Creo que fue Paul Auster quien dijo que “el fútbol es un milagro que le permitió a Europa odiarse sin destruirse”. La maravilla ya rebasa al Viejo Continente. Acabamos de ver que los mexicanos podemos odiar 90 minutos a los argentinos sin que a nadie le pase nada grave. Lo vimos en el estadio del México-Argentina. Una bronca apasionada sin consecuencias graves. Normal entre hinchas que seguramente más tarde, en un país que lo autorice, beberán la copa juntos y se reirán de lo que pasó.

La democracia también es para eso: dividirnos ideológicamente en cada nación todo lo que se quiera —la unanimidad ni existe ni es deseable—, pero expresar en las urnas las fuertísimas diferencias para no matarnos.

Las numerosas marchas que ha encabezado AMLO en el centro de la Ciudad de México han sido también un milagro, y la de hoy —en la que estaré al menos con uno de mis nietos— volverá a ser un suceso maravillosamente pacífico y cívico.

AMLO ha marchado para demostrar que es inmune al odio de ellos —los conservadores, los dueños del dinero, de los grandes medios y del poder político—.

Así lo decidió Andrés Manuel desde muy joven: iba a entregar su vida a una causa y la ha defendido con civilidad en la calle de demasiadas agresiones absolutamente antidemocráticas en su contra.

¿Ya olvidemos el desafuero con el que quiso en 2004 quitarle a AMLO sus derechos políticos el entonces presidente Vicente Fox, a quien acompañaron en tan perverso proyecto Carlos Salinas, Diego Fernández de Cevallos, la SCJN de aquella época y los medios de comunicación más importantes?

¿Ya olvidamos el fraude electoral de 2006 para robarle la presidencia a López Obrador y entregarla a Felipe Calderón, algo que fue posible porque se unieron para lograrlo la presidencia de aquel México, el PRI, el PAN, los gobernadores de ese tiempo, los liderazgos sindicales, los medios y la clase empresarial —con el inmoral apoyo y hasta con la coordinación del INE cuando se llamaba IFE—?

Tales ataques contra el movimiento de AMLO fueron precedidos y seguidos por gigantescas campañas de odio contra el tabasqueño.

Pudo Andrés Manuel haber cedido a la tentación de los duros de izquierda y haber respondido con medidas duras o con acciones cercanas a la violencia. Pero AMLO jamás escuchó a quienes proponían romper por la fuerza el orden social; en lugar de ello, optó por la protesta cívica, enérgica pero no violenta, la desobediencia pacífica que invariablemente se nutre de salir a la calle.

Hoy el presidente Andrés Manuel López Obrador volverá a marchar con sus seguidores para responder con civilidad y pacifismo al odio en su contra que no cesa.

La marcha de este domingo 27 de noviembre es el milagro —parafraseo a Paul Auster— de permitir que ellos sigan odiando a AMLO sin que se les moleste, pero eso sí dándoles una lección.

La marcha de Andrés Manuel será también pedagogía: a ellos, los que odian, les enseñará la esencia de un sistema de libertades como el nuestro y que deberemos defender por el bien de todos, inclusive de los propios odiadores, a pesar de que estos pretendan destruirlo para volver al pasado autoritario.