Michoacán, como muchas otras entidades que tendrán relevo del ejecutivo estatal, abre las puertas a la contienda no oficial que, con mucha antelación, se apertura como parte de nuestra cultura o, de plano, si lo queremos llamar usos y costumbres. De hecho, muchos lo hacen a través de las llamadas asambleas informativas de unidad, del que se da cuenta de los informes o logros del gobierno de la Cuarta Transformación. Por lo que se juega, en efecto, ha comenzado una lucha sin cuartel que, desde un principio, habíamos anticipado sucedería porque ninguna estructura o grupo habrá de renunciar a sus aspiraciones cuando, sabemos, en el enigma de las encuestas, todo es posible que parezca. Aun así, muchos, decididos a lo que viene, están dispuestos a cargar con la enorme presión y, de paso, a ser tolerantes ante el fuego cruzado de una guerra mediática e informativa que se ha propagado ya.
En Morena, al menos en su proceso interno, todo puede pasar antes de que una encuesta haga su función. Lo vimos con el propio Cristóbal Arias Solís, que fue precursor de la lucha democrática, pero que, al final de cuentas, se sintió agraviado porque no fue electo como candidato a gobernador en 2021. Hizo rabietas y rompió, en aquel entonces, con la dirigencia que encabezaba Mario Delgado. De hecho, movilizó a pequeños grupos al interior y, ante la improvisación, hizo que renunciaran a Morena uno que otro simpatizante. Toda la historia que sigue ya la conocemos. Terminó por sucumbir con la polémica y, para permanecer activo, generó una estructura a favor de Claudia en busca de una posición de consolación. Desde ese momento, hasta la fecha, el curso de las elecciones en Michoacán ha marcado un hito para que los ejercicios se legitimen con la gente.
Lo únicos que estarán facultados para tomar decisiones, lo ha dejado claro Luisa María Alcalde, serán las reglas de participación internas y la dirección nacional que vigilará el curso del mismo. Eso, como, muchas otras cosas, podemos asegurarlas por la lógica de las circunstancias: Morena ganará la elección intermedia del 2027 con gran margen de diferencia. Cualquiera que enfrente a Alfonso Martínez en la carrera por el Solio de Ocampo, lo doblegará en las urnas. El PAN, que está en un callejón sin salida, no ha encontrado ni encontrará la brújula. La izquierda, que ha cumplido su promesa de campaña, seguirá conservando el poder institucional. De hecho, todo eso comienza a dar forma con los pormenores que detallan las encuestas.
Esas mismas encuestas de las que hablamos, ahora que han confirmado su grado de efectividad con la pasada elección presidencial, son las que han puesto en el tablero preelectoral a una lista larga de aspirantes. Podemos darnos una idea muy clara de quienes son, en especial por las tareas que llevan en sus encomiendas.
De Morena, de hombres y mujeres, suenan perfiles como Fabiola Alanís Sámano, Gladyz Butanda, Raúl Morón, Carlos Torres Piña, Celeste Ascencio. A manera de equidad de participación, desde luego, han brotado cuadros del Partido del Trabajo y Verde Ecologista de México. Naturalmente, se han mostrado de cerca otros funcionarios de la administración que, a nuestro juicio, han sepultado sus aspiraciones por el espiral de señalamientos que han sacudido.
Hablamos de Gabriela Molina, que ocupa la titularidad de la Secretaría de Educación del estado. Resulta que, a través de las redes sociales, ha trascendido que ella, de maestría y doctorado, no tiene un registro o rastro oficial. Si esto se confirma, no solamente sería un escándalo ruidoso para ella, sino que no tendría chances de competir en la interna de Morena ante lo aventajado del ritmo.
No habrá necesidad de que la dirigencia de Morena entre a fondo en este tema. De hecho, no es ni siquiera un tema que le corresponda abordar. Si Gabriela Molina mintió en su formación profesional, desde luego, el impacto negativo se lo provocará ella misma. La sociedad, en definitiva, es la que juzgará la falta, pero sobre todo la mentira, de llegarse a confirmar. Mientras eso suceda, de suspenso, será el curso de los siguientes meses en los que veremos un intercambio de posicionamientos y guerra sucia al que recurren comúnmente ante las estrategias que se diseñan en vísperas de un ejercicio de esta envergadura. En la primera oportunidad que exista, naturalmente, esto se dispara literalmente a la velocidad de la luz. Veremos más recorridos, audiencias, conferencias de prensa y uno que otro evento que siempre sirve para activar a la gente.
De lo que sí podemos estar seguros, que culminará en la unidad, es en el deseo de la presidenta constitucional por conservar uno de los principales bastiones de la izquierda. Aquí nació la lucha social. De hecho, hay plena identificación con esas causas. Tan solo la presidenta de México, en una evaluación de septiembre, promedió más del 78% de apoyo en este enclave de la geografía. Eso juega a favor, pese a los relanzamientos del Partido Acción Nacional, que será derrotado en tierras purépechas. Mientras eso suceda, tal y como se puede observar, vemos una lucha álgida. Lo más difícil, quizá, radica en el juego interno de la coalición Seguimos Haciendo Historia.
Sé que las elecciones se juegan y se ganan con votos. En la lógica de las circunstancias, por esa simple razón, el panismo no tiene cabida en el ánimo ni mucho menos margen de maniobra para pelear de tú a tú con una aplanadora guinda que ganará.



