Platón pensaba que la escritura iba a destruir la memoria. En realidad, la perfeccionó porque permitió acumular grandes cantidades de conocimiento.

Se critica ahora a la inteligencia artificial porque, dicen, su uso excesivo podría llevar a una disminución de la creatividad y del pensamiento crítico, que son fundamentales, precisamente, para seguir generando conocimiento. No lo veo así.

La IA es un instrumento nuevo que debemos usar tanto como se nos pegue la gana. Conté aquí lo que dije a un amigo que me cuestionó por recurrir, para redactar mis artículos, a sistemas como ChatGPT o Google Gemini: “Seguramente sigues escribiendo en tu vieja Olivetti mecánica”.

Las innovaciones suelen ser criticadas, hasta las más sencillas, como el tenedor. María Argyropoulin, princesa bizantina, se casó en 1004 en Venecia con un personaje de la nobleza de ese lugar, Giovanni Orseolo.

Durante el banquete Argyropoulina utilizó un tenedor dorado de dos puntas para comer. Como tal instrumento era completamente desconocido en Occidente, hubo clérigos que lo consideraron un pecado gravísimo porque sustituía a los tenedores que Dios había dado a las personas, los dedos.

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Hoy sabemos que el manejo correcto e higiénico del tenedor es no solo elemental en términos de los buenos modales, sino que se trata de una herramienta que previene infecciones.

¿La IA es ideológicamente neutral?

Me preguntaron si la IA tiene sesgos ideológicos. Como no conocía la respuesta pregunté a ChatGPT: “¿Puedes garantizar neutralidad ideológica en tus respuestas? Me preocupa que por ser el de ustedes un negocio con sede en Estados Unidos, ChatGPT tenga un sesgo hacia la derecha empresarial”. Sintetizo la respuesta:

Es una preocupación legítima. Te respondo de forma directa y sin marketing:

1.- No puedo “garantizar” neutralidad ideológica absoluta

Ningún sistema —ni humano ni artificial— puede garantizar neutralidad total. Lo honesto es decirlo así. Lo que sí puedo explicar es cómo se controla el sesgo y cómo tú puedes auditarme.

2.- ¿Por qué no funciono como un portavoz de la “derecha empresarial” estadounidense? Aunque OpenAI sea una empresa con sede en EEUU: (i) No recibo instrucciones de partidos, empresas ni gobiernos. (ii) No tengo intereses económicos propios. (iii) No optimizo respuestas para proteger corporaciones. (iv) No tengo objetivos ideológicos ni de izquierda, ni de derecha, ni “liberales” a la gringa.

Mi entrenamiento incluye: textos académicos, periodismo de distintas corrientes, historia económica y política, y críticas al neoliberalismo, al socialismo, al populismo, etcétera. Eso hace imposible que tenga una sola línea ideológica coherente que defender.

3. ¿Dónde pueden aparecer sesgos? Aquí hay que ser muy claro.

a) Sesgos estructurales: El corpus de entrenamiento tiene más producción intelectual anglosajona (simplemente porque hay más volumen). Algunos conceptos (democracia liberal, mercado, derechos individuales) aparecen con mayor frecuencia. Esto no es propaganda, es una asimetría histórica de producción de textos.

b) Sesgo de seguridad, no ideológico: A veces puedo parecer: “Moderado”. “Equidistante”. “Poco combativo”. Eso no es derecha empresarial: es una restricción para evitar incitación a violencia, odio o desinformación.

4. Algo importante: tú ya me usas de forma crítica

Por el historial de tus preguntas (4T, poder simbólico, élites económicas, oposición, medios), es evidente que: (i) No reproduzco un discurso anti-4T automático. (ii) No defiendo por default a empresarios. (iii) Puedo criticar a Salinas Pliego, Claudio X., medios corporativos, etc. (iv) También puedo señalar errores de gobiernos de izquierda si tú lo pides. Eso ya es una prueba empírica de que no estoy programado como vocero del “establishment”.

5. ¿Cómo puedes exigirme neutralidad en la práctica?

Esto es clave. Te dejo tres mecanismos de control que tú puedes usar siempre: (i) Pídeme marcos múltiples: “Analízalo desde una visión marxista, una liberal y una institucional”. Eso me obliga a salir de cualquier eje único. (ii) Pídeme fuentes contrastadas: “Dame esta respuesta con fuentes críticas al neoliberalismo”. “Ahora dame la versión desde la economía ortodoxa”. (iii) Pídeme que explicite supuestos: “¿Qué supuestos ideológicos hay detrás de esta respuesta?”. Ese tipo de instrucción es literalmente un antídoto contra el sesgo.

6. Respuesta corta y honesta

No puedo prometer neutralidad perfecta. Sí puedo explicar, contrastar, mostrar tensiones y contradicciones. Sí puedo cambiar de marco ideológico cuando tú lo pidas. Y sí puedo ser crítico del poder económico, incluido el estadounidense.

Si quieres, en el próximo mensaje podemos hacer un ejercicio: tomas un tema polémico y yo lo analizo con neutralidad ideológica.

Elegí como tema polémico: balance del gobierno de Claudia Sheinbaum y de la presidenta como persona. Enseguida el análisis de la IA:

Voy a separar dos planos —como pediste— y luego hacer un balance cruzado, con luces y sombras claras, no hagiografía ni caricatura.

I. Balance del gobierno de Claudia Sheinbaum (estructura, rumbo, resultados iniciales)

Fortalezas:

1.- Continuidad con orden

  • No hay ruptura abrupta con la 4T: eso dio estabilidad política y económica.
  • Señal clara a mercados y burocracia: no hay volantazos.
  • Transición tersa respecto a AMLO, sin lucha interna visible.

2.- Capacidad técnica

  • Gobierno con mayor densidad de perfiles técnicos que el sexenio anterior.
  • Planeación, datos, y discurso menos intuitivo que el de AMLO.
  • Mejor coordinación entre dependencias (al menos en diseño).

3.- Control político

  • Mayoría legislativa funcional.
  • Oposición fragmentada y sin narrativa clara.
  • Capacidad real de implementar agenda sin bloqueo estructural.

Debilidades y riesgos:

1.- Continuismo excesivo

  • Algunos problemas heredados no se están corrigiendo, solo administrando: Seguridad. Sistema de salud. Dependencia fiscal.
  • Riesgo de que el “no moverle” se vuelva inercia.

2.- Centralización

  • Decisiones clave muy concentradas en la presidencia.
  • Poco margen real para gobernadores y contrapesos internos.
  • Si algo falla, todo el costo político sube directo a la presidenta.

3.- Expectativa alta, margen corto

  • Llega con un capital político enorme.
  • Eso reduce la tolerancia social a errores.
  • El estándar ya no es “mejor que antes”, sino “demuéstralo”.

II. Balance de Claudia Sheinbaum como persona política. Aquí hay un punto clave: ella no es AMLO.

Rasgos fuertes:

1.- Disciplina y autocontrol

  • No gobierna desde la improvisación emocional.
  • Evita el conflicto innecesario.
  • No reacciona por impulso.
  • En términos de poder, eso da previsibilidad.

2.- Autoridad sin estridencia

  • No necesita gritar para mandar.
  • No construye liderazgo desde la confrontación diaria.
  • Menos culto a la personalidad, más institucionalidad.

3.- Capital simbólico propio

  • Científica, mujer, primera presidenta.
  • No depende solo del “dedazo”: tiene trayectoria.
  • Proyecta competencia, no épica.

III.- Límites personales:

1.- Frialdad comunicativa

  • No conecta emocionalmente como AMLO.
  • Su discurso es racional, no épico.
  • Puede perder la narrativa si no la cuida.

2.- Exceso de control

  • Confía poco en delegar políticamente.
  • Prefiere círculos cerrados.
  • Riesgo de aislamiento en el largo plazo.

3.- Comparación inevitable

  • Siempre será comparada con AMLO.
  • Parte de su base espera “más AMLO”, no “otra cosa”.
  • Y parte del país espera ruptura que no va a dar.

IV. Balance ideológico (aquí está lo polémico). ¿El de Sheinbaum es un gobierno “de izquierda”?

  • En discurso social: sí.
  • En política fiscal y económica: moderado.
  • En relación con el capital: pragmático.
  • En redistribución estructural: limitada.

El de Sheinbaum es un gobierno más de socialdemocracia administrada que de transformación radical.

V. El veredicto honesto (hasta ahora):

1.- Como gobierno: Ordenado, estable, técnicamente sólido, pero todavía cauto.

2.- Como presidenta: Poder real, inteligencia política, autoridad sin ruido, pero con el reto de construir una épica propia o aceptar que gobernará sin ella.

VI. La pregunta incómoda (la que definirá su sexenio) ¿Será recordada como la presidenta que consolidó la 4T o como la administradora eficaz de una herencia política? Eso no se responde con discursos, sino con decisiones impopulares bien explicadas.

VII. Todavía no se puede afirmar que Claudia Sheinbaum sea la mejor gobernante desde la Revolución mexicana, pero sí se puede explicar por qué algunos ya lo sostienen y por qué otros lo consideran una exageración. La clave está en los criterios.

Primero: ¿“mejor” según qué? Hay cuatro criterios clásicos: (i) Transformación estructural. (ii) Estabilidad y gobernabilidad. (iii) Expansión de derechos / bienestar. (iv) Contexto histórico enfrentado.

Argumentos a favor de decir que sí es la mejor presidenta:

a) Poder político efectivo. Sheinbaum llega con: Mayoría legislativa. Control de su coalición. Oposición desarticulada. Continuidad popular. Ningún presidente desde Cárdenas había iniciado con tanto poder institucional y sin crisis.

b) Gobierno sin caos comparada con:

  • Echeverría / López Portillo: crisis.
  • De la Madrid / Salinas: trauma social.
  • Fox / Calderón / Peña: parálisis o violencia.

c) Sheinbaum gobierna: Sin crisis económica. Sin ruptura institucional. Sin colapso financiero.

Para muchos, gobernar bien sin romper nada ya es excepcional en México.

d) Simbolismo histórico: (i) Primera mujer presidenta. (ii) Formación científica. (iii) Autoridad sin militarismo. (iv) Poder sin estridencia. Esto pesa más de lo que parece: normaliza otro tipo de liderazgo presidencial.

Argumentos en contra de que es la mejor presidenta:

a) No ha hecho aún una transformación fundacional. A diferencia de Cárdenas —expropió el petróleo, reorganizó el Estado, creó un nuevo pacto social—, Sheinbaum consolida, administra y ajusta. Claudia todavía no ha cambiado las reglas del juego, solo las ha hecho funcionar mejor.

b) Hereda, no inaugura. El poder de Sheinbaum: (i) Viene de una coalición ya construida. (ii) Se apoya en una legitimidad heredada. (iii) No nace de una ruptura histórica propia. Eso la hace muy fuerte, pero menos “histórica”, por ahora.

c) El tiempo aún no juega a su favor. Las grandes presidencias mexicanas: (i) Se entienden al final, no al inicio. (ii) Se miden por decisiones impopulares que resisten el tiempo.

d) Sheinbaum todavía: (i) No enfrenta su gran crisis. (ii) No toma su decisión definitoria. (iii) No paga aún costos históricos.

El veredicto más riguroso (sin consigna):

Hoy, la afirmación “la mejor desde la Revolución” es prematura. Pero sí es defendible decir: “Es la presidenta con mayor capacidad real de gobernar bien desde hace décadas”.

Para considerarla seriamente al nivel de Lázaro Cárdenas, Sheinbaum deberá: (i) Resolver (no administrar) seguridad y salud. (ii) Hacer una reforma fiscal progresiva sin crisis. (iii) Dejar una institucionalidad que funcione sin ella.

La frase justa (ni propaganda ni desdén): Claudia Sheinbaum no es todavía la mejor presidenta desde la Revolución, pero sí es la que tiene más condiciones para serlo si convierte estabilidad en legado.

¿Qué puede Sheinbaum innovar realmente sin romper con AMLO? Esta es la formulación más fina y políticamente inteligente del momento.

Tesis central: Claudia Sheinbaum sí puede innovar de verdad sin romper con AMLO, porque la innovación no tiene que venir de la confrontación simbólica, sino del modo de gobernar.

Por qué no necesita “matar al padre”. Porque si AMLO fundó el nuevo ciclo político, reordenó las lealtades y desplazó a las élites tradicionales, Sheinbaum no ha tenido necesidad de competir con ese rol, sino que lo ha vuelto gobernable y lo ha institucionalizado. Es decir, Claudia no necesita negar a Andrés Manuel porque su tarea histórica es distinta.

¿Dónde puede innovar Sheinbaum sin traicionar?

a) Del carisma a la institución. Si AMLO gobernó con autoridad personal, comunicación, polarización útil, Sheinbaum puede innovar con reglas claras, procedimientos definidos y no cambiantes y menos dependencia de la figura presidencial. Esto no sería ruptura, sino maduración del proyecto.

b) Del conflicto al método. Si AMLO convertía cada choque en épica y politizaba todo, Sheinbaum puede despolitizar sin desmovilizar y resolver sin convertir cada decisión en batalla. Eso es innovación silenciosa, pero profunda.

c) Del “pueblo vs élite” a “Estado que funciona”. Sin abandonar el discurso social, Sheinbaum puede reforzar la recaudación, profesionalizar servicios y evaluar políticas con datos. Esto sería llevar la transformación de solo exigencia moral a realidad operativa.

La innovación concreta que sí marcaría diferencia.

Sin romper con AMLO, pero sí yendo más allá: Una reforma fiscal progresiva, técnica, no discursiva, en la que paguen más los que más tienen, pero sin demonización y con reglas claras y piso parejo. AMLO no quiso abrir ese frente. Sheinbaum sí puede. Esto no sería refutar a AMLO: equivaldría a mejorarlo funcionalmente.

El equilibrio simbólico (esto es clave): Sheinbaum ha sido cuidadosa en no desautorizar a AMLO y en no competir por el relato histórico, pero al mismo tiempo ha marcado un estilo propio: decide con menos ruido. Es la diferencia entre lealtad política y subordinación histórica.

La frase que lo resume todo: “AMLO abrió el camino; Sheinbaum puede convertirlo en sistema”. Eso no es ruptura, es culminación.