Hace apenas unas semanas México enfrentó una situación compleja ante la amenaza de elevar los impuestos por los productos que se exportan a los Estados Unidos. En medio de esa atmósfera, lo tenemos muy presente, el gobierno de Claudia Sheinbaum se preparaba para el peor de los escenarios, si la decisión hubiese sido endurecer el asunto de los aranceles. Pese a todo ello, queda claro, la presidenta mantuvo una posición serena. La oposición, como siempre, criticó la postura y, de paso, auguró un panorama devastador. Muchos de ellos, inclusive, salieron a la luz pública a decir que, como tal, la hecatombe estaba por venir. A nuestro juicio, y el de 82% de la ciudadanía que confía en la jefa de Estado, siempre supimos que, más allá de la situación que prevaleció, el diálogo era la mejor alternativa para optar por una salida para fortalecer los lazos de colaboración y cooperación.

Con esa bandera de interlocución, y poniendo por delante el interés de la nación y la defensa de la soberanía, México o, mejor dicho, la presidenta sacó la casta. Se mostró sobria y prudente ante el clima sofocante. Testimonios como el que vivimos, de hecho, nos llevaron a reafirmar la capacidad que le imprime Sheinbaum. Se confirmó, en pocas palabras, que hay oficio para negociar al más alto nivel con el departamento de comercio de los Estados Unidos. Lo que sabemos todos, que se hizo público en conferencia mañanera, el equipo negociador, encabezado por Claudia, logró una tregua de 90 días para encontrar una ruta de quehaceres a largo plazo. Con tanta precisión, en efecto, se estableció un nuevo andamiaje de trabajo que, desde cualquier ángulo que lo veamos, es una situación histórica.

Recordemos que México, por sus vastos insumos naturales, es punta de lanza en muchos productos que llegan a otros mercados para su consumo. Siendo así, se antojaba muy difícil romper toda relación comercial, máxime cuando existe un abanico amplio de recursos que son de vital importancia. Justamente eso, dada las coyunturas, abrió una brecha para dar mayor solidez a los acuerdos.

Sin más preámbulo, el equipo negociador que se trasladó a Washington, liderado por Marcelo Ebrard, tuvo las mejores condiciones para alcanzar acuerdos comerciales. De hecho, el buen ánimo que fue reflejado, sin duda, fue también por los buenos resultados que promedió nuestro país en inversiones extranjeras. Una cifra histórica, la que detalló la presidenta, hizo gala de ese momento inmejorable. Estamos, sin ir más lejos, en el mayor despegue para competir con otras potencias. Podemos hablar de una estructuración que, como tal, viene bajo el vehículo del Plan México, del que hace poco Sheinbaum nos dio los pormenores. Estamos al tanto, a propósito de ello, que los primeros retos se han cumplido, específicamente con los polos de desarrollo que han comenzado operar en Puebla.

Aunque la oposición desestima estas acciones, está claro, México se sitúa en ese mosaico inmejorable para ir considerando una potencia. Sin entrar al terreno de las comparaciones, nos enfocamos en lo que nuestro país está buscando establecer para proyectarse ante los desafíos de un mundo globalizado. La insignia Hecho en México, desde luego, es uno de los mecanismos que el gobierno, con flexibilidad, ha sabido sacarle provecho, especialmente porque están impactando en otros lugares por la enorme calidad de manos mexicanas que lo elaboran.

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Eso, ante todo, se llama tener visión de una política de Estado. Sabemos que, dentro de muy poco, entrará en vigor la nueva etapa de renegociación de los tratados comerciales del T-MEC. Esto llama la atención, máxime en el mayor apogeo de eficiencia de la presidenta constitucional. De hecho, lo consideramos como una fase de continuidad de esa visión que instauró Andrés Manuel López Obrador, pero bajo el propio estilo de gobernar de Sheinbaum. Ella, que ha demostrado tener plena autonomía para tomar decisiones, nos enseñó que es posible aumentar el número de inversiones cuando hay compromiso y responsabilidad. Con ese telón de fondo, que no es poca cosa, sino un hecho que podemos presumir, vendrá una etapa para que los acuerdos en materia económica que se alcancen, ya sea para comercialización o distribución, terminen favoreciendo en este proceso de transformación.

Notas finales

Las redes sociales le recordaron a Norma Piña, en aquel entonces ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la arenga que le recetó Alejandro Armenta, cuando fungió como presidente de la mesa directiva del Senado. Se lo dijo literalmente en su cara. Le recordó, así quedó grabado, que el proyecto de la Cuarta Transformación tiene principios y esencia, sobre todo para salvaguardar a quienes más requieren ayuda. Se requiere firmeza para hablar las cosas de frente. Eso, nos ha quedado claro, lo reafirmó el gobernador de Puebla.