De origen francés, Havoc es una palabra muy interesante. En Julio César, de Shakespeare, la pronuncia Marco Antonio ante el cadáver ensangrentado de César.
Hace días, en el aeropuerto, compré un libro para entretenerme durante un vuelo sin el celular… y sin las películas de los aviones —no las disfruto: allá arriba tienen un pésimo sonido—. Elegí la novela Los tres mundos. La conquista de las Galias por Julio César, del escritor español Santiago Posteguillo.
Lo primero que leí fue la frase de Shakespeare “¡Cry Havoc!, and let slip the dogs of war”. Posteguillo la traduce como “Gritad: ¡Devastacion!, y soltad los perros de la guerra”.
Tanto havoc como perros de la guerra son expresiones brutales
El novelista Posteguillo sabe mucho más que yo, pero, basado en otros textos, pienso que la mejor traducción de havoc no es la que él utiliza, devastación: sería mejor saqueo, autorizado por el jefe del ejército al concretar una victoria militar.
Marco Antonio, después del asesinato de César, simplemente invocó la suspensión de cualquier norma de convivencia civilizada. Fue el inicio de la barbarie porque, a partir de ese momento, todo estaba permitido.
Havoc existe en los diccionarios ingleses. Significa destrucción o caos. Pero en la época de Shakespeare la definición era otra: “Grito de guerra que daba a los soldados licencia para saquear”.
El pillaje criminal puede ser fácil al principio, una fiesta perversa para los cruentos saqueadores. Pero las cosas se complican cuando, quien autorizó destruir todo pretende volver al orden: una vez liberados los perros de la guerra, estas bestias se vuelven incontrolables.
Felipe Calderón, en 2006, para intentar que se olvidara el fraude electoral que lo llevó a la presidencia, permitió a las fuerzas armadas combatir a las mafias con total libertinaje. Como todo estaba permitido en la absurda guerra contra el narco —dirigida además por un narcotraficante, Genaro García Luna—, México se convirtió en un “campo de exterminio al aire libre”, tal como denunció el poeta Javier Sicilia. Veinte años después de la irresponsable instrucción de Havoc! de Calderón seguimos sufriendo las consecuencias.
Las cosas empezaron a corregirse con la llegada de AMLO al gobierno —sobre todo con la desaparición, en 2019, de la corrompida Policía Federal, y con la compleja creación de la Guardia Nacional, este último proceso encabezado por Alfonso Durazo y Rosa Icela Rodríguez—.
En la segunda presidencia de la 4T, 20 años después de iniciada la guerra fallida de Calderón, al fin parece que el orden empieza a imponerse en México, gracias a una bien diseñada estrategia de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien entregó el control de las instituciones de seguridad pública a un policía trabajador y eficiente, Omar García Harfuch.
El hecho es que la instrucción de havoc! suspende todas las reglas y, por lo tanto, autoriza y aun legaliza la violencia, el caos, el saqueo, el crimen, la destrucción. Pero, como se dijo, es algo que se complica porque, al lanzar al ataque a los perros de la guerra, estos dejan de responder al mando, lo que convierte la tarea de regresarlos a sus jaulas en una proeza que implica no solo mucho trabajo y tiempo, sino cambios en la dirección de las tropas.
Ricardo Salinas Pliego lanzó su propio grito de havoc!. No dio una orden explícita a sus perros de la guerra —perdonarán algunos periodistas de TV Azteca que así me refiera a ellos, pero es que así los veo—.
El empresario dueño de Elektra y de la mencionada televisora no dio abiertamente la orden de atacar: lo que hizo fue generar un ambiente para que su gente se lanzara a morder con todo a la 4T. Salinas Pliego, apoyado en su poder mediático, identificó al enemigo —sobre todo a la enemiga, la presidenta Sheinbaum—, y sus periodistas no necesitaron más para entender que debían embestir con furia. Llevan meses haciéndolo.
No ha sido original don Ricardo. Lo mismo hicieron ricos arrogantes de otras naciones: se sintieron superiores al Estado y terminaron derrotados. Como Silvio Berlusconi, en Italia, o Rupert Murdoch, en Reino Unido.
Salinas Pliego ya ha perdido. El SAT informó cómo le va a cobrar. Ocurrió más o menos coincidentemente con una rara cena navideña del empresario con Donald Trump, que TV Azteca presentó como el acontecimiento diplomático más importante de todos los tiempos —Salinas jura que lo invitó, y casi le rogó para que aceptara, el presidente de Estados Unidos; pero hay versiones de que don Ricardo pagó 100 mil dólares para asistir—. Lo que sea, Salinas P., pagará. Lo más que el dueño de Elektra puede lograr es un descuento, por pronto pago, lo que dejaría su deuda en solo 31 mil millones de pesos, o 1 mil 700 millones de dólares. Pero solo obtendrá la rebaja si deja de hacerla de tos.
La confusión de Salinas Pliego y otros empresarios
Algunos hombres de negocios han interpretado erróneamente el havoc! de Julio César, de Shakespeare. Han tomado la política fiscal de la 4T —no más condonaciones de impuestos, auditorías ahora sí reales, cobro efectivo de créditos fiscales— como un grito de guerra lanzado contra ellos por AMLO y Sheinbaum. Se equivocan.
Havoc!, en el sentido utilizado por Shakespeare, es la suspensión de una regla que exige orden, lo que legaliza el caos que tanto perjudica a una comunidad.
Lo que hicieron el expresidente Andrés Manuel López Obrador y la presidenta Claudia Sheinbaum fue más bien lo contrario: modificar normas informales de desorden fiscal —condonaciones, auditorías simuladas— para organizar en favor de toda la nación el esquema de cobro de impuestos.
AMLO y Sheinbaum no dieron la instrucción de saquear al erario permitiendo a los ultraricos no pagar impuestos, sino han buscado lo opuesto: eliminar el permiso que habían dado el PRI y el PAN para que los dueños del dinero estafaran al gobierno dejando de cumplir con sus obligaciones tributarias.
Es lógico que los empresarios afectados hayan sentido la política fiscal de la 4T como un ataque contra ellos. Algún día, si no ellos, sus hijos educados en la nueva realidad —la de nunca más consentir que el poder político se subordine al poder del dinero—, entenderán que no era ético ni conveniente para el país diferir indefinidamente los pagos de impuestos, con la ayuda de contadores y abogados, y el colmo, convertir el litigio fiscal en estrategia financiera.
No pocos empresarios sienten que el Estado, al ya cobrar impuestos, lanzó contra ellos a los perros de la guerra. No es así. La nueva política fiscal no llama al caos, sino a normalizar el cumplimiento. Lo que han buscado AMLO y Claudia es, nada más, echar abajo un permiso previo, el que autorizaba a los grandes hombres de negocios a no pagar nada.
Los empresarios se sienten agredidos porque el no pago de impuestos lo veían como un derecho adquirido. Exigirles que cumplan ahora les parece un castigo injusto. Por eso, en vez de decir, “me cobran lo que debo”, indebidamente argumentan: “me persiguen y ahuyentan la inversión”.
A los empresarios narrar como havoc! la política fiscal que sí les obliga a cumplir, les sirve para victimizarse y presionar para volver a los privilegios. No actúan como ciudadanos respetuosos de la ley.
Entre los empresarios incumplidos, solo Salinas Pliego tiene poder mediático. Es el único que ha soltado a sus propios perros de la guerra. ¿Qué harán sus periodistas cuando este empresario vuelva a lo de antes, esto es, a solo dejar que en sus medios se critique al gobierno pero sin confrontar abiertamente a la presidencia? Veremos si los periodistas de TV Azteca dejan de morder, lo que es en realidad irrelevante ya que influyen poco.
Quizá esta Navidad Salinas Pliego reflexionará acerca de lo que hizo en 2025. ¿Aprenderá la lección? Porque con su estridencia de todo un año quizá incomodó al gobierno, pero no alcanzó su objetivo de no pagar: descubrió que la 4T no era como los regímenes del PRI y del PAN. Le habría ido mejor, probablemente, si hubiese negociado, en silencio, una salida digna para el Estado y no tan costosa para él. Pero el narcisista propietario de Elektra decidió presionar con todo, lo que endureció aún más al régimen.
Al final, porque pagará, Salinas Pliego y sus perros de la guerra no harán ningún mal; su ejemplo, inclusive, será positivo para que sus colegas entiendan que deben cumplir con el SAT.
En cambio, el havoc! de Felipe Calderón sí resultó terriblemente dañino. Tuvieron que pasar dos décadas para que empezaran a regresar a sus jaulas los perros de la guerra que soltó cuando decidió pelear, a tontas y a locas, con las mafias del narcotráfico. Han sido 20 años de desastre, de violencia normalizada, de ver a la muerte no como tragedia personal, sino como fría estadística.
Afortunadamente la sociedad mexicana decidió rebelarse y, en vez de acostumbrarse a coexistir con los perros de la guerra que soltó Calderón, votó en las urnas por un modelo de desarrollo distinto, el prometido por la izquierda.
Es todavía una promesa de la 4T el desarrollo pacífico y con justicia social en México. Hay razones para el optimismo, pero para que no se extravíe el proyecto, la presidenta Sheinbaum deberá ser mucho más enérgica en combatir la corrupción de tanta gente sin principios que se sumó a Morena.
Claudia hoy descansa en Acapulco, tendrá tiempo de reflexionar en lo que sigue y que incluye limpiar la casa.



