Ayer estuve en el Congreso. Asistí a la sesión de “Parlamento Abierto” organizada por la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados sobre la Reforma Eléctrica. Fue el foro número diez sobre los impactos económicos y financieros. La discusión duró cinco horas. Además de las diputadas y diputados de todos los partidos, participaron:

  • Mariana Campos, de México Evalúa,
  • Carlos Salazar, presidente del Consejo Coordinador Empresarial,
  • Francisco Salazar, socio fundador de la consultora Enix,
  • Carlos Guerrero, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM,
  • José Arturo Cerón, director general de CFE Capital, y
  • Miguel Reyes, director general de CFE Energía y CFE Internacional.

Después de escuchar a los funcionarios de la CFE durante todas estas semanas de debates en el Congreso, recordé dos libros que leí hace algunos años: “El juego infinito” de Simon Sinek y “Juegos finitos e infinitos” de James Carse.

Los juegos finitos tienen jugadores conocidos, reglas fijas y un final claro. Los ganadores y perdedores son fácilmente identificables, tal como ocurre en un juego de fútbol o en una partida de ajedrez.

Un juego infinito se define como jugadores conocidos y desconocidos, las reglas son modificables y el objetivo no es ganar, el objetivo es seguir jugando, seguir perdurando en el juego.

Mientras mejor comprendo la diferencia entre ambos tipos de juegos, me doy cuenta de que muchos de los problemas del debate de la contrarreforma eléctrica de la 4T se producen porque sus líderes están jugando un juego infinito con una mentalidad finita. Este gobierno está rezagado en innovación, esfuerzo y motivación.

En cambio, los líderes del sector privado y de la academia tienen una mentalidad infinita. Han creado mejores empresas, mejores organizaciones, más innovadoras y más inspiradoras.

Mientras que los líderes de la CFE tienen una mentalidad finita, los líderes que se oponen a la reforma eléctrica de la 4T se han preparado para el juego infinito, no piensan sólo en ellos mismos. Consideran el impacto de sus decisiones sobre todos los mexicanos. Tienen una visión sostenible.

Todos quienes han participado en los diferentes foros del “Parlamento Abierto”, y que se oponen a la reforma constitucional eléctrica que presentó el gobierno de la 4T, promueven una causa justa. Tienen una visión concreta de una nación futura que todavía no existe. Su visión es tan atractiva que mucha gente estaría dispuesta a hacer sacrificios para ayudar a que se avance hacia ese fin. No están interesados en recompensas finitas ni en victorias individuales.

El equipo de servidores públicos de la CFE, por su lado, está conformado por personas que trabajan juntas porque tienen un jefe peculiar. Pero no sé si las personas confían unas en las otras. Después de escucharlos ayer en el Parlamento Abierto, me doy cuenta que sus relaciones son en su mayoría transaccionales, basadas en un deseo mutuo de conseguir hacer las cosas.

Era evidente, en las presentaciones de los funcionarios de la CFE, que intentaban a toda costa hablar sólo para una audiencia de dos personas que no estaban ahí: su jefe inmediato, el director general de la CFE, y el presidente de la República. Se tenían que sentir seguros cuando a la vez se veía que se sentían vulnerables.

Ellos viven en una cultura dominada por una intensa presión para cumplir el objetivo de que se apruebe la reforma constitucional. Prestan poca atención a si los demás miembros del equipo confían en ellos. No toleran otras cifras porque la verdad les hace daño. Ven en los jugadores del sector privado a un rival que hace las cosas tan bien o mejor que ellos. Pero se niegan a reconocerlos.

Simplemente, México sería mejor si pudieran reconocer que las empresas del sector privado tienen puntos fuertes y capacidades de las que podrían aprender algo. Esos “dignos rivales” podrían ayudarlos a convertirse en mejores jugadores. Creo que es mucho pedir.

Durante la sesión me preguntaba si sería posible que los funcionarios de la CFE llegaran a tener cierta flexibilidad existencial. ¿Podrían aplicar una disrupción extrema a su estrategia para promover una causa justa de forma más efectiva? ¿Tendrán la capacidad para valorar lo impredecible? Creo que no.

En el debate me quedó claro que los funcionarios del gobierno de la 4T tienen una mentalidad finita. Temen cosas nuevas o perturbadoras. Mientras tanto, los jugadores del sector privado y de la academia, los expertos, han mostrado que tienen una mentalidad infinita. Disfrutan las cosas nuevas, disruptivas, perturbadoras. Quienes se oponen a la contrarreforma han conformado un verdadero equipo profesional basado en la confianza.

Los líderes de mentalidad infinita, que tienen un propósito, un sentido claro de la causa justa, toman la ofensiva, miran al futuro con flexibilidad. Si actuaran con rigidez, los cambios estratégicos los obligarían a ser reactivos.

El gobierno de la 4T ejerce presión a sus integrantes para que mantengan una mentalidad finita. Se les mide, recompensa y castiga según se desenvuelvan en el juego finito.

Se requiere valentía, sin duda, para oponerse inteligentemente a las políticas e iniciativas del gobierno. La valentía para liderar es la voluntad de asumir riesgos por el bien de un futuro desconocido.

En sus conferencias, Simon Sinek cita su experiencia para discutir las diferencias entre los conceptos de juego infinito y finito: “Hablé en una cumbre de educación para Microsoft. También hablé en una cumbre de educación para Apple. Diría que alrededor del 70-80% de los ejecutivos de Microsoft dedicaron el 70-80% de sus presentaciones de PowerPoint a hablar sobre cómo vencer a Apple. En la cumbre de Apple, el 100% de sus ejecutivos dedicaron el 100% de sus presentaciones a hablar sobre cómo ayudar a los maestros a enseñar y cómo ayudar a los estudiantes a aprender. Uno (Apple) estaba obsesionado con su viaje, con su visión y con su causa. El otro (Microsoft) estaba obsesionado con la competencia”.

Cuando enfrentas a un jugador finito contra un jugador finito, el sistema es estable. Cuando enfrentas a un jugador infinito contra un jugador infinito, el sistema también es estable. Los problemas surgen cuando enfrentas a un jugador finito contra un jugador infinito. El jugador finito juega para ganar y el jugador infinito juega para seguir jugando. Como resultado, tomarán decisiones estratégicas muy diferentes. Así ha sido el debate sobre la contrarreforma eléctrica.

En el momento en que los funcionarios se obsesionan con el juego corto, el juego se pierde. Cuando jugamos con una mentalidad finita en el juego infinito, suceden algunas cosas muy consistentes y predecibles. Habrá una disminución en la confianza, la cooperación y la innovación.

Otras preguntas de Sinek nos sirven para reflexionar: ¿Por qué la industria tecnológica inventó el libro electrónico y no la industria editorial? Porque las editoriales pensaban que estaban en el negocio de los libros, no en el de la lectura. ¿Por qué la industria del cine y la industria de la televisión no inventaron Netflix? Porque las empresas pueden estar tan preocupadas por proteger el statu quo que no cambian hasta que se ven obligadas a hacerlo. Y luego juegan a la defensiva todo el tiempo. Así es la Comisión Federal de Electricidad.

Sinek explica cómo muchas organizaciones se equivocan al afrontar “juegos infinitos” como pueden ser los negocios, la política o la propia vida, como si fueran “juegos finitos”, en los que hay reglas determinadas que no cambian y siempre hay un ganador y un perdedor. Según Sinek, la gran equivocación de muchos líderes es afrontar este “juego infinito” con una “mentalidad finita”, pensando que lo importante es ganar cuando lo verdaderamente crucial es perdurar.

Javier Treviño en Twitter: @javier_trevino