Hay clasismo y racismo en la columna de hoy, en Excélsior, de mi amigo Jorge Fernández Menéndez. Pero también hay misoginia.

Dijo el columnista mencionado que el PRI en el Estado de México tiene “dos precandidatas viables, en primer lugar, Alejandra del Moral y, por otra parte, Ana Lilia Herrera. Todo parece indicar que se inclinarán por Alejandra, pese a la mayor experiencia de Ana Lilia, probablemente porque es la que mejor transitaría en la alianza y porque su presencia personal y política podría contrastarse bien con su rival de Morena, Delfina Gómez”.

¿La mayor virtud de la señora Del Moral es su “presencia personal”? Qué comentario tan misógino, además de clasista y hasta racista. De plano, Jorge se excedió al sugerir que Alejandra tiene mejor presencia personal que Ana Lilia y Delfina.

Evidentemente Fernández Menéndez utilizó la palabra presencia en una de las definiciones que de la misma proporciona el Diccionario de la lengua española: “Talle, figura y disposición del cuerpo”. Ojalá Jorge se disculpe con Ana Lilia y Delfina… y con la propia Alejandra. Sin duda las ofendió el columnista de Excélsior al juzgarlas por la apariencia y no por la capacidad de cada una de ellas. Ojalá que cuando él analice a la nueva secretaria de Educación, Leticia Ramírez, lo haga con criterios más serios y menos machistas que aquellos que utilizó al referirse a las precandidatas al gobierno de Edomex.

Malú y Marcelo contra Claudia y Adán

Solo un aspirante presidencial de Morena ha presentado en público un equipo de campaña —o precampaña—. Hablo de Marcelo Ebrard, quien el pasado 19 de junio, en Guadalajara, encabezó un mitin en el que anunció que creaba un comité de apoyo para buscar la candidatura presidencial... y anunció también a una coordinadora del grupo, la senadora Malú Mícher.

Antier, la senadora Mícher —cito una nota de Milenio— se reunió con Mario Delgado, dirigente de Morena, para denunciar a Claudia Sheinbaum y a Adán Augusto López por presuntamente promoverse en bardas, mantas y espectaculares.

No hay pruebas de que Claudia y Adán estén detrás de tales bardas, mantas y espectaculares; podría tratarse de promoción realizada por simpatizantes y aun por enemigos de la jefa de gobierno de la CDMX y del titular de Gobernación. Es decir, difícilmente podría acusárseles de acciones anticipadas de campaña.

Quien sí se adelantó a los tiempos legales para hacer proselitismo bien organizado es Marcelo: en público integró un equipo de campaña y nombró una coordinadora, la senadora Malú. En este caso, por lamentable que sea, lo de menos es que Ebrard haya violado abiertamente la ley electoral, sino que una feminista de toda la vida como la senadora Mícher, solo por intereses políticos, se preste al juego de golpear a una mujer con posibilidades reales de llegar a la presidencia de México.

Porque en la denuncia que hizo Malú Mícher ante el dirigente de Morena, lógicamente el denunciado es coartada o pretexto para darle fuerza a la acusación contra la denunciada. Porque lo cierto es que Adán Augusto no preocupa a Marcelo: son malos los números del secretario de Gobernación en las encuestas y empeoran cada día. Al canciller solo Claudia le quita el sueño porque, es la verdad, ella lo supera en los estudios que miden preferencias electorales. Aunque la ventaja de la jefa de gobierno sobre el canciller no es apabullante, lo que tiene nervioso a Ebrard es que Sheinbaum, menos conocida que él, no ha dejado de crecer.

Así las cosas, en el equipo de Marcelo Ebrard han comprendido que si este aspirante no mejora en las encuestas —y ello no ha ocurrido—, entonces su única oportunidad para quedarse con la candidatura de Morena es lograr que se descalifique a Claudia Sheinbaum. En este sentido, denunciar a la jefa de gobierno al interior del partido significa sembrar elementos para que la sancionen severamente el INE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Ese es juego sucio, sin duda. Una pena que la feminista Mícher, quien toda su vida luchó para que las mujeres llegaran al poder, hoy que una de ellas puede al fin ser presidenta, se preste al juego de un machito ambicioso obsesionado con despachar en Palacio Nacional.