En columnas pasadas hemos abordado cómo la aviación norteamericana está al borde del colapso. Desde la llegada de la administración de Donald Trump, la industria aeronáutica ha pasado por varios problemas, y ahí están los hechos y los datos duros: él es el responsable de la crisis que hoy atraviesa Boeing, su fabricante de aviones más importante.
Fue durante su primer mandato que se le permitió a Boeing “autocertificarse” con el nuevo modelo de avión B737MAX, y esto tuvo como como consecuencia dos accidentes fatales, y una merma inusitada en la credibilidad de Boeing. Y es que la Agencia Federal de Aviación del vecino país (FAA por sus siglas en inglés) toleró que la fabricante hiciera prácticamente “lo que quisiera” con tal de ahorrarse unos dólares.
El escándalo es literalmente mayúsculo, al grado que hoy se sigue litigando en tribunales, donde los afectados de los dos accidentes siguen pidiendo justicia. Por supuesto algunos legisladores, sobre todo demócratas, no han quitado el dedo del renglón criticando y censurando la laxitud de la primera gestión de Donald Trump, quien los dejó sin la supervisión necesaria, afectando gravemente a la industria aérea norteamericana.
Ese fue, por decirlo de alguna manera, la primera fase, pero con la nueva llegada de Trump al poder, volvemos a ver la deficiente gestión en materia aeronáutica, ahora enfrentando el descontento de trabajadores y sindicatos.
Y no solo eso, sino que se reavivaron las pifias cometidas por Boeing, desencadenadas por un incidente en un vuelo de Alaska Airlines, y una puerta/tapón. El hecho no tuvo consecuencias fatales, pero prendió todas las alarmas y puso todos los reflectores sobre las autoridades aeronáuticas estadounidenses.
A esto sumemos una larga huelga que tuvo la división de la aviación comercial de Boeing, que duró cerca de dos meses (53 días), y que puso en jaque la entrega de aeronaves, acarreando un importante retraso en los tiempos de entrega de la armadora, y un duro golpe a la industria aérea norteamericana, y a la economía del vecino del norte.
En México diríamos: “ya eran muchos y parió su abuela”. Estados Unidos lleva varios años con una insuficiencia de personal de tráfico aéreo, y a pesar de diferentes estrategias, no han podido conseguir el personal suficiente, por más que lo han intentado; además, Estados Unidos acarrea un serio retraso tecnológico en sus torres de control, así lo han denunciado los trabajadores que laboran con equipos obsoletos que ponen en riesgo la seguridad aérea.
¡Y los gringos no se ayudan! Pregunta seria para mis estimados lectores: ¿Ustedes recuerdan una película o serie de televisión estadounidense donde el héroe sea un controlador aéreo? ¡No!, siempre son los que quedan peor parados.
Y si todo lo anterior no fuera suficiente, la industria aérea norteamericana enfrenta una huelga más, que ya lleva tres meses y no tiene visos de arreglarse. Otra vez Boeing, pero ahora la división Boeing Defense. Este conflicto afecta la construcción de aeronaves de combate y armamento, lo que genera una tormenta perfecta si sumamos el cierre del gobierno federal (shutdown) que está a punto de cumplir un mes.
Al respecto, el Secretario del Departamento de Transporte, Sean Duffy, expresó en conferencia de prensa que estaba “pensando seriamente” en reducir los slots en poco más de 12 terminales aéreas de los Estados Unidos, ante la falta del personal de tráfico aéreo, y en aras de mantener la seguridad de las operaciones aeronáuticas. No fue Secreto de Estado, lo dijo públicamente sin cortapisas, y fue replicado por muchos medios internacionales. Por supuesto que fue un tema abordado en esta columna hace unos días.
Hoy muchos medios nacionales cabecean esta decisión del gobierno gringo como si fuera algo totalmente inesperado, trágico y apoteósico. Pero seamos serios, no resulta nada extraño que ahora salga el gobierno de Sean Duffy, como vocero de Trump, y utilice a la aviación de nuestro país, para tapar su pésima gestión al frente de la Secretaría de Transporte de los Estados Unidos (USDOT, por sus siglas en inglés).
Tengan presente todo lo anterior, para entrar al siguiente análisis: la aviación de Estados Unidos está siendo afectada por diferentes factores, entre los que podemos mencionar los recortes brutales que la administración de Trump ha hecho a la aviación regional, los problemas que enfrenta la fabricante de aviones más importante del vecino país y la falta de personal aéreo calificado.
Ante este panorama, y antes que reconocer que se les hizo bolas el engrudo, deciden “hacer válido” un acuerdo bilateral que son ellos quienes no lo cumplen. Me explico, existe un acuerdo bilateral firmado en 2015, pero ahí no se contempla la apertura del espacio aéreo mexicano a la aviación extranjera, esto es, la aviación de otros países no puede realizar vuelos de cabotaje dentro de nuestra nación.
De hecho, dentro de ese acuerdo bilateral, el artículo 15 señala cuál es el procedimiento que se debe seguir en caso de que exista alguna controversia, lo que no ocurrió, en este caso quien está violentando el acuerdo es el propio DOT, en buen español ni sus propias reglas siguen.
Es falso lo que afirman algunas plumas del país, que las medidas recién anunciadas por Sean Duffy, Secretario del DOT, son por la cancelación del NAIM y la construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA). Lo que curiosamente no cuentan otros “analistas” y medios de comunicación, es algo que plasmé en mi columna del día de ayer: que el gobierno mexicano regresó varios slots a las aerolíneas de carga del país vecino, en aras de coadyuvar a que no termine la alianza que tienen Delta y Aeroméxico.
Y ya que andamos dicharacheros, lo diré así: “ningún chile les embona”. La parte que Sean Duffy no comenta y no toma en cuenta, es que las aerolíneas cargueras del vecino país están contentas operando desde el AIFA, porque les sale 50% más barato. En el AICM solamente puedan operar en la madrugada, y la operación les sale más cara.
Entonces, ¿por qué adoptan esta medida tan estrambótica? Es tan simple como perverso: con la decisión de cancelar 13 rutas saliendo del AIFA a distintos destinos en Estados Unidos, pretenden presionar al gobierno de México para que abramos los cielos mexicanos a la aviación extranjera, en especial a la aviación gringa, que ya vimos no pasa por un buen momento.
Y es que con eso mata varios pájaros con un solo tiro. Primero desahoga las operaciones en ciertos aeropuertos que están al borde del colapso por falta de personal de tráfico aéreo, y además permite que la aviación de su país se recupere de las malas cifras que ha tenido, sobre todo por las agresivas políticas migratorias de Donald Trump.
Lamentablemente, en los medios nacionales no se van a cansar de repetir la falacia que todo fue por culpa de AMLO por cancelar el NAIM, y por pasar -por decreto- a la aviación de carga del AICM al AIFA. ¿Y la soberanía? Así como los estadounidenses tiene el sagrado derecho de hacer con su aviación lo que consideren más conveniente, México también puede hacerlo. Pero la prensa amarillista que hoy habla de un apocalipsis solo aplaude la soberanía extranjera, concretamente la gringa.
No podemos ser ingenuos, no en este momento coyuntural. Quienes creen que lo único que está haciendo el gobierno del ente naranja es hacer cumplir la ley, es porque no están viendo el panorama completo. ¡Por favor!, ¿no están viendo al imperio en franca decadencia? Bajo ninguna circunstancia puedo justificar las acciones de Sean Duffy y Donald Trump.
La realidad es que el otrora “imperio” norteamericano está más débil que nunca, y la forma que han encontrado para “aparentar” que siguen siendo esa nación de los años cincuenta es lanzar guerras por doquier, imponer políticas arancelarias desproporcionadas, y gestionar pésimamente la administración pública, al grado de tener parado al gobierno federal desde hace un mes.
Mi conclusión: lo que está haciendo el (des)gobierno de Trump es dar patadas de ahogado. Fueron imperio gracias al saqueo cometido en otras naciones, y hoy se le están cerrando las puertas que le impiden seguir enriqueciéndose a costa de otros. Su discurso es cada vez más bélico, y su geopolítica de intervención cada vez más descarada.
Hoy más que nunca debemos tener en claro que somos una nación soberana, que los cielos nos pertenecen a los mexicanos y que vamos a defender nuestra industria a pesar de los vendepatrias que abundan en la aviación.
Debe quedar claro que cumplirle los caprichos a Donald Trump significaría el fin de la aviación nacional, y que lo mejor sería ir buscando trabajo en otro lado, porque sucedería exactamente lo que quieren los norteamericanos: acabar con nuestra incipiente industria aérea. Ellos ya lo vieron, y por eso actúan así, porque está despuntando y tiene futuro.





