No he visto la serie de Denise Maerker sobre el Partido Revolucionario Institucional porque aparezco en alguno de los capítulos. La última vez que me vi en una imagen de TV me encontré más mofletudo que el famoso Perro Bermúdez. Desde luego, me enfadé conmigo mismo por la demostración de que jamás he estado en buena forma física. Así que, como no voy a hacer nada para mejorar mi apariencia, decidí evitarme problemas psicológicos absteniéndome de ver la tele en las pocas ocasiones en que se me invita a participar. Bastante daño me hacen los espejos que están por todas partes como para sumar el de la pantalla (ya ni tan) chica.

Puntualización para refutar por anticipado alguna crítica: Denise no me incluyó en su trabajo como uno de tantos priistas a quienes entrevistó, sino como testigo de la trágica campaña de Luis Donaldo Colosio.

Primer apunte. Ayer viajé a Guadalajara de ida y vuelta. En el vuelo de regreso la persona que iba a mi lado me comentó el documental PRI: Crónica del fin. Él había terminado los cinco capítulos y dijo algo interesante: “Sin poder, que insignificantes se ven los priistas, desde López Portillo hasta Peña Nieto. El que tanto poder se suponía tenía, Salinas, es ahora solo un pobre diablo. Todos tan menores en la actualidad. Excepto Colosio, perdieron el poder y quedaron reducidos a nada mínimamente relevante”.

Segundo apunte. Tiene razón Claudia Sheinbaum: la periodista Denise Marker debió incluir entre los últimos presidentes priistas al espurio Felipe Calderón y al siempre alelado Vicente Fox. Los gobiernos de estos dos no rompieron con lo más lamentable de la cultura priista, la corrupción, sino nada más la manosearon y la empeoraron.

Tercer apunte. El gran reto de la 4T es no asemejarse al PRI.

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Aceptemos las cosas como son: en los dos gobiernos de izquierda ha habido demasiado priismo... y demasiados priistas. Entre estos, pocos buenos y la mayoría malos. Menciono a algunos de los más conocidos, pero son cientos y hasta miles los que han invadido las estructuras de Morena: Marcelo Ebrard, Manuel Bartlett, Alejandro Murat, Adrián Rubalcava, Adán Augusto López, Claudia Pavlovich, Alfonso Durazo, Quirino Ordaz, el fallecido Porfirio Muñoz Ledo, Pedro Haces, Ricardo Monreal, Omar Fayad, o políticos todavía más antidemocráticos y mañosos, los militantes del Verde, que es un PRI chiquito y mucho más sucio, como Manuel Velasco y Arturo Escobar.

No incluyo a AMLO porque, analizada su biografía con objetividad, su breve trayectoria en el PRI no fue precisamente priista, sino la de un rebelde que intentó, sin éxito, cambiar la esencia del viejo partido autoritario.

Militantes de Morena con capacidad para la autocrítica aceptan en privado que hay exceso de PRI en la 4T, pero lo justifican argumentando que el priismo no es una ideología, sino la cultura política de México. Puede ser que sea cierto…, el problema es que la 4T prometió cambiar todo, y eso aún no lo ha logrado.

La transformación política diseñada y ejecutada por los dos dos gobiernos de Morena sin duda es profunda. Pero, es una realidad, no ha muerto la cultura priista. Ahí está bien viva en todos los gobiernos morenistas, el federal, los estatales, los municipales. Tal cultura se manifiesta con más intensidad en el poder legislativo.

Por las formas de sus integrantes, el Senado y la Cámara de Diputados y Diputadas de la 4T podrían ser los del sexenio de José López Portillo. Mucho tuvo de premonitorio que Porfirio Muñoz Ledo, quien era dirigente del PRI en el destape de López Portillo, pusiera la banda presidencial a Andrés Manuel López Obrador. Está bien, se vale cambiar, y Muñoz Ledo cambió positivamente, pero no fue de buen gusto que lo hicieran pasar de operador de destapes priistas a colocador de bandas presidenciales de izquierda.

Fue priista en otro tiempo quien le puso la banda presidencial a Claudia Sheinbaum, la economista Ifigenia Martínez, también fallecida, pero esta mujer, a diferencia de Porfirio, no participó como protagonista de primer nivel en los peores shows priistas.

Es una ventaja que la presidenta actual no solo jamás haya militado en el PRI, sino que lo combatió desde muy joven. Por lealtad consigo misma, con su propia historia, Claudia deberá acelerar el proceso de aniquilación de las formas priistas en la 4T, que son evidentes.

Quizá debería empezar la presidenta Sheinbaum por marginar a quienes militaron en el PRI y no modificaron su conducta política, que son bastantes. No parece justo que muchos de los cargos en los gobiernos morenistas en todo el país se hayan entregado a expriistas y que no se haya tomado en cuenta a tanta gente que se la jugó con el proyecto de izquierda desde los tiempos duros, cuando luchaban a favor de la 4T opositora en aquellos años combatida por tantos políticos priistas hoy reconvertidos en militantes de Morena.

Será para la 4T una compleja batalla la de hacer a un lado a todos y todas sus militantes que siguen abrazados a la cultura del viejo PRI.