La semana pasada tuve la oportunidad de platicar con un grupo de jóvenes. La mayoría ya andan metidos en temas sociales o políticos, pensando en cómo sumarse a transformar su comunidad, su estado o incluso el país. Pero, más allá de etiquetas o ideologías, lo que vi en ellos fue algo que me emociona y me llena de esperanza: traen ganas de hacer las cosas bien, de entrarle en serio, de no quedarse mirando desde afuera.
Si por algo realmente disfruto de esos espacios, es porque me encanta compartir lo que he vivido con jóvenes que quieren entrarle y chingarle. No porque yo tenga todas las respuestas o haya descubierto el hilo negro, sino porque me parece un honor poder compartir -de lo mucho o poco que he vivido en este camino- con personas que de verdad quieren construir.
Creo que, cuando alguien te dice que si se puede, algo dentro de ti se enciende y se convierte en motor para empezar o seguir. Y sí, estoy convencido que sí se puede entrar a construir, aunque no podemos romantizar el tema. Les comparto que no basta con tener ganas o buenas intenciones, sino de ir más allá, porque lo cierto es que en esta vida, y más si quieres cambiar las cosas desde adentro, las ganas no son suficientes, hay que sumar esfuerzo y trabajo.
Por eso, lo primero que hay que hacer es estar dispuestos a chingarle, así, sin adornos. Hay que tener la disposición de levantarse temprano, estudiar, prepararse, escuchar, caminar, aguantar la crítica, corregir el rumbo. Chingarle es estar ahí cuando nadie más quiere estar. Es hacer lo que toca, aunque muchas veces nadie lo pueda ver.
Y al mismo tiempo, es fundamental tener una brújula clara: congruencia. Que tengamos el “decir” alineado con el “hacer”. Esto último me parece sumamente importante, es una carta de presentación que hay que mantener siempre actualizada.
Otro punto que salió en aquella conversación —y que me parece clave— es el de aprender a tomar riesgos. El que no arriesga, no crece, no gana. No podemos esperar a que todo esté resuelto o a ser expertos en un tema específico para dar el primer paso. Atreverse a empezar, ya es estar en el juego.
Compartir con el grupo de jóvenes me invitó a recordar mi camino recorrido, los fracasos de los que he aprendido y sobre todo, de las personas que me han inspirado a, no solamente empezar a caminar, sino que me han impulsado a seguir en este transitar. A recordar que es en este camino, se aprende más de los fracasos que de los éxitos.
Y, por último, les comparto que existe una frase que para mí resume todo esto. Porque hay quienes se la pasan opinando, criticando, grillando, o ver cómo tumbarte, pero llegará un momento en el que no será necesario justificarse porque: #ChambaMataGrilla
Hoy más que nunca necesitamos juventudes que no le saquen al trabajo duro. Que se preparen, que se mantengan firmes, que levanten la voz, pero, sobre todo, que se ensucien los pies y se ensucien las manos por cambiar su realidad.
Porque sí se puede. Pero no basta con querer, hay que chingarle.