El presidente de todos los mexicanos dijo hoy, lleno de rabia e iracundo, que todos los organizadores de la Marcha por la Democracia son unos “reverendos hipócritas”. Dicho sea de paso, no nada más llamó así a los organizadores de la manifestación sino a todos los que en ella participaron, que fueron cientos de miles, quienes no fueron atraídos a porque alguien se los ordenara, asistieron por su entera y completa voluntad.

La palabra “hipócrita” siempre me ha parecido una palabra que tiene una connotación muy fuerte. Es particularmente ofensiva, agresiva; auditivamente suena incluso a grosería y no debería de pronunciarla alguien que dice estar a favor de la paz y la unidad de los mexicanos. No, no debería de haberla usado AMLO.

La RAE define la palabra “hipócrita”  como la de una persona que muestra sentimientos falsos y fingidos. Por extensión, persona que actúa con malicia ocultando sus verdaderas intenciones tras una fachada de zalamería y de falsa bondad.

Siento mucho, en verdad duele, que el presidente haya considerado hipócritas a todos los que asistieron a la marcha y a los que la organizaron también.

No, señor presidente, no  todos somos hipócritas. Entiendo que algunos lo sean de su partido o de otros porque lo que buscan es el poder por el poder nada más. Pero, créame, muchísimos mexicanos estamos buscando por fin tener y vivir en un estado de paz, de justicia; un estado de derecho y de libertad de expresión sin que se tenga que usar el recurso de la grosería para denostar y debilitar  a otros.

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Actuando de esta forma, veo difícil que Claudia Sheinbaum gane simpatizantes, veo muy complejo que pueda encantar o atraer a gente que no estaba convencida de votar por ella porque todo lo que hace el presidente repercute y le afecta a su candidata favorita.

¿Por qué  ofende, señor presidente?

¿Por qué motivo el presidente más humanista de todos los tiempos  no puede entender que es válido que la gente no simpatice con su movimiento o con su candidata? ¿Y, por qué en lugar de ello no trata de convencernos, de conciliar, de invitar a aquel que desconfía de él a confiar?

La grosería no será nunca el medio para manejar un barco sin que se hunda.

Y sí, estoy muy consciente que del otro lado también se utilizan múltiples groserías y ofensas deleznables.

No me gusta para nada  y jamás lo he ocupado decirle a AMLO  “el cacas” o a los obradoristas “chairos”. Me hace sentir mal hacer uso de esas palabras para herir a otros.

Tal vez no es mi estilo o es algo que no se me da, sobre todo porque siempre he creído y sigo creyendo que aquellos que son obradoristas son solo eso, obradoristas, pero la palabra “chairo” es un término utilizado en la política mexicana  de uso despectivo para referirse a una persona de izquierda o que idolatra a algún líder populista.

Si a punta de insultos y etiquetas de este estilo es como queremos tener un país pacífico, será prácticamente imposible.

No sé si aún sea tiempo de que López Obrador pueda cambiar su discurso ofensivo. A veces las personas entradas en años ya les es imposible cambiar modos y manías. Pero quizá AMLO pueda tener la humildad para pedir perdón por haber usado esa grosería. No estuvo bien que la dijera, insisto. Y nos merecemos una disculpa todos.

Creo que la estrategia de ser agresivo y ofender ya no  es funcional  y nos polariza a todos cada vez más , de manera que es cada vez más fácil y común  en verdad ver a gente peleando contra otra en las calles de cualquier ciudad de este país,  brotes de violencia repetidamente aquí y allá , enojo y  mucha frustración en las personas.

Un cambio de actitud del presidente podría  hacer toda la diferencia.

A lo mejor no se deja asesorar. A lo mejor el presidente está convencido de que todos somos unos “reverendos hipócritas”.

Pero como siempre les he dicho en mi columna yo puedo perder todo, menos la esperanza, a lo mejor AMLO piensa mejor las cosas y se da cuenta de que lo que dijo nos ofendió a muchos, él es nuestro presidente ¿y nos ofende?

La desesperación a veces me aprisiona, quisiera a veces abrazar al presidente y decirle: “Por favor ya basta, pare ya pare esto”.

¿Será posible que López Obrador antes de terminar su sexenio nos pueda pedir perdón y pueda reconciliarse no con los demás, sino con el mismo?

Es cuanto.