“Qué hubiera escrito Neruda

qué habría pintado Picasso

si no existieran musas como ustedes

Nosotros con el machismo

ustedes al feminismo... y al final

la historia termina en par

pues de pareja vinimos y en pareja

hay que terminar

Terminar... terminar

Y si habitaran la luna

habrían más astronautas que

arenas en el mar

Más viajes al espacio que historias

en un bar... en un bar”

RICARDO ARJONA

Ruego, estimad@ lector@, me acompañe en este ejercicio de política ficción, uno que tal vez pueda hacerse también en otro momento desde la óptica de la oposición.

Si yo fuera MUJER de izquierda y candidata a la Presidencia de México estaría preocupada por diversas razones. La primera: más allá de ser MUJER (de izquierdas, centro o derechas), en México sabemos que todos los candidatos del partido en el gobierno en turno a puestos de elección popular tienen que sortear más obstáculos que quien decide irse por la libre. Entre ellos, no enfrentarse, contradecir, rebasar, enemistarse, enojar o diferir del ejecutivo federal, al menos mientras este se decide por un@ candidat@ (corcholata le dicen ahora). Si bien el tema es de por sí desafortunado —pues es producto de un sistema patriarcal, vertical, presidencialista, que hay que desterrar, sin duda—, este es señalado mucho menos cuando la tensión, producto de plegarse o no a los designios del presidente, se da en entre o con candidatos varones. Cuando se trata de una MUJER precandidata este asunto se amplifica. Y la razón es sencilla: hoy en día, la sociedad mexicana conformada por 51% MUJERES y un buen porcentaje más de hombres que las apoyan en igualdad de términos no pueden ni quieren ver a una MUJER de poder doblegarse por completo a lo que diga el Ejecutivo federal, así sea para asegurar la candidatura a la Presidencia.

Así, si yo fuera MUJER de izquierda y candidata a “la grande”, sabría que enfrento un dilema fundamental: si encaro a López Obrador en algunos temas o aspectos de los que estoy convencida, seguro me enemistaría con él y perdería la posibilidad a la candidatura; mas si no lo hago, dejaría “desamparadas” ciertas convicciones y asuntos que DEBERÍA abordar y que de no hacerlo, además, seguramente me costarían la victoria en el proceso comicial. Uno de ellos es de vital importancia, sobre todo siendo yo una MUJER de izquierda que aspira a la máxima investidura: el feminismo (ese que es mal entendido y peor llevado por López Obrador y la 4T, y que supone apoyar a las mujeres violentadas, las encarceladas injustamente, las asesinadas por el solo hecho de ser mujeres, los mecanismos para reducir las desigualdades sociales y tantas otras cosas).

¿Qué me queda entonces por hacer para salir del laberinto? En el tema concreto antes mencionado la respuesta concreta es abrazarlo indirectamente. Y, de nuevo, a continuación busco explicarme:

Para empezar, procuraría acercarme/privilegiar/seleccionar a una o unas cuantas comunicadoras, periodistas, líderes de medios de comunicación y/o de opinión MUJERES. El objetivo es darles visibilidad a las féminas —y a mí misma como MUJER— por el solo hecho de privilegiar a un MUJER del ámbito de la opinión pública. Concederle(s) a ella(s) preferencia, entrevistas, primicias.

Ni siquiera supondría abordar con ella(s) el tema de las MUJERES en este país; el mero acercamiento con ellas o alguna de ellas bastaría para mandar una señal a la población en ese sentido; fortalecer la voz de las MUJERES sin tener que hablar de ellas.

En el mismo sentido, si yo fuera MUJER de izquierda y candidata a la Presidencia de la República y enfrentara el terrible dilema antes descrito, buscaría acercarme —tender puentes y dejarme ver/retratar— a la clase empresarial y a la población de MUJERES emprendedoras de México; a las que son jefas y cabeza, y las que entienden la importancia del trabajo en equipo y han tenido que sortear —particularmente en el ámbito económico y financiero— dificultades aún mayores por el solo hecho de ser MUJER. Alguna(s) que haya(n) roto “techos de cristal” y que continúan creciendo sus empresas.

Si yo fuera MUJER de izquierda y la muy probable candidata a la Presidencia, trataría de crecer políticamente hablando con otras MUJERES y no a costa de ellas. Como puntera en la carrera presidencial, buscaría insertar a la arena del debate nacional —para enriquecer y balancear este— a otras valiosas MUJERES de la oposición, entendiendo el bien común y sin falsas acusaciones de uno u otro lado. Demostrar que entre MUJERES podemos debatir, sopesar ideas y llegar a mejores soluciones. Me correspondería asegurarme de que el debate político no se dé mayormente entre hombres y por ello invitaría a ese debate a MUJERES de oposición.

¿Por qué no hacerlo con las de izquierda y con mis compañeras de Movimiento? También, pero el abrir el abanico a la oposición, ampliaría la posibilidad de nuevas propuestas. Y, más allá de eso, incorporaría la voz de las MUJERES al debate nacional.

Si yo fuera MUJER de izquierda y segura candidata a la Presidencia, saldría menos en espectaculares de forma aislada y más en compañía de otras MUJERES de valía. Acompañada, no rodeada, pues vamos en equipo y entre todas nos cobijamos…

Si yo fuera MUJER de izquierda y candidata a la Presidencia, dejaría claro que el apoyo e impulso a las MUJERES y sus causas, salen —si bien indirectamente— de mi gobierno y de mi persona.

En otras palabras, si yo fuera MUJER de izquierda y candidata a la Presidencia, mostraría inteligentemente y de forma efectiva lo feminista que soy, sin siquiera tener que decirlo o abiertamente expresarlo (mucho menos confrontarme con los hombres que, hasta hoy, hay que decirlo, controlan la esfera política de este país).