Día histórico para México el primer lunes de enero de 2023; no solo por los resultados de las decisiones tomadas por dos importantes órganos de defensa de la Constitución, de la democracia y de los ciudadanos -por cierto tan vapuleados los tres en este sexenio-, sino porque esas decisiones modifican sustancialmente el panorama para 2024 y para el futuro de México.

Son varias las lecciones que dejan los acontecimientos:

1. Los órganos constitucionales y administrativos autónomos tienen salud vigorosa para impedir que las instituciones de la república sean dominadas por un solo hombre.

2. México tiene los pulmones y el estómago para neutralizar los abusos de Morena rumbo a las elecciones de 2023 y 2024.

3. Las acciones de inconstitucionalidad serán despolitizadas en el máximo Tribunal, y serán analizadas y resueltas bajo un enfoque estrictamente jurídico, como siempre debió ser.

4. La Suprema Corte de Justicia de la Nación tendrá un nuevo amanecer, ya sin la bota del anterior ministro presidente que olvidó su papel para entregarse sin pudor al poder, situación que impactará favorablemente en un desahogo más expedito y apegado a derecho de los asuntos.

5. El Tribunal Federal de Justicia Administrativa, que aun perteneciendo al poder ejecutivo ha conducido sus resoluciones con imparcialidad, sin duda ganará en independencia y autonomía.

Tal vez no vislumbremos a cabalidad la importancia de estas decisiones, pero el hecho de que los órganos constitucionales sean conducidos por personas con historia en el poder judicial y pleno merecimiento, hace una enorme diferencia para su sano desarrollo.

El hecho más importante, desde luego, fue el gran acierto y visión de elegir a alguien con amplia trayectoria en el poder judicial, alguien que lo conoce a fondo, y no solo eso, sino que defiende con todo y contra todo el precepto constitucional. No podría ser de otra manera, los ministros ya se habían equivocado una vez al elegir como presidente a alguien como Zaldívar, sin historia en el poder judicial. Durante su gris período, la corte fue ferozmente atacada y casi devorada por el poder omnímodo y avasallador del presidente. La acumulación de asuntos pendientes a modo, hizo de la Corte un elefante blanco con grandes desaciertos derivados de su entreguismo al sistema.

A la Ministra Norma Piña, en cambio, pese a su amplia trayectoria, se le había negado esa distinción. Con enorme visión, los ministros entendieron su gran responsabilidad como garantes del derecho, en esta época aciaga que ha llevado al país casi a la destrucción de sus instituciones. El golpeteo desde palacio para imponer a una incondicional del régimen, profundizó en el Tribunal Supremo la necesidad urgente de recuperación de la autonomía y de neutralizar los ataques cotidianos a la democracia y a la Constitución que se gestaban día a día desde el poder.

No voy a repetir los grandes atributos de la Ministra Piña para desempeñar el cargo; quiero resaltar, en cambio, que no llegó a él por su carácter de mujer; no nos equivoquemos; llegó por sus merecimientos como profesional y por su gran sensibilidad, sin importar el género; llegó por la enorme capacidad negociadora que demostró para convencer a los ministros de que ella era la mejor opción, cuando muchos pensaban que no contaba con el apoyo suficiente.

Decir que “se rompió el techo de cristal”, me parece ordinario e incluso insultante para una eminencia como ella. Es la nueva presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación porque en las condiciones actuales, era la mejor entre todos, punto.

¿Que eso nos reconforta a las mujeres? sí. ¿Que eso nos permite esperar decisiones positivas respecto a asuntos que competen única y exclusivamente a las mujeres? también. ¿Qué podemos tener la certeza de que salvaguardará la independencia y autonomía de la Corte? indudablemente. Y ¿Que tenemos la seguridad de que la decisión de los ciudadanos para elegir a sus autoridades será respetada cabalmente? por supuesto.

Ahora el presidente deberá entender una cosa: México no tiene pueblo, por más que él quiera mantenerlo en ese nivel; tiene ciudadanía; una ciudadanía vigorosa, informada y decidida a defender su joven democracia, que ha costado años y años construir; y que no hay insulto, ofensa, o descalificación alguna que pueda destruirla.

México seguirá avanzando, aún a pesar de los esfuerzos que él hace día a día por destruir sus instituciones. El ataque hacia ellas, por tanto, será feroz, sistemático y explosivo; sin embargo, el mejor respaldo será la fortaleza de las propias instituciones. Hoy fueron la Suprema Corte y el Tribunal Federal de Justicia Administrativa, seguramente muy pronto seguirán otras, porque ya su Tribunal Supremo les ha puesto el ejemplo.

Mal inicia el año el presidente, bien lo empiezan la Constitución y nuestra democracia. Brindemos por ello y sigamos trabajando. México no es el de los fifis y el pueblo, visión que él se ha empeñado en imponer. México es un país con un enorme futuro y maravillosa historia, por el que vale la pena que luchemos todos. Hagámoslo.

Xóchitl Pedroza | Twitter: @xpedroza