Hace unos días fue electo Zohran Mamdani como el nuevo alcalde de Nueva York. No se trata de cualquier demarcación, sino quizás de la ciudad más cosmopolita, diversa, caótica y vibrante del mundo; nada más ni nada menos que la “Big Apple”.

La elección de Mamdani ha enviado ondas de choque en Estados Unidos y en el globo. Postulado por el Partido Demócrata, el próximo alcalde es un migrante de treinta y cuatro años, nacido en Uganda, musulmán, carismático, autodefinido socialista y que ha desplegado una serie de propuestas para la ciudad que han entusiasmado a millones de jóvenes, pero que al mismo tiempo ha puesto a sonar las alertas en el ala conservadora estadounidense.

Entre otras propuestas, Mamdani se ha comprometido al aumento de impuestos a los residentes más acaudalados de la ciudad y a sus empresas, impulsar políticas dirigidas a detener el alza en los costos de los alquileres y ofrecer transporte público gratuito. Desde la visión progresista moderna, las ideas del alcalde parecen responder a las más legítimas exigencias de una clase media que aspira a abrirse paso en una sociedad desigual. Sin embargo, su viabilidad ha sido puesta en duda, pues la ciudad –que se compone apenas de cinco distritos- depende en buena medida de un consejo legislativo y, sobre todo, de las decisiones que se toman en el gobierno del estado de Nueva York, en Albany.

Por lo tanto, se ha señalado que las promesas de Mamdani bien podrían limitarse a lemas de campaña. Los republicanos, tanto dentro como fuera de Nueva York, no han escatimado recursos para denostar a la estrella naciente de la ciudad, que ha sido igualmente descalificado como resultado de su escasa experiencia en el sector público.

En adición, numerosos especialistas del fundamentalismo islámico han señalado que Mamdani podría estar relacionado con la organización conocida como los Hermanos Musulmanes: cofradía que ha existido durante décadas cuyos objetivos fundacionales son la destrucción del modo de vida de Occidente y la implantación de la ley islámica en Europa, al tiempo que ha sido acusada de recibir financiamiento de grupos terroristas como Hamás.

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La figura de Mamdani es sobremanera controversial. Por un lado, encarna la esperanza de una sociedad rica y diversa dispuesta a resistir las acciones de Donald Trump dirigidas a imponer una visión nativista, hermética y homogénea de los Estados Unidos, pero a la vez, podría ser el peón de un fundamentalismo islámico que avanza inexorablemente en el mundo occidental.

Los extremistas lo han hecho ya en Europa, donde un creciente número de capitales se enfrentan a la imposición de tradiciones islámicas, y buscarían ahora perseguir sus objetivos en la otrora capital del mundo: Nueva York.