Se debe revaluar la actual política económica y de seguridad, de conceder prácticamente todas sus demandas al gobierno de Estados Unidos encabezado por Donald Trump.

A escasos días de anunciar que se aprobarán aranceles inflacionarios a ciertos productos chinos, principalmente electrónicos, electrodomésticos y automóviles, obviamente bajo presión del gobierno estadounidense actualmente enfrascado en una guerra comercial con la República Popular de China, Trump nuevamente amaga con intervenir militarmente en México y en Colombia.

En entrevista con el medio Político fue donde Trump espetó que “consideraría” extender acciones militares a países como Colombia y México como parte de su lucha contra el narcotráfico.

No hay que echar en saco roto estas bravatas de Trump. Momentos antes de enviar esta columna para publicación, el Departamento de Guerra de Estados Unidos acaba de escalar la campaña contra el gobierno electo de Venezuela cometiendo un acto de piratería contra un buque petrolero en la costa del país sudamericano.

Un criminal de guerra que, si existe algo de justicia más allá de este mundo terrenal debe estar ardiendo en el infierno por su responsabilidad en la muerte de millones de persona en Vietnam, Laos y Cambodia, señaló alguna vez: “ser enemigo de Estados Unidos es peligroso, pero ser amigo es fatal”. Y tiene la misma razón Kissinger en ese aspecto como la tuvo hace varias décadas. El pretender tener una relación de “amistad” con un país fundado en el saqueo, el exterminio de nativos americanos y la esclavitud de millones de personas africanas es una pérdida de tiempo. Hablando en términos coloquiales, a los gringos les das la mano y te agarran la pata.

Es iluso, o traidor, quien pretenda creer lo contrario.