Sin considerar cuestionamientos por razones ideológicas, hay consenso acerca de lo más criticable del gobierno de Andrés Manuel López Obrador:

(i) Haber entregado a las fuerzas armadas funciones civiles (aeropuertos, grandes obras públicas).

(ii) Sus megaproyectos: (a) Tren Maya, por su excesivo costo, por el daño ambiental que causó y, también, por su inutilidad como atractivo turístico. (b) Dos Bocas, por la falta de transparencia de su situación financiera, porque sigue muy lejos de los niveles de operación previstos, por serias dudas acerca de su rentabilidad y por dañar los ecosistemas del sitio en que se construyó. (c) AIFA, porque no logra despegar como aeropuerto de primer nivel. (d) La nueva Mexicana de Aviación, por su muy pobre participación de mercado. (e) Tren Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, por improvisación en sus obras y por acusaciones de corrupción.

Excepto en Dos Bocas, las fuerzas armadas —ejército y marina— han participado decisivamente en el resto de los proyectos, tanto en su construcción como en su operación.

De las dos instituciones castrenses de México, las secretarías de Marina y Defensa, a la primera le fue bastante peor que a la segunda en 2025.

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La Marina ha tenido el peor año de su historia:

1. Accidente del Buque Escuela Cuauhtémoc. Chocó con el puente de Brooklyn en Nueva York. El percance provocó la rotura de los mástiles y dejó dos marinos muertos y varios heridos.

2. Accidente aéreo con víctimas fatales. Uno de sus aviones médicos se accidentó en Galveston, Texas, EEUU, durante una misión humanitaria. Hubo cinco personas muertas.

3. Descarrilamiento del Tren Interoceánico. Apenas hace un día, el tren gestionado por la Marina como parte del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec sufrió un grave descarrilamiento que dejó 13 muertos y casi 100 heridos.

4. Choque de embarcaciones menores durante prácticas. El pasado mes de septiembre dos embarcaciones de la Marina colisionaron durante maniobras frente al Malecón de Veracruz. Hubo lesionados.

5. Marinos de primer nivel en el huachicol. Importantes miembros de la Marina, inclusive emparentados con el anterior secretario, fueron acusados formalmente por participar y aun jefaturar el contrabando de combustibles.

Claudia Sheinbaum, AMLO y el Parsifal de Wagner

Si algo caracterizó al expresidente López Obrador fue siempre doblar la apuesta. Si, con objetividad, se le señalaban errores en sus proyectos o en sus obras, su control de daños no era corregir técnicamente lo que tenía defectos, sino convertir las críticas en una lucha de símbolos: la pureza de la 4T contra la perversidad de la derecha.

En términos generales así era y así debía hacer: la 4T, desde que estaba en la oposición, ha enfrentado a grupos de inmenso poder, poco o nada interesados en el bienestar de la mayoría, a los que se debía combatir con todo. Pero, en problemas específicos, ha sido sumar un error a otro error el insistir en doblar apuestas cuando ha resultado evidente que las cosas no funcionan.

A veces Andrés Manuel pareció convencido de que su sola voluntad bastaba para vencer a las leyes de la ingeniería o de la administración. Jamás aceptó lo inconveniente de que los soldados fueran, al mismo tiempo, pues eso, soldados para defender a la patria —lo único que deberían ser—, constructores de obras públicas y gerentes de negocios.

También pensó el expresidente que el daño ambiental podía ser ampliamente compensado por el beneficio social —aún no comprobado plenamente— de un tren en toda la península de Yucatán. Este fue el peor caso de doblar la apuesta. Ante las advertencias de científicos y ambientalistas, la respuesta de Andrés Manuel no fue el replanteamiento o la corrección en los mejores términos para el medio ambiente, sino la aceleración y el blindaje legal para que nada ni nadie entorpeciera el avance del proyecto.

No voy a negar todo lo positivo del primer piso de la 4T, particularmente en lo relacionado con el combate a la pobreza. Pero lo que no funcionó debe repararse sin cometer el error de, precisamente, convertir cualquier error en el destino de la izquierda.

Gobernar no es imponer una visión personal a la realidad: gobernar es responder a lo que irrumpe, esto es, el arte de gestionar la crisis permanente, que la sola voluntad no resolverá por más planes maravillosos que se hayan hecho.

Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes. Es un dicho judío, popularizado en México por la película Amores perros. Desde antes de este filme se usaba bastante en Montemorelos, Nuevo León.

AMLO, como en la ópera Parsifal, de Richard Wagner, prometió redención, pero esta nunca llegó, o no en su sexenio. No se concretó porque la liberación no se logrará ni por decreto ni por la sola voluntad de ningún líder, por genial que sea, y pocos ha habido más brillantes que Andrés Manuel en la historia de México.

El primer piso de la 4T demostró que es inútil la pureza de principios que no va acompañada de sentido práctico —siempre necesario para corregir, rápidamente, lo que no funciona, y desde luego para sancionar a aliados y aun a parientes que se portan mal—.

La sociedad progresista, justa, libre y democrática prometida por la 4T sin duda llegará, pero para ello la presidenta Sheinbaum tendrá que modificar, para empezar, el papel de las fuerzas armadas, y además combatir la corrupción.

El accidente del Tren Interoceánico fue eso, un accidente, desgraciadamente anticipado por un corrupto al que alguien le grabó una charla telefónica: “Ya cuando se descarrile, pues ya va a ser otro pedo”. Esta frase podrá ser ilegal por su origen, pero no es trivial. El presunto traficante de influencias, Pedro Salazar Beltrán, deberá ser investigado tanto como la persona con la que hablaba, Amílcar Olán. Se referían al balastro para el Tren Maya, pero resulta inevitable aplicar la idea al descarrilamiento del Tren Interoceánico.

AMLO tenía la virtud —o el defecto— de que se alimentaba y crecía con sus propias heridas, que por lo mismo no cerraba. Sheinbaum no podrá hacerlo así. La misión de la presidenta será curar, poco a poco, las llagas que el proceso de transformación ha dejado. Claudia tendrá que pasar de la guerra de los símbolos a plenamente institucionalizar los proyectos.

Si la 4T fuera Parsifal, de Wagner, AMLO sería Amfortas, guardián del Grial, el líder que dejó proyectos con heridas abiertas, como las deficiencias del Tren Interoceánico que hoy son grandes crisis.

La lanza poderosa, la que puede reparar, sería el poder ejecutivo en manos de la 4T, ahora encabezado por Claudia Sheinbaum.

Sheinbaum sería Parsifal: heredó las heridas abiertas y la lanza. Esta última no deberá usarla como inercia de los planes que generaron las fallas, sino como el conocimiento técnico y el sentido común administrativo que se requieren para reparar lo que está roto.

En la ópera, Parsifal recupera la lanza, pero no la usa para conquistar mundos. Hizo algo más prudente: cuidarla y protegerla a través de un largo y difícil sendero de aprendizaje.

Es la hora de romper ciertos rituales para pasar, nada más, a mejorar la administración. La épica ya no viene al caso. Las fuerzas armadas no se opondrán. No la Marina, que ha tenido un año de desastres causados por andar en todo menos en misa.