Es costumbre que los observadores de la política nacional centrar su atención en las dirigencias nacionales de los partidos y en el gobierno nacional a manera de perfilar el porvenir. En estos momentos el PAN recibe la mayor atención por el intento tardío de su cúpula de recuperar credibilidad. Lo cierto es que la mayor fuerza del PAN nunca ha estado en el centro ni en comité nacional, sin desconocer algunos de sus dirigentes y candidatos presidenciales de excepción. La fuerza del PAN ha radicado siempre en el territorio, en los ciudadanos que consideran el voto su mayor recurso para oponerse al abuso o para llevar al poder a autoridades que correspondan al interés común. La contienda municipal ha sido lo suyo y subsecuentemente la de los gobiernos locales.

El reto del PAN, como el de todos los partidos en todas partes, es ganar votos. Las dificultades impuestas por el obradorismo le llevaron a suscribir una alianza electoral con el PRI. No se dieron los resultados esperados no porque el PRI sea inconsistente o contradictorio con el PAN, para muchos más con Alejandro Moreno, la expresión de lo que se repudia por muchos, particularmente los votantes del PAN. La incompatibilidad ni siquiera llega al plano de las ideologías o de los desencuentros programáticos. Los problemas del PAN son propios y vienen desde que el partido perdió su mística ciudadana y democracia interna.

La campaña de 2024 fue la prueba de ácido para la convergencia de las fuerzas opositoras. Fracasó por varias razones: MC hizo falta para contener al régimen en la lucha por el Congreso. Muchos distritos y entidades se perdieron por mínima diferencia. La dirigencia del PAN y la estrategia de la campaña de Xóchitl Gálvez fueron responsables al no atender la contienda en territorio en los 100 municipios donde la oposición es competitiva si no es que gobierno. PRI y PAN se olvidaron de los ciudadanos. No está por demás señalar que fue una campaña desigual, la presidencia y el gobierno jugó en contra como en los peores tiempos.

El PAN y MC (al PRI poco le importa más allá de Durango, Coahuila y NL) deben centrar su atención en la competencia local. Llevar la contienda al plano nacional es perder, como hiciera el PAN en 2012, el PRI en 2018 y la campaña opositora en 2024, contender donde el adversario es más fuerte y competitivo. De haber entendido el PRI en 2018 que el PAN no era el adversario por vencer y atender a los municipios de fortaleza, Morena no hubiera ganado mayoría absoluta en la asignación de diputados. En 2024, la oposición luchó por el porcentaje de votos nacional, en lugar de ganar municipios y estados para desdoblar su respaldo en distritos y senadores. Las cifras muestran que, con un poco de esfuerzo –incluso sin MC–, se hubieran ganado 40 distritos más y al menos las senadurías en Nuevo León, Coahuila y Guanajuato.

La oposición necesita repensarse en los desafíos electorales hacia delante, también en los políticos. En su propio beneficio su mayor interés inmediato es contener el intento de acabar la representación de las minorías y, por el otro, advertir que SomosMx debe lograr su registro como partido porque ha probado ser un puente para sumar y movilizar a quienes el PRI y PAN no pueden, y no son pocos, además de su potencial para definir la agenda del país a futuro, tema por ahora ausente en la oposición.

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La ventaja que ofrece un adversario tan poderoso y avasallante como el régimen obradorista es que propicia la definición de una agenda común de contención política al autoritarismo en curso. Los acuerdos no necesariamente deben procesarse en lo electoral, sí en lo programático y eso remite a los gobiernos municipales y locales, así como al Congreso. El municipalismo es vanguardista, también la lucha contra la corrupción.

La vara para medir a la oposición en 2027 como ocurrió con 2021 no tiene mucho que ver con lo que hagan, sino con la dinámica propia de la elección intermedia, que anticipa una disminución de votos para Morena y aliados. Así ha sucedido invariablemente desde 1997. Pretender definir el logro opositor al triunfo en la mayoría de los distritos no es realista; además, el sistema de asignación favorece al partido más fuerte. Una acción más razonable para la oposición es centrar la competencia en Estados y municipios, y de allí a la contienda distrital de manera tal que el objetivo mínimo sea impedir la mayoría calificada de Morena, siempre y cuando el PT y PVEM no participen del proyecto de modificar las reglas de asignación.