Desde 1948 el Vaticano tuvo las primeras denuncias de víctimas de Marcial Maciel. Realizaron una investigación superficial, algunos señalamientos (nada grave) y pronto el tema se olvidó. Maciel fue restituido y su imagen fue blindada de todo agravio, cualquier acusación no era tomada en serio. Al contrario, se ocultaba. Uno de los principales responsables de este encubrimiento institucional fue el cardenal Ratzinger, después Benedicto XVI. Cuando ocupó el cargo máximo de la Iglesia católica, se limitó a una escueta declaración condenando los actos del fundador de los Legionarios de Cristo y enviándolo a una vida de silencio y penitencia. Más de 60 personas sufrieron abuso sexual a cargo de Marcial Maciel pero la sentencia fue “silencio y penitencia”.

¿Por qué el encubrimiento? ¿Qué hacía especial a Maciel?

La respuesta es triste y lamentablemente lugar común: El dinero. Maciel, sobrino de 3 obispos, no solamente destacó como psicópata, también tuvo un agudo olfato empresarial que le permitió convertir su “visión religiosa” en un redituable negocio. Esto le permitió extender su obra a nivel mundial, siempre enfocado en educar élites, y tener el control de la jerarquía católica. Además, promovió la perspectiva de la Iglesia conservadora, fascista y anti-derechos humanos que tanto abrazaron tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI. Con una habilidad sobrenatural para la persuasión, aprovechaba cada recurso a su disposición para seducir obispos, empresarios y viudas herederas de fortunas.

No solamente vivió como el fundador de una exitosa congregación religiosa, también tuvo diversas vidas ocultas en donde formó (hasta donde se sabe) dos familias, con descendencia, de la cual también llegó a abusar. Mientras dirigía la moral de la oligarquía, condenando cualquier acto de liberación como sensualidad pecaminosa, él disfrutaba de romper el celibato, violentando con mentiras y manipulación a todas sus víctimas, ya fueran niños del seminario o mujeres engañadas con su doble identidad de empresario petrolero.

Apenas hace unos meses conocíamos la disolución del Sodalicio de Vida Cristiana, una agrupación pseudocristiana de derechas que el Papa Francisco tuvo a bien cerrar debido a que las acusaciones contra su fundador y sus integrantes reveló todo un entramado de violencias y abusos. Queda la pregunta, ¿qué pasó con el Regnum Christi (movimiento secular de los Legionarios de Cristo) y con la propia Legión de Cristo? Ambas persisten. Demostrando que es inamovible el poder que funda sus raíces en el oro. Para el caso del Sodalicio se argumentó que la supresión correspondía a una falta de carisma fundacional. Es decir, que el fundador en realidad nunca recibió un carisma especial ni nada para fundar. Curiosamente no se argumentó lo mismo en el caso de los Legionarios de Cristo, incluso cuando su fundador fue públicamente expuesto y señalado como una persona que durante toda su vida se dedicó a mentir, violentar y abusar.

Las preguntas siguen surgiendo, ¿será que tanto el RC como la Legión son toleradas por las elevadas cantidades de recursos que aportan a la santa sede y a las Iglesias locales? ¿Se considera realmente que Marcial Maciel actuó solo y que no hubo un entramado de corrupción y complicidad por parte de la jerarquía, gobiernos y grupos empresariales que le permitieron operar con impunidad? ¿Qué sanciones recibirán laicos y laicas, sacerdotes, obispos y cardenales que sabiendo de las denuncias decidieron rechazarlas colocando a Maciel por encima de su propia deidad y de la ética cristiana? ¿Se dirán todas esas personas víctimas de los engaños de Maciel? ¿Se dirá la misma jerarquía que se equivocó? Eso sería irrelevante.

La Legión de Cristo ha invertido recursos materiales en actos de reparación y en pedir perdón. Finalmente eso no resuelve nada, ya que ese “carisma fundacional” es una fábrica cuyo iniciador no pensó como una obra del catolicismo sino como un aparato de control, sometimiento y generación de capital. Lo único que verdaderamente importa es poder garantizar a las víctimas que esos actos no se repetirán; sin embargo, nadie puede asegurarlo mientras esas instituciones y otras que promuevan lo peor y más bajo de los principios conservadores (violentos) del catolicismo. ¿A cuántos más les seguirá blindando el oro?