En México el descrédito suele ser la norma de la clase política, por tanto mantener niveles altos de aprobación no es sólo una rareza, sino un fenómeno que merece particular atención. El caso de Nuevo León, donde el gobernador Samuel García, ha logrado sostener una legitimidad ciudadana robusta incluso en el cuarto año de su administración, esto de acuerdo con una encuesta reciente publicada por el periódico El Norte, donde señala que el 72 por ciento de los ciudadanos aprueban la gestión. Resultando una cifra que no sólo supera ampliamente el promedio nacional, sino que marca un referente en la historia reciente del Estado.

Para ponerlo en perspectiva, ningún gobernador anterior de Nuevo León había alcanzado este nivel de aprobación después de tres años en funciones. Fernando Canales Clariond, ampliamente recordado como uno de los gobernantes más estables, rondaba el 75% en su quinto año. José Natividad González Parás, con una administración de perfil técnico, osciló entre el 66 y 81 por ciento en diversos momentos. Rodrigo Medina y Jaime Rodríguez, por otro lado, sufrieron un claro deterioro conforme avanzaron sus sexenios, llegando a cifras críticas de 36% y hasta 10%, respectivamente.

Samuel García ha sorteado crisis, críticas y oposición política con una estrategia anclada en tres ejes, resultados, cercanía y visión. En términos de resultados, la gestión ha entregado avances visibles en seguridad, movilidad, salud y economía. Las cifras de homicidios dolosos van a la baja; el Estado lidera en ingreso por hogar; la cobertura de salud alcanza niveles históricos, y la inversión extranjera directa coloca a Nuevo León como el motor industrial de México. Eso no se improvisa, pero más allá de las cifras, está el símbolo. Samuel García representa una nueva generación de políticos que combinan comunicación directa en redes, con una narrativa de modernidad y progreso. Su forma de gobernar rompe con el molde del político tradicional y conecta con amplios sectores de la ciudadanía, especialmente los más jóvenes.

La calificación ciudadana de 6.8 en la encuesta de El Norte complementa este respaldo. A diferencia de otros gobernantes que alcanzan la mitad de su sexenio arrastrando el descrédito, Samuel García llega con fuerza, con margen para empujar reformas y con la autoridad política que sólo da la confianza ciudadana. En tiempos donde muchos mandatarios locales evitan tomar decisiones por miedo al costo político, en Nuevo León el liderazgo se ejerce con legitimidad. Gobernar un Estado como Nuevo León exige gestionar expectativas crecientes, equilibrar tensiones políticas con la federación y seguir rindiendo cuentas a una sociedad cada vez más exigente. Pero iniciar el cuarto año de gobierno con una aprobación tan sólida es una base que pocos tienen. Es capital político en el mejor sentido de la palabra.

No es coincidencia que los ataques provengan ahora desde el centro. Críticas sin sustento que buscan equiparar a quien promueve inversiones en Asia y Europa con quienes vacacionan en destinos de lujo. Pero la gente distingue, pues claramente no es lo mismo viajar para traer empleo que para pasearse. No es lo mismo gobernar con datos que con dogmas. En política, como en la vida, los resultados importan. Y Samuel García, hoy por hoy, tiene con qué sostener la palabra, defender su modelo y hablar de futuro con la autoridad que sólo da el respaldo ciudadano.