La estrategia de la izquierda es la movilización. La estrategia de la derecha es la impugnación. Cuando se radicalizan, la izquierda hace revoluciones; cuando la derecha lo hace, realiza golpes de Estado. En medio está una acosada democracia. ¿Hasta dónde se puede tensar la liga sin romperla?

Desde finales de la década de los ochenta, de las revoluciones de terciopelo en Europa del Este, que pusieron fin a la Unión de Repúblicas de Socialistas Soviéticas (URSS), del fin de las dictaduras en Latinoamérica y del partido hegemónico en México, la izquierda optó por la ruta de la democracia, pero sin renunciar al movimiento de masas como vía pacífica de protestas y de presión social.

La derecha, sin renunciar del todo a la movilización, optó por la disputa legal, lo cual concluyó en una hiper judicialización de la disputa política. Tanto que llevó a juicio, destitución e incluso, cárcel a líderes de la izquierda. Tal fue el caso de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, en Brasil o de Michell Bachelet, en Chile, por mencionar algunos.

La transición a la democracia en México inició hace 35 años. En las elecciones de 1988 terminó la era del partido único. Paulatinamente, el país avanzó hacia la pluralidad política, la libertad de expresión y la tolerancia.

En la izquierda, la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas catalizó la unidad e inició un movimiento de masas. La izquierda partidaria, primero clandestina, después marginal, se unió a la izquierda social y a las corrientes nacionalistas que rompieron con el PRI. Ante un férreo control de los medios de comunicación por parte del gobierno, la movilización social se convirtió en la única vía posible y al mismo tiempo en la válvula de escape a la presión social.

Por muchos años, la resistencia civil fue la estrategia de los panistas. Marchas, platones, huelgas de hambre. Con Carlos Salinas de Gortari, optaron por la “concertacesión”, que los llevó a la Presidencia de la República en 2000 y en 2006. La estrategia del PAN en particular y de la oposición en general, en contra del Gobierno de AMLO, ha sido la judicialización. La disputa en contra del gobierno de la 4T no se da en las calles, sino en los tribunales.

Dos mil quinientos amparos en contra de la Ley de la Industria Eléctrica; cientos en contra de la construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, del Tren Maya, de la Refinería de Dos Bocas. Como lo dijo el Presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar, tal parece que todos los actos del gobierno son inconstitucionales.

En un régimen democrático, la derecha o la izquierda tienen el derecho de ejercer la protesta social de la manera que consideren conveniente a sus intereses, siempre y cuando sea de manera pacífica; sin embargo, tanto la movilización o la hiper judicialización conllevan el riesgo de deteriorar la vida social y por tanto, al debilitamiento de la democracia, un patrimonio ciudadano que todos debemos preservar. Eso pienso yo, ¿usted qué opina? La política es de bronce.

Onel Ortiz Fragoso en Twitter: @onelortiz