Difícil para la ideología de izquierda conceder el beneplácito por el premio Nobel de la Paz a María Corina Machado. Además de la presidenta Sheinbaum, ocurrió con el gobierno español. La premiación planteó al comité noruego el dilema de otorgar el galardón entre el presidente Trump, quien promovió con éxito la paz en el medio oriente (tardíamente para efectos del concurso), y la luchadora por la democracia en Venezuela. El sometimiento a la ideología no sólo puede llevar por el sendero de la irracionalidad, también el de la crueldad. El implícito aval a la dictadura en Venezuela es un ejemplo. Como tal, los izquierdistas Petro de Colombia, o Boric de Chile, tuvieron el acierto y la decencia de felicitarla.

La presidenta Sheinbaum ha ganado reconocimiento internacional recuperando mucho de lo perdido con López Obrador, simpatizante de las dictaduras en la región. Dejó pasar la oportunidad de diferenciarse por su condición de mujer, que ha presentado como argumento moral de peso; gesto de empatía a la galardonada que sería tomado como un revés al régimen de Maduro. Prevaleció el silencio, que confirma que no hay cambio en la postura del gobierno de México. Brasil de alguna manera señaló distancia con Maduro a partir del fraude electoral en la elección presidencial que ganó la oposición.

La ideología resuelve sus dilemas de manera simple; sucede con la derecha y con la izquierda. A manera de ejemplo, basta advertir el envilecimiento del gobierno norteamericano y sus afines a raíz del homicidio del activista político Charlie Kirk. El giro hacia la intolerancia, la persecución y la politización de la justicia penal federal se ha acentuado en exceso, con el departamento de Justicia, como nunca, al servicio de las pulsiones autoritarias, rencores y agravios de Trump. Un capítulo impensable en una de las democracias más consolidadas, fuertes e influyentes. El giro es tan dramático como preocupante, precisamente porque se ignoran las reglas y principios de la democracia.

La democracia se ha transformado nuevamente en asunto de ideologías. Para Trump, López Obrador, Pedro Sánchez, Lula y, por lo visto, Claudia Sheinbaum la lucha de María Corina Machado es la ultraderecha que quiere hacerse del poder. Para ello se obvia la tragedia humana que subyace en Venezuela y, todavía más, que Maduro es un impostor, perdió la elección pasada, y su gobierno es cómplice o artífice del narcotráfico en la región. La comparación entre Maduro y María Corina es un contraste no ideológico, es estrictamente de moral política y elemental sentido humanista. El dictador versus la luchadora por la democracia a través de la defensa de las libertades y del voto. ¿A qué mundo se quiere pertenecer? ¿Al de Putin, Maduro, Ortega o Castro?

Pero la ideología también suele ser blanda con el poder. ¿Qué hubieran hecho los jefes de Estado de Brasil, México o España si el premiado hubiera sido Donald Trump? Seguro habría una expresión de reconocimiento sin regateo, quizá con la excepción de Lula, debe decirse, por razones justas y explicables.

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La realidad es que el mundo democrático se regocija con el premio a María Corina Machado y, efectivamente, en quienes le reconocen va implícito el deseo de que Maduro sea echado del poder, como la galardonada, que hace del premio un recurso para avalar el deseo del fin de la dictadura chavista por parte de la mayoría de los venezolanos. Como tal, un argumento para la izquierda en contra de la premiada la temprana llamada al presidente Trump, factor para el retorno de Venezuela a la democracia, como lo fue para que hubiera un acuerdo de Paz en Israel y Hamás, un alto a la barbarie que inició con la agresión de fundamentalistas a la población civil de Israel y que propició una respuesta salvaje, a la altura de los peores episodios vividos por la humanidad en las últimas décadas.

Persiste la contradicción del obradorismo de alinearse con EU y apoyar a las dictaduras de la región. La presidenta Sheinbaum es rehén del equilibrio político que la llevó al poder y de sus propias fijaciones ideológicas. El dilema no es estar con unos y otros, tampoco optar por el capitalismo o el socialismo. Esta coyuntura, el reconocimiento a una mujer valiente, decidida y entregada a la lucha por la democracia en su país plantea una opción simple e indiscutible: se está por las libertades o por la tiranía; se está por la vida o por la muerte.