Para Arturo Berrueto en sus 95 años
El paso de la edad es batalla perdida. El ciclo de la vida es inevitable, pero lo peor no es envejecer, sino que la vida se vea interrumpida por el accidente, la precaria salud o el crimen. La primera causa de muerte de nuestros jóvenes mexicanos se asocia al homicidio violento, una tragedia que se normaliza y se vuelve cotidianidad o simple comentario cada vez que el INEGI ofrece el reporte de defunciones. Sin duda llegar a viejo y bien, es un regalo generoso de Dios; mucho hay que hacer todo el tiempo para una vejez con dignidad.
La presidenta Sheinbaum recientemente ha hecho el caso de que no se debería ocultar la edad; presume sus años y en cada sentido, con orgullo. Su vida ha sido exitosa en todos los ámbitos. Sus preocupaciones están muy lejos de las de la inmensa mayoría de personas de su edad o mayores. La salud le acompaña, su elevada responsabilidad por el cargo la aleja de lo que regularmente más inquieta al viejo que es aspirar a una vida digna por una economía estable, reconocimiento de los suyos y una ocupación que signifique un ingreso y un sentido de propósito.
Recientemente en EU, un expolítico cercano al presidente Clinton, George Stephanopoulos, ahora conductor en televisión, entrevistó en el programa televisivo que conduce a la célebre actriz británica Hellen Mirren y en un exceso de misoginia y desprecio se le ocurrió preguntar de entrada sobre cuándo se retiraría para abrir paso a la nueva generación. Con apabullante respuesta, le cuestionó por qué a otras celebridades varones de semejante edad no les había preguntado lo mismo, revelando misoginia. La respuesta, una andanada de argumentos irrefutables, obligaron al conductor a llamar a seguridad para que mostraran la salida a la invitada. Fascinante lección de dignidad y una muestra de que la edad puede acompañarse de inteligente y enérgica sabiduría frente al desplante de quienes se sienten con derecho a juzgar con soberbia y petulancia.
El éxito de las sociedades contemporáneas significa que en la pirámide poblacional crezca la proporción de los viejos y que aumente también la esperanza de vida. En México hay una diferencia importante entre la de las mujeres, de 78 años respecto a la de hombres 72. Los homicidios fueron 88% de hombres, pero eso no explica la diferencia; es más compleja la causa, puede ser genética y más que eso se afirma que las mujeres han interiorizado más que los hombres la salud preventiva. Los hombres se resisten a los exámenes de rutina; la primera causa de defunciones son enfermedades cardiovasculares; la segunda, diabetes mellitus y, la tercera, cáncer.
El retiro temprano anhelado por muchos con frecuencia resulta una trampa. Desde luego que los viejos tienen derecho a la pensión de retiro y a que la sociedad aporte recursos e infraestructura para la tercera edad. Las pensiones aprobadas en el pasado por todos los partidos a iniciativa de López Obrador son irrefutables, no así el grave deterioro del sistema de salud que mucho ha afectado a los más vulnerables de la sociedad: los pobres, los viejos y las personas de capacidades diferentes. Ser pobre y viejo es tragedia. El retiro de una actividad remunerada debe ser acompañada por otra que mantenga a la persona con sentido de propósito. El trabajo dignifica. No es el caso de los viejos que realizan actividades domésticas, como el cuidado de menores sin ser remuneradas o ni siquiera reconocidos por sus beneficiarios.
La edad es circunstancia y ha cambiado para bien el sentido de que la persona es productiva en su madurez. Antes sexagenario aludía a decrepitud, ahora, es una edad apreciada como productiva y de vida plena en muchos sentidos que se extiende hasta la llamada cuarta edad.
Reconocer la edad propia es cuestión de autoestima, pero también la resistencia a hacerlo es manera de defenderse de un prejuicio social que hace del viejo, si no un estorbo, sí un problema, una carga.
México ha cambiado. Por buenas razones la población cada vez será más vieja y su proporción cada vez mayor. Es necesario poner al día nuestra cultura sobre la edad, más allá del aprecio y la gratitud. Tiene mucho que ver con el trato digno, el entorno urbano, el esparcimiento y, sobre todo, con una postura diferente sobre el trabajo y participación productiva de las llamadas personas de edad.