A finales de abril la consultora global Kearney, presentó el índice de confianza de inversión extranjera directa (IED) donde destaca que México cayó cuatro lugares, para ocupar el último puesto en la lista de los 25 países más confiables para la inversión extranjera, no es de asombrarse, dada la incertidumbre generada por la reforma al poder judicial y la falta de políticas públicas que garanticen la participación de los capitales privados nacionales o extranjeros.

El gobierno de México y su partido tomaron la decisión de ponerse innecesariamente al servicio del bloque ideológico de la tiranía y el fracaso.

No importó comprometer el desarrollo del país y sus libertades, solo valió la propaganda engañadora y manipuladora de la “justicia social”.

La desconfianza hacia México se origina a partir del Plan de Desarrollo y el Plan México de la presidenta Sheinbaum que con su slogan de la época de Echeverría: “Hecho en México”, envía un poderoso mensaje.

Desconfianza

Ambos planes son una retahíla de lugares comunes sobre las necesidades del país, no abordan cómo podrá llegar la inversión extranjera directa, por el contrario, la limitan, al señalar que la inversión privada podrá participar siempre y cuando sea en alianza con el Estado y que los activos e infraestructura después de un tiempo, pasan a propiedad gubernamental.

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De acuerdo con el Plan México y las reformas secundarias que se han aprobado, la política económica solo marca un camino, favorecer a la oligarquía mexicana para que asuman el control monopólico de los agentes de producción y para protegerlos, la política de cerrar el país con aranceles, es decir, regresar al proteccionismo que nos atrasó por décadas.

El objetivo es un “estatismo” absurdo y decadente que favorece a las medidas del presidente Trump, donde el gobierno de México no hace nada para fomentar inversiones, desarrollar industrias y elevar el nivel de negociación como ya lo están haciendo Japón, Vietnam y Corea del Sur.

El fracaso del segundo piso

Habrá quienes digan que México se encuentra en el ranking de las 25 naciones más atractivas, pero lo cierto es que, lo que sostiene con alfileres la inversión, son factores como un mejor costo en la mano de obra, el tamaño del mercado interno, la disponibilidad de materias primas y “evidentemente, el acceso al mercado estadounidense”, no es por alguna política pública de la 4T.

La realidad es que no ha llegado nueva inversión y la que se ha medio mantenido, corresponde a reinversiones de beneficios o utilidades. El nearshoring que pudo ser uno de los ejes para el desarrollo, ha salido prácticamente del interés del gobierno y todo indica se reconfigurará a cerrarse por completo.

El problema crece cuando vemos la forma en que se está instrumentando el paquete de reformas que dejó AMLO junto con la del poder judicial, que quedará al servicio del presidente en turno y del partido en el gobierno.

Morena y el segundo piso de la 4T operan a imagen y semejanza del Partido Comunista de la URSS o el de Cuba, partidos hegemónicos, de control familiar y dictatorial. AMLO impuso como presidenta a Luisa María Alcalde y en el segundo cargo dejó a su hijo, Andrés López Beltrán, que es quien toma las decisiones. Andrés puso como secretaria general a Carolina Rangel, una joven que pertenece al grupo de jóvenes que los hijos de AMLO controlaban en lo que llamaron la “ayudantía de Presidencia”, de donde fueron brincando a importantes cargos en la administración pública.

La desconfianza

Morena hace caso omiso de las propuestas de la presidenta Sheinbaum, no ratifica, respalda ni valida acuerdos o políticas que no los beneficien o con las cuales estén de acuerdo. Se vio claramente con la designación de la presidenta de la CNDH o cuando rechazaron los términos de la propuesta sobre el nepotismo., ese caso fue tan notorio, que Sheinbaum en lugar de trabajar con el Congreso, mandó una carta a su partido.

Si Claudia Sheinbaum decide defender el T-MEC, luchar contra el crimen organizado o coordinar políticas migratorias con Estados Unidos, el mensaje de Morena, sale duro y contundente en contra de las medidas que se puedan tomar, o participa en actos tan significativos como el que Rangel Gracida se haya presentado en Cuba, acompañada de una delegación que incluía a legisladores morenistas para firmar un acuerdo de intercambio y cooperación entre Morena y el PCC.

En otras palabras, según la dirigente: “Cuba es un ejemplo vivo de que otro mundo es posible cuando se pone al ser humano en el centro, tal y como lo impulsa el Humanismo Mexicano de la Cuarta Transformación”. Y, para que no quedara duda, en un artículo publicado el sábado pasado volvió a reivindicar la dictadura cubana y a uno de los más grandes y reconocidos genocidas, Joseph Stalin.

Cómo podrá maniobrar el gobierno de Claudia para buscar confianza en México si la 4T, de forma pública está totalmente ligada a los intereses de China, Rusia y Cuba.

X: @diaz_manuel