A través de los distintos espacios de opinión, de los medios conservadores, criticaron la ausencia de la presidenta de México en la Organización de las Naciones Unidas que se lleva a cabo en New York. Eso puede verse, desde luego, como un acto rutinario de la oposición. Ellos, como lo han descrito de una u otra forma, no están contentos con ninguna acción que lleve a cabo el proyecto de transformación. Critican hasta el más mínimo detalle con tal de buscar tribuna que los acerque a los temas dominantes de la agenda nacional. El problema es que, en definitiva, ellos no forman parte de los asuntos que se discuten y son, en sí, algo que pasa desapercibido o, de plano, no se puede reconocer como un argumento sólido ante la falta de credibilidad que tienen, sobre todo personajes impresentables como Alejandro Moreno y Ricardo Anaya.
Estamos más que acostumbrados a que la oposición dejé de reconocer los avances sustanciales que sí se están llevando a cabo en el país. Si somos un poco críticos, eso le traerá un costo político más elevado a la misma oposición, sobre todo la evaluación que emite la propia opinión pública. Los más recientes estudios, del mes de septiembre, muestran un claro descenso del PAN y PRI. Son las fuerzas que menos simpatizantes tienen y, de paso, los partidos más repudiados. Ellos tienen una clara ruptura con los sectores sociales. Y cuando hemos visto de todo, y nada nos sorprende, no podemos esperar más de un contrapeso que tiene un diluido discurso que se entrelaza con la realidad que los aqueja. En lugar de usar la cabeza o el razonamiento, han caído tan bajo, justo en el peor momento.
La idea de que Claudia Sheinbaum no asistiera a la cumbre de la ONU, desde luego, no tiene ninguna repercusión negativa. Muchos analistas conservadores dicen que, de plano, era la oportunidad perfecta para tener encuentros con mandatarios de primer nivel. Lo que hemos aprendido, en los tiempos cambiantes de la cuarta transformación, es que no es necesario la parafernalia que nos tenían acostumbrados expresidentes como Enrique Peña Nieto, que viajaba con lujos de la mano de una comitiva de comunicadores que, en medio de las simulaciones, aplaudían el desastre que en su momento fuimos antes los ojos del mundo. Muchas veces, de hecho, nos causó vergüenza ver los tropiezos de Peña Nieto en ese tipo de cumbres.
Ahora que todo es distinto, queda claro, México puede presumir que su representación es de primer nivel pese a la ausencia de la presidenta. De hecho, la Secretaría de Relaciones Exteriores, que se trasladó a Estados Unidos para atender la agenda de la cumbre de la Organización de las Naciones Unidas, está llevando a cabo un papel preponderante. Uno de los discursos que más me gustó del canciller, sin duda, fue aludir al papel crucial que están jugando la mujer en nuestro territorio nacional.
Sin ir más lejos, está el claro ejemplo de nuestra presidenta constitucional, Claudia Sheinbaum. Con esa sagacidad que ha mostrado, muchos han esbozado su interés por fortalecer lazos diplomáticos con México. Pasó hace poco con el primer ministro de Canadá. Hubo, además de coincidencias, una amplia gama de asuntos que competen al reforzamiento de tratados comerciales, cambio climático, tecnología e innovación, lo mismo que democracia participativa.
Una de las consignas para la Secretaría de Relaciones Exteriores, que lleva la representación de la presidenta, es mostrar al mundo que estamos a favor de la paz. México, como uno de los países fundadores, puede llegar a ser un mediador para conflictos entre otras naciones. Así nos hemos mostrado ante los ojos del mundo, sobre todo ahora que hemos dado el ejemplo de democracia, humanismo y equidad en la paridad de género. Basta ver el mensaje del canciller que lució claro en decir al universo que la mujer, por encima de cualquier cosa, debe tener las mismas circunstancias de igualdad, en especial en acceso a la educación, salud, seguridad y oportunidades. Siendo así, otro de los objetivos principales, ante la asamblea de la ONU, es proyectar las condiciones que se están dando para que el territorio prospere al grado que ha ido creciendo.
Con humanismo y responsabilidad, de hecho, México ha ido alcanzando cifras récord de inversiones. Desde que se acabó la corrupción y el burocratismo, queda claro que los programas sociales han penetrado como nunca antes. Más de 13 millones de pobres han salido de esa situación de vulnerabilidad. Además de ello, sobra decirlo, México es ejemplo de democracia. Las decisiones, única y exclusivamente, están en manos de la ciudadanía. Con esa premisa, hay mucho que presumir al universo, sobre todo a las grandes potencias que han mostrado su enorme interés por fortalecer lazos de cooperación.
Por eso el mundo nos califica como un país democrático. Tan solo Claudia, que representa y ondea nuestra cultura, es vista como una de las mujeres con mayor poder político en temas globales. Sus conocimientos científicos, y su enorme sensibilidad para gobernar a una nación inmensamente grande y rica en recursos naturales, hablan por sí solos. Con esa perspectiva a favor, y con una representación de primera, los ciudadanos, en su inmensa mayoría, nos sentimos bien representados desde la cumbre de la Organización de las Naciones Unidas, con sede en New York. De hecho, lo que se ha planteado desde la tribuna de la asamblea general, de pies a cabeza, tiene el sello distintivo de la cuarta transformación.