En Morena creemos que la política debe servir para transformar la vida de la gente, no para reproducir privilegios. En esa convicción hemos coincidido, desde nuestros orígenes, con figuras entrañables y ejemplares de la izquierda latinoamericana. Una de ellas es, sin duda, José Mujica, expresidente de Uruguay y referente ético del progresismo regional.

Pepe Mujica nos recordó, con su vida y sus palabras, que gobernar no es acumular poder, sino servir con humildad. Su decisión de vivir en una chacra sencilla, donar gran parte de su salario y desplazarse en un viejo “vochito” no fue un acto de populismo simbólico, sino de profunda coherencia moral. En palabras suyas: “El que no vive como piensa, termina pensando como vive”.

En México, el ex presidente Andrés Manuel López Obrador expresó en múltiples ocasiones su respeto por Mujica, no solo por su trayectoria política, sino por su integridad personal. Cuando iniciamos el proyecto de la Cuarta Transformación, sabíamos que uno de nuestros mayores desafíos sería mantenernos firmes en los principios, incluso al ejercer el poder. La austeridad republicana, la eliminación de privilegios, la lucha contra la corrupción y el enfoque en los más pobres responden a ese mandato ético que Mujica encarnó durante décadas.

Mujica dijo con claridad que “el poder no cambia a las personas, solo revela quiénes realmente son”. En Morena tomamos esa frase como una advertencia permanente. El riesgo de la burocratización, del alejamiento del pueblo, del olvido de nuestras raíces, es real. Por eso, escuchar a líderes como él nos ayuda a mantener el rumbo.

También coincidimos con su crítica al modelo neoliberal que, durante décadas, profundizó la desigualdad, desmanteló el Estado y convirtió al ciudadano en consumidor. Mujica y López Obrador, cada uno desde su trinchera, denunciaron el daño que esa lógica ha hecho en nuestros países. Pero además de la crítica, ambos han propuesto una alternativa basada en la justicia social, el respeto y la soberanía.

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Claro que hay matices. Mujica es más liberal en temas sociales, más horizontal en su forma de comunicar, y más alejado del conflicto directo. Nosotros, desde Morena, enfrentamos una realidad distinta: un sistema profundamente corrupto, medios de comunicación adversos y una oligarquía que no se resigna a perder sus privilegios. Sin embargo, reconocemos que la unidad no se logra solo con polarización, y que la izquierda también debe escuchar, dialogar y hacer autocrítica.

Como dijo Mujica en una de sus visitas a nuestro país:

“No hay revolución más difícil que la del alma humana”.

Hoy, desde Morena, reafirmamos ese principio. Seguiremos luchando contra la desigualdad, impulsando un Estado al servicio del pueblo y defendiendo la democracia, pero también haremos un esfuerzo por que la ética no se quede en el discurso, sino que sea nuestra práctica diaria, en cada nivel del movimiento.

Mujica nos enseñó que otra forma de hacer política es posible. En tiempos donde muchos buscan liderazgos que resuelvan todo desde arriba, él nos recordó que la verdadera transformación es colectiva, profunda y, sobre todo, humana.

Descanse en paz el gran Pepe Mujica.