleva volar.
El mundo de “apariencias y glamour” no es más que un espejismo de lo que en realidad es la profesión de tripulante de cabina, que tiene que velar por la seguridad de los pasajeros, evacuar el avión en caso de emergencia y tener conocimientos de RPC, entre otras muchas monadas.
Lo comentaba hace unos días con una compañera sobrecargo, lo más crítico de aceptar “recomendados”, es que con la actual administración de ASSA, han entrado algunos especímenes que ponen en riesgo la seguridad aérea; es muy delicado que no se tome en cuenta -por el ejemplo- el Crew Resource Management (CRM), que es un conjunto de procedimientos de capacitación que se utilizan para mejorar la seguridad aérea mediante el uso efectivo de todos los recursos disponibles para una operación del vuelo segura, en la que una de sus principales habilidades es la comunicación y el trabajo en equipo.
Difícil tarea tendrá Aeroméxico con sobrecargos que son incapaces de comunicarse de forma correcta, o que no pueden trabajar en equipo, o son personas altamente sensibles y que por cualquier incidente se alteran. Y todo porque los apellidos de quienes les recomiendan “pesan”.
Antes de que bajaran de vuelo a Mexicana de Aviación, me preguntaban con frecuencia si metería a mi hija (en ese entonces nada más tenía una hija) a volar, y recuerdo que se sorprendían con mi respuesta: aunque la aviación era lo más maravilloso que me había pasado, jamás metería a mi descendencia a volar. ¿La razón? El desgaste tanto físico, como mental y emocional que conlleva el ser un tripulante de cabina.
Creo con fervor que uno debe de forjarse su propio camino y brillar por luz propia, no por ser el “pariente de”. Aunque los apellidos sean ilustres, uno debe de trazar su propio destino, por eso tanto en la aviación, como en la política, siempre criticaré las prácticas de seguir manteniendo “el nepotismo”.
Ya lo vimos con Andrés Manuel López Beltrán, no es fácil llenar los zapatos de su papá. O el caso de Luisa María Alcalde Luján, que jamás será Bertha o Arturo; así podría seguir de aquí a la eternidad, porque a gente muy valiosa, que viene de “la calle”, se les niega la oportunidad por no tener un “apellido pesado”.