Ayer la presidenta Claudia Sheinbaum anunció ufana que promoverá una consulta popular dirigida a conocer la opinión de la ciudadanía en torno a la reforma electoral; y en particular, en los asuntos relacionados con el financiamiento público de las partidos políticos y los legisladores plurinominales.

Es una farsa planeada desde la cúspide del poder. Lo explico. La autoproclamada transformación ha hecho un uso engañoso de las “consultas populares” bajo el argumento de que sea el “pueblo” de México el que decida sobre las decisiones que se toman.

Así ocurrió con la consulta sobre el juicio a expresidentes, la revocación de mandato, el avión presidencial y la cancelación del aeropuerto. Ninguno condujo a nada más que a un dispendio absurdo de recursos públicos.

Los legisladores plurinominales no gozan de buena reputación. Son percibidos, en términos generales, como hombres y mujeres perezosos, que no hacen campaña, que han perdido elecciones, que cuestan millones de pesos, que no representan a nadie y que constituyen un lastre para las arcas públicas.

La mayoría de la población mexicana, o al menos aquellos que no conocen a profundidad la naturaleza de los pluris, o que no son especialiastas en derecho o en el sistema político, apoyaría su desaparición, pues desconocen la relevancia, en términos democráticos, de su presencia en las cámaras en tanto que representantes de las minorías.

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En relación con el financiamiento de los partidos políticos, me atrevo a vaticinar que una inmensa mayoría se decantaría hacia la reducción de sus presupuestos; sin caer en la cuenta de que una reducción del dinero asignado a los partidos de oposición conllevaría una nueva ventaja para el oficialismo pues estos echarían mano del financiamiento ilegal proveniente de los estados que gobiernan, de su poder corporativista y del crimen organizado.

Sheinbaum y su partido lo saben. Han anticipado el resultado de dicha consulta. Les brindará legitimidad pues habrá sido el pueblo el que ha decidido. Sin embargo, dicha “simulación democrática”, al clásico estilo del régimen, sería la antesala de una regresión brutal en términos de representación democrática.

El lector recordará que fue gracias a la presencia de los plurinominales lo que hizo posible que el PRI perdiese la mayoría por primera vez en la Cámara de Diputados en 1997, año que es, según un buen número de historiadores, el inicio de la transición de un sistema de partido hegemónico a un régimen pluralista.

Como ha sido bien señalado, la reforma electoral que se ha anunciado, de la mano de un individuo llamado Pablo Gómez, puede conllevar el desmantelamiento final y definitivo de la representación proporcional, y por tanto, del sistema actual que tanto ha costado edificar.