Cuando escuché a Larry Summers decir que el presidente Joe Biden había elaborado “las políticas macroeconómicas menos responsables que hemos tenido en los últimos 40 años”, pensé que algo importante estaba sucediendo.

Siempre que el ex Secretario del Tesoro durante el gobierno de Bill Clinton, Lawrence Summers, habla, los economistas escuchan. Summers fue Economista Jefe del Banco Mundial, Presidente de la Universidad de Harvard y Director del Consejo Nacional de Economía en la Casa Blanca, durante la presidencia de Barack Obama.

Summers infundió el miedo a la regulación y al gasto del gobierno, a los déficits y al derroche. Durante el gobierno de Obama había una preocupación sobre la manera de inyectar dinero a una economía que aún se encontraba sumida en la Gran Recesión.

La Presidenta del Consejo de Asesores Económicos de Obama, Christina Romer, recomendó entonces un paquete de estímulo de más de 1 billón de dólares. Pero a Summers le preocupaba el déficit y propuso un paquete que no fue suficiente. Todos sabemos que, por esto, la recuperación se prolongó lenta y dolorosamente durante otra década.

El equipo que presiona a Joe Biden

Joe Biden lo sabía. Por eso tiene ahora otro equipo de asesores económicos. El Presidente de Estados Unidos confía en tres economistas laborales que se enfocan más en los trabajadores y no sólo en los mercados: Jared Bernstein, quien recientemente estuvo en el Center on Budget and Policy Priorities, de tendencia izquierdista; Heather Boushey, fundadora del Washington Center for Equitable Growth, que se centra en los temas de desigualdad; y Cecilia Rouse, decana de la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Princeton.

Este es el equipo que está presionando constantemente a Joe Biden para que no se deje doblegar ante las alarmas sobre los déficits y la inflación. La verdadera preocupación es que la agenda económica ayude a la gente común que lucha por recuperarse de la pandemia.

Y esto se refleja claramente en un memorándum que el Consejo de Asesores Económicos (CAE) publicó el viernes, en el sitio de la Casa Blanca. El documento, explica claramente la lógica económica detrás de “Construyendo mejor: el plan de empleo estadounidense y el plan de las familias estadounidenses”.

Primero, los asesores de Joe Biden hacen una crítica de la política económica de las últimas cuatro décadas. La visión era que impuestos más bajos, menos gasto y menos regulaciones generarían un mayor crecimiento económico.

¿Qué pasó en realidad, según el Consejo de Asesores Económicos?

Durante este período, los Estados Unidos no invirtieron lo suficiente en bienes públicos, como infraestructura e innovación. Las ganancias del crecimiento se acumularon de manera desproporcionada en la cima de los niveles distribución de ingresos. Persisten las disparidades raciales, étnicas y de género. No hay protección adecuada a la salud. Pobreza infantil, disminución en la esperanza de vida, aumento de las disparidades, son motivo de preocupación.

Los recortes de impuestos y la Ley de Empleo de 2017 reflejaron la antigua ortodoxia y no se cumplió con la promesa de crecimiento: “el producto interno bruto creció 2.4 por ciento en los dos años previos a la aprobación de la ley y el 2.4 por ciento en los dos años siguientes”. Los recortes de impuestos contribuyeron a la desigualdad.

La teoría económica subyacente a los planes de Joe Biden es diferente. Una economía sólida depende de una base sólida de inversión pública. Las inversiones en los trabajadores, familias y comunidades redituarán mucho más.

Estos planes abordan los grandes desafíos. La premisa es clara: “Para funcionar y ofrecer ganancias económicas sólidas y compartidas, los mercados necesitan un sector público efectivo”. El sector público tiene un papel importante que desempeñar en el apoyo a la economía.

Cuando los formuladores de políticas públicas no invierten en innovación, no apoyan la participación de la fuerza laboral, no invierten en los niños, o en la protección del riesgo, todos sufren por un crecimiento económico más lento, una mayor desigualdad y una menor seguridad económica. “La inversión pública robusta es un elemento importante de una economía fuerte e inclusiva”.

Los economistas de Joe Biden parten de la base de que los avances en la productividad -la capacidad de producir más bienes y servicios con menos insumos- realizará mejoras en los estándares de vida, nuevas ideas, inversiones en innovación, capacidad para comercializar nuevos productos, fuerza laboral con mejores habilidades.

Infraestructura

La infraestructura pública es el andamiaje de la actividad económica. Los gobiernos federales, estatales y locales construyen y mantienen la infraestructura física, desde carreteras hasta redes de agua y edificios escolares. Las mejoras de la infraestructura ayudan a conectar a las empresas con los clientes y generar oportunidades. La inversión pública es fundamental para reducir los riesgos para la salud y la seguridad. La innovación y las nuevas tecnologías que resultan de la inversión en infraestructura, impulsa el crecimiento. El sector público juega un papel fundamental en ese proceso.

La evidencia empírica sugiere que los beneficios sociales de la investigación y el desarrollo pueden ser aproximadamente cuatro veces los beneficios privados. Sin embargo, durante el último medio siglo, Estados Unidos ha estado invirtiendo cada vez menos: entre 1964 y 2017, la investigación y el desarrollo públicos como porcentaje del PIB se redujo en más de dos tercios, del 1.9 al 0.6 por ciento.

El sector público también tiene un papel para ayudar a construir cadenas de suministro que sean más resilientes y debe facilitar la transición a una economía limpia a través de políticas que apoyen el despliegue de nuevas tecnologías.

El aumento de la productividad y el crecimiento también requiere inversiones en la gente. Las investigaciones han demostrado que las inversiones en los niños generarán ganancias en salud, logros educativos, empleo e ingresos y, por lo tanto, aumentarán la productividad y el crecimiento.

Una economía fuerte también depende de la capacidad de los trabajadores para participar en la fuerza laboral. Existe evidencia de que Estados Unidos se ha quedado atrás debido a la falta de implementación de políticas que permitan a las familias abordar las tensiones entre el trabajo y la vida familiar.

Las investigaciones muestran que los apoyos en el lugar de trabajo, como el acceso a un cuidado infantil asequible y de alta calidad, y las licencias pagadas, se asocian con una mayor participación en la fuerza laboral y retención entre los cuidadores, especialmente las madres.

El crecimiento es sólo una parte de la historia económica. Una economía donde las ganancias económicas no se comparten no está cumpliendo plenamente su promesa. También hay evidencia de que una mayor desigualdad, a su vez, obstaculiza el crecimiento a través de efectos negativos sobre la innovación y la productividad. En las últimas décadas, las ganancias de ingresos se han acumulado de manera desproporcionada para aquellos a quienes ya les estaba yendo bien.

Las estadísticas son más llamativas por raza. La reforma fiscal puede cerrar lagunas y eliminar las preferencias que favorecen los ingresos provenientes de la riqueza sobre los ingresos del trabajo. También puede mejorar la aplicación de impuestos para garantizar que los ricos deban seguir las leyes fiscales, de la misma manera que todos los demás, y reducir las ganancias financieras de la creación del último refugio fiscal.

Las inversiones en la infancia son una fuerza poderosa para la equidad. El sector público juega un papel crucial para garantizar que las comunidades no se queden atrás, impulsen la productividad y mejoren la equidad.

Brindar seguridad económica real a la clase media estadounidense es prioritario. El riesgo es un hecho de la vida. Por sí solos, los mercados privados no garantizarán que el seguro de salud y los servicios y apoyos a largo plazo sean asequibles. A través del sector público, los riesgos se pueden compartir con toda la población en lugar de concentrarse en unos pocos.

Summers puede pensar que Joe Biden ha elaborado la peor política macroeconómica de los últimos 40 años, pero con estas nuevas líneas de pensamiento económico, la estrategia de Biden podría ser la más transformadora de los próximos 40 años.